Este
fin de semana he vuelto a ver Mujercitas con mis mujercitas (la versión de 1949,
por supuesto. Con estos temas bromas las justas). Aparte poner cara de póker
hasta donde he sido capaz mientras el corazón se me bamboleaba como un flan y revolverme
contra la autora por no permitir que Jo se acabe casando con Laurie, me ha
llamado la atención un diálogo entre estos dos. Se da cuando Jo acude a casa de
su vecino por vez primera. Él le confiesa que ese lugar es triste como una
tumba.
- ¿Por eso se
asoma a la ventana para mirarnos?
- Ya sé que es
bastante incorrecto, pero parece que están siempre tan felices. Cuando miro al
anochecer es como contemplar un cuadro verlas sentadas junto al fuego en
compañía de su madre.
- ¿Dónde está
su madre?
- Murió en
Francia, poco después que mi padre.
- Perdone. Lo
siento. Y le doy permiso para mirarnos siempre que quiera. ¡Pero por qué no va
a vernos, así formaría parte del cuadro!
Esto
último me ha gustado. Me parece una propuesta la mar de atinada. No quedarse mirando, sino formar parte del
cuadro.