El caso es que la propia filosofía se origina extramuros de estos postulados.
Para empezar su denominación: filo-sofía, alude a un afecto: el amor. Amor a la sabiduría.
Ciertamente podemos afirmar que el amor es algo más que un afecto. De vocación lo califica Julián Marías. Pero la vocación tampoco surge por un razonamiento lógico, sino que es un fruto de un encuentro, de una llamada que recibimos.
Aristóteles hablaba del asombro como motor de la filosofía. Y Kant aludía a la admiración que le producía el cielo estrellado sobre él y el orden moral dentro de sí.
A mí lo descomunal del universo me sobrecoge. Y la amenaza de la muerte me produce una mezcolanza de pesadumbre, inquietud y compasión.
Así que la razón queda en una posición más humilde, aunque no por eso marginal. Es un instrumento (órganon) que trata de atender a nuestras necesidades vitales. De ayudarnos a hacer nuestra vida.
Y esta es mi reflexión de un viernes recién estrenado a las 0:28 de la noche. Me voy a la cama.