(Pepita Lafarga, la pequeña Elena y Basi Lafarga en 1938. A su vuelta a Huesca tras la evacuación a Francia)
Mi buen amigo Santiago Espa, fiel seguidor de
este blog, aunque como polizón nato no figure en el listado de su tripulación,
me ha dado permiso para hacer públicos algunos hechos referentes a su familia.
Si lo hago, no es por morbosa indiscreción, sino porque creo que contienen una bella
historia provista de elementos verdaderamente humanizadores.
La madre de mi amigo se llamaba Elena Lasaosa,
y murió de un cáncer galopante el 8 de octubre de 2005. Los que la conocimos,
sabíamos de su carácter alegre y sincero, pero desconocíamos algunos aspectos
de su infancia que sólo tras su muerte hemos ido descubriendo, fundamentalmente
aquellos relacionados con su orfandad cuando tenía sólo dos años.
Pero para comprender bien aquellos hechos,
hemos de remontarnos tiempo atrás, cuando su madre, Basi Lafarga (1903-2000), a
los veintiún años de edad contrae matrimonio con Domingo Lasaosa (1899-1936),
funcionario del cuerpo de Correos donde había ingresado por oposición en 1917.
Fue un matrimonio bien avenido, no sólo de puertas adentro, sino que mantuvieron
una estrecha relación con la hermana de Basi, llamada Pepita, y el esposo de
esta, el oficial Luciano García Sánchez.
Basi procedía de un pueblo llamado Angües, pero
se trasladó con su familia a Huesca y allí conoció al que sería su esposo.
En diciembre de 1930 se produce la sublevación
de Jaca, levantamiento republicano que fracasa y que se salda con el
fusilamiento de sus figuras más visibles, los capitanes Fermín Galán y Ángel
García Hernández. Este último era católico practicante, al igual que el propio
Domingo Lasaosa, quien simpatizaba con la causa republicana. Al entierro acuden
muy pocas personas, entre ellas está Domingo, quien sabe que aquel gesto le
puede salir muy caro, pero, por coherencia y hombría de bien, decide acudir.
(Domingo con 36 años junto a su hija Elena de 13 meses en Huesca.
Año 1935)
El caso es que cuatro meses después de aquel
golpe se proclama la República en toda España. Domingo la recibe con regocijo y
acabará por encuadrarse en las filas de Izquierda Republicana, el partido de
Manuel Azaña.
En 1934 Domingo y Basi tendrán a su primera y
única hija, Elena. Aquel nacimiento colma de felicidad el hogar. Dos años
después, en marzo de 1936, Domingo es nombrado Jefe de Correos de Huesca.
Durante todo este tiempo, la amistad entre
Domingo y su cuñado Luciano no sólo no sufre la menor fisura, sino que se hace
más honda y entrañable. Luciano llama a su pariente político Dominguito,
mientras la pequeña de este llama a su tío “Chano”, de Luciano.
Sin embargo, las cosas no marchan igual de
bien en el país. La discordia se extiende, hasta cristalizar de forma
definitiva entre el 17 y el 18 de julio de 1936, cuando distintas plazas se
sublevan desencadenándose la guerra civil.
Huesca cae en la llamada zona nacional, y
comienzan las purgas, al igual que sucede, en sentido inverso, en el otro bando.
Poco antes Domingo había mandado a su mujer y a su hija a Viu de Linás, en el
Valle de Broto (Huesca) a “pasar el verano mientras se arreglaban las cosas”,
pues el ambiente ya estaba muy enrarecido. A aquel viaje van más parientes de Basi,
como su hermana Pepita y su prima Mari. Allí pasarán juntas dos años, desde el
4 de julio de 1936 hasta el 18 de abril de 1938.
Domingo permanece en Huesca. Pronto será
destituido de su cargo en Correos. El 23 de septiembre de 1936 es detenido y
encarcelado. Desde su cautiverio escribe varias cartas a sus seres queridos sin
hacer el menor distingo por cuestiones ideológicas. 21 días después, el 13 de
octubre de ese mismo año, será “paseado” y muerto de un tiro. En su certificado
de defunción figurará “herido por arma de fuego”.
En abril de 1938 Basi, su hija Elena, Pepita y
la prima Mari, son evacuadas y cruzan a Francia. Las posiciones republicanas
del Frente de Aragón están cayendo. En total, cruzan la frontera 450.000
personas, de las cuales 70.000 son niños. Tiempo después, Mari recordará los
sucesos de aquellos días y su internamiento en un campo de concentración
francés: “Caminamos todos juntos desde San Nicolás de Bujaruelo hasta llegar a
Gavarnié. Nos encontramos a esquiadores que ofrecieron su asistencia. Pasamos
varias noches en unos pajares en las afueras de Gavarnié. La gente del pueblo
nos traía comida y algo de ropa. Más tarde nos condujeron en tren hacia un
campo de concentración cercano a Las Landas. Un día nos dejaron salir a pasear
y me fui con tía Basi hasta la costa. Era la primera vez que veía el mar… En
aquel campo estuvimos unos diez días”. Aquel mismo año regresarán a España.
La guerra continúa, y Luciano, el íntimo amigo
y cuñado del fallecido Domingo, es comandante del Tercio de Requetés de Lacar,
cuerpo especialmente bregado por tener la encomienda de romper los frentes.
Arrojado y convencido de su causa, combate en
el otro bando. En el curso de la batalla de la Sierra de Espadán
(Castellón), recibirá la orden de tomar la cota
850 donde los enemigos están mejor posicionados y se han hecho fuertes. Es
un militar de carrera curtido en África, por lo que es perfectamente consciente
del imposible de la misión encomendada. Antes de la batalla confesará y dirá al
sacerdote que sabe que ese mismo día va a morir. Así sucederá. No sobrevivirá prácticamente
ninguno de los carlistas participantes. Luciano recibirá póstumamente y por
segunda vez la Medalla Militar Individual, pues ya la había recibido
anteriormente por su valor durante la campaña del Norte. Un hermano suyo morirá
en ese mismo frente pocos días después. Antes de un año la guerra habrá
concluido.
Pero aquí llega lo más interesante, al menos a
mi entender. Basi y Pepita se mantuvieron toda la vida unidas de forma
inquebrantable. Aquellas dos viudas que habían perdido a sus maridos en campos
opuestos, supieron vivir un amor fraternal que volaba muy por encima de los
odios bélicos que habían asolado España. No había rencor, ni cuentas
pendientes, ni “tuyos” y “míos”, sólo personas con todo el infinito bagaje que
cada uno tenemos.
Pepita casaría en segundas nupcias con el
arquitecto Luis Burillo y tendría varios hijos. Basi, por su parte,
permanecería viuda y se haría cargo de un prestigioso comercio de mantillas y
mantones de Manila en Zaragoza.
¿Y qué fue de la pequeña Elena, huérfana de
padre a edad temprana y con una infancia tan achuchada? Pues que en su juventud
cayó bajo los encantos de un apuesto cadete llamado Rodolfo, se casó con él y
tuvo seis hijos, entre los que me precio de contar con la amistad del más
pequeño (¡y tremendo!), Santiago Espa Lasaosa.
Y colorín colorado esta historia aún no ha
acabado, porque Santi tiene una niña que este año ha hecho la primera comunión
y que es la viva imagen de su abuela cuando tenía su edad. Así que la historia
familiar todavía está por escribir, con santa paciencia y alegría por parte de
la mujer y la hija de Santi, y con su crónica inconsciencia y simpatía por
parte del mentado sujeto.
(Elena de 7 años, junto a Mari de 13 en 1941. Habían convivido dos años en Viu de Linás, durante la guerra civil)
(Gracias a Santi por facilitarme el acceso a la
información familiar y por permitirme hacerla pública, y a su hermana Virginia
por la impresionante y fecunda labor recopilatoria que está llevando a cabo, junto con mi más sincera felicitación).