Pinturas, 2 bolis, un cuaderno, un vaso, un rosario, el libro "Mi primera comunión", un cuaderno con un boli, un estuche. Esa es la lista de los regalos que recibí por mi primera comunión y que ahora he redescubierto al encontrar el diario de aquella jornada; un librito blanco con su tapa dura y sus oraciones e imágenes piadosas. Todos aquellos obsequios me parecieron magníficos.
Pienso en los regalos de la mayor parte de los cumpleaños a los que acuden mis hijas, o en los que les entregan a ellas mismas, y me da la impresión de estarme moviendo en otro orden de magnitud. ¿Quién regalaría hoy un vaso, o dos bolis, no ya en una comunión, sino en un sencillo cumpleaños infantil?
El banquete de la comunión lo celebramos en un restaurante chino. A él acudió, además de la familia, mi mejor amigo junto con sus dos hermanos, además de mi súper-vecina Cristina. Ella lo había celebrado el año anterior y el convite fue en su casa; de primer plato, una sopa que me supo como a Mafalda pero que me comí entera.
No soy un niño de la posguerra, ni he crecido en la marginalidad. Éramos una familia de lo más normal; con nuestro Seiscientos y las vacaciones en el pueblo de la familia paterna. He crecido en una época de relativa prosperidad, pero entonces la mayor parte de la gente tenía claro que los niños no tenían que tener colmados todos sus caprichos pues, de lo contrario, no sabría valorar las cosas. Creo que hace tiempo que hemos equivocado el camino. Estos ojitos que se tragará la tierra han contemplado a niños que no acaban de abrir todos los regalos pues antes de terminar de hacerlo ya están saturados; niños rodeados de regalos y aburridos; niños ingratos, impertinentes, indiferentes, carentes de estímulos por culpa de los excesos a los que los someten los adultos; niños en los que su primera comunión consiste única y exclusivamente en una recolección de regalos.
Señoras, señores, creo que va siendo hora de replantearse unas cuantas cosas si no queremos preparar un despotismo insatisfecho. Cualquier tiempo pasado no necesariamente fue mejor, pero el porvenir sí depende de nosotros.