¡A por la tercera! Schopenhauer versus (hacia) Nietzsche

Tercera entrega de la crítica a "El Anticristo" de Nietzsche. Prosigue el culebrón.

Segunda parte de "El Anticristo" de Nietzsche

Continuamos rastreando a Nietzsche...

Ya gotea. Primera parte de "El Anticristo" de Nietzsche

Comienza la reflexión. Acomoden sus neuronas:

Se avecina una tormenta

Decir no

Madurar es elegir, y eligiendo elegir en qué tipo de persona se quiere uno convertir. Ello exige decir no más de una vez, de lo contrario te vuelves un pánfilo (pan: "todo; filo: "amigo o amante de"), esto es, alguien sin personalidad, sin criterio, que igual le da Ana que su hermana.

No me gustan los sectarismos ni rodearme de idénticos, al revés, me gusta tener amigos en todas partes; los puntos de vista distintos a menudo me ayudan a entender como mínimo que otros no piensan como yo, lo cual no es poco. Como decía Magris, "la endogamia conduce al raquitismo y al bocio"; a este respecto es mejor un poco de sobrepeso que ser un esqueleto.

Pero eso es una cosa y otra la falta de respeto, la blasfemia (que es esa forma de escupir al de al lado señalando al cielo), el insulto gratuito. Me da igual en lo que crea cada cual, pero pienso que unos mínimos son exigibles. Escribo esto a modo de desahogo porque me gusta más decir hola que adiós, pero a veces parece que no hay manera.

Y con esto y un bizcocho, me voy a entrenar que ya han dado las ocho...

Simone Weil, la genialidad buscada

Hoy traigo una foto poco conocida. En ella aparece la filósofa Simone Weil, junto a su hermano, el matemático André Weil.

Fue tomada en Bélgica en 1922, cuando Simone contaba con trece años de edad.

En Simone se aunaba talento intelectual, alma generosa y compromiso social. Su vida es una continua aventura digna de una novela de Dumas, siempre en busca de la autenticidad.

En la foto la vemos sonriente, aparentemente feliz, aunque por aquel entonces esa alegría se va a tornar en tiniebla. Así lo confiesa ya adulta en una carta dirigida a un sacerdote:

"A los catorce años caí en una de esas situaciones de desesperanza sin fondo de la adolescencia y pensé seriamente en morir a causa de la mediocridad de mis facultades naturales. Las dotes extraordinarias de mi hermano, que tuvo una infancia y juventud comparables a las de Pascal, me forzaron a tomar conciencia de ellas".
Pero algo más adelante añade: "Tras meses de tinieblas interiores, tuve para siempre y de repente la certeza de que cualquier ser humano, aun cuando sus facultades naturales fueran casi nulas, podía entrar en ese reino de verdad reservado al genio, a condición de tan sólo desear la verdad y hacer un continuo esfuerzo de atención por alcanzarla. Ese ser humano se convierte entonces en un genio, incluso si, por carecer de talento, tal genio pueda no ser visible al exterior. (...)
En la palabra «verdad» englobo también la belleza, la virtud y toda clase de bien, de forma que se trata para mí de una forma de concebir la relación entre la gracia y el deseo. Había recibido la certeza de que cuando se desea pan no se reciben piedras, aunque en aquella época todavía no había leído el evangelio".