Voy a un supermercado, compro el doble de lo que pensaba
(para no perder la costumbre) y me coloco al final de la fila. Estamos bastante
gente. La cajera va a toda velocidad, pero por un momento se detiene, agarra un
micrófono y su voz suena por la megafonía: “señorita Patricia, señorita
Patricia, acuda a caja”. En menos de un minuto aparece la señorita Patricia
que estaba reponiendo yogures y se pone a
atender en otra de las cajas. “Por favor, vayan pasando en orden”. Duplicadas
las fuerzas todo fluye para alivio de los clientes aunque los yogures tengan
que esperar.
Voy a una gran biblioteca pública. Hay varias
ventanillas, una para préstamo de libros, otra para devolución de libros, otra
para alta de socios, otra para solicitudes de archivo y otra para que no sean
pares. Encuentro el libro que buscaba y me coloco en la fila de préstamos. Es
bastante larga y el señor que va primero está haciendo una consulta al
que atiende. Las otras ventanillas están completa, absoluta y radicalmente
vacías. Al frente de cada una de ellas una persona con cara del más completo,
absoluto y radical aburrimiento. A ninguno se le ocurre decir que pasemos por
su ventanilla, iría en contra de la excelencia de la especialización. En su día en aquella biblioteca recogieron firmas para solicitar que no se amortizaran dos puestos pues se
resentiría el servicio. Es lo que tiene la falta de personal…
Acudo a las oficinas de Tráfico, se repite la escena de la
biblioteca pero sin libros. En la interminable cola de “Información” un único señor con edad de
estar jubilado atiende con santa paz. No se lo reprocho, si todos los días es
así tiene tajo ininterrumpido desde el punto de la mañana hasta el día del
Juicio Final por la tarde. Por lo visto todo pasa por ahí salvo las citas
previas. Incluso para pedir un triste impreso hay que incorporarse a la fila
del ciempiés y ver girar el tiovivo de las agujas. Miro a mi alrededor, tres ventanillas vacías, otra con una persona
y otra con dos. Está claro, los usuarios no sabemos hacer las cosas bien, ni tenemos el mínimo sentido para adaptarnos a los procesos burocráticos establecidos.
El día que resuelvan gestiones administrativas en los
supermercados no tengo la menor duda de adónde acudiré.