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BITÁCORA DE RAFAEL HIDALGO

jueves, 11 de octubre de 2018

Mi 600



El coche de algún vecino se incendió en el garaje y el humo lo invadió todo. El Seiscientos de mi padre quedó ennegrecido, la gente se volvía por la calle al vernos pasar pero a mí me daba igual; aquel era "mi" Seiscientos. En él viajábamos hasta el pueblo mis padres, mi abuela, mi hermana y yo con maletas y bolsas a tutiplén y la jaula de los periquitos sobre las rodillas.
Un día mi padre, feliz, nos dijo que nos guardaba una sorpresa. Nos bajó hasta el garaje y nos enseñó un nuevo coche. ¡Nada menos que un Seat 131! Me llevé el berrinche de mi vida. Yo sólo gritaba: "¿Dónde está mi Seiscientos?" Una vez más la imparable fuerza de la edad adulta arrollaba mi universo infantil.
En fin, con el tiempo tuve que acostumbrarme al nuevo vehículo y resignarme a la pérdida de aquel coche con forma de mariquita que a mí me parecía la maravilla de las maravillas.
Si algo me ha quedado claro es que conforme me hago mayor las cosas del mundo van menguando. Antes todo era más grande: mi clase, el patio del recreo, y hasta aquel "cochazo" ahumado que no sé porqué motivo ha venido esta noche a mi memoria.

3 comentarios:

  1. Inolvidables aquellos coches.
    A mí me gusta todo lo antiguo y echo de menos un montón de cosas.
    Son tiempos queridos y aforados.
    Un abrazo.

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  2. Bueno, perdona.
    Quise decir añorados. Uff.

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    Respuestas
    1. :)))

      Amalia, aquí menos tú, yo y cuatro más me parece que todo el mundo está aforado.

      Un abrazo enorme

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