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BITÁCORA DE RAFAEL HIDALGO

jueves, 29 de abril de 2010

El secreto de Quique


Quique tiene parálisis cerebral. Cuando yo era pequeño me causaba mucha impresión, porque lo veía muy alto (será diez años mayor que yo) y tendía a abalanzarse impetuoso sobre la gente que pasaba cerca de él.

Oí decir que su enfermedad era a consecuencia de complicaciones que se produjeron durante su parto. No lo sé. Quizá sea así. Desde luego con su esbeltez y rubia cabellera a buen seguro que habría sido un hombre apuesto. Con los años se ha descuidado un tanto y el deterioro físico ha ido dejando huellas cada vez más pronunciadas.

Me lo suelo encontrar apoyado en su cayado, cerca de su casa, buscando un brazo amigo al que asirse para acudir a algún comercio de la zona a los que proporciona cambios de monedas. Muchos viandantes lo saludan: “¡Hasta luego, Quique!”, y él devuelve el saludo con un movimiento de cabeza y una sonrisa.

Le gustan las novelas de Stephen King y las chicas, porque desde luego Quique es un hombre de los pies a la cabeza. Siempre que hablamos me pregunta cuándo iremos a ver a nuestro amigo Jovi, que está por tierras de Castilla. Le respondo que sí, que tenemos que hacer ese viaje, que a ver si un día de estos; aunque interiormente sé que eso no me va a ser posible, lo cual me deja con cierto sentimiento de culpa.

Si alguna vez voy con prisa y me lo encuentro, enseguida me engancha para acompañarle a alguna tienda; no sé decirle que no, así que angustiado por mi demora, enfilo la proa hacia donde él me diga. Al rato reparo en que ha sido un privilegio, en que no había nada más importante ni agradable que acompañarlo, y me repito que soy un idiota por haber estado a punto de perderme ese momento único.

Me cuesta entender lo que me dice, pero su afecto es evidente. Además, tiene un sentido del humor a prueba de criptonita.

En una ocasión coincidimos mi amigo Miguel Ángel y yo con él. Supongo que lo acompañaríamos a algún establecimiento, por eso de su actividad “cambiaria”. Cuando nos despedimos, Miguel Ángel (a quien tanto echo de menos y que siempre supo fijarse en las cosas de verdad importantes) me espetó una pregunta:

- ¿Sabes cuál es el secreto de Quique?

Lo cierto es que aquello me pilló desprevenido. ¿Acaso Quique guardaba algún secreto? Tal vez se refiriese al origen de su parálisis, o a algún acontecimiento familiar inédito.

Entonces mi amigo me regaló la respuesta:

- El secreto de Quique es que es un hombre feliz.

Aquello me dejó todavía más sorprendido. ¡Era verdad! Miguel Ángel había expresado de la manera más sencilla posible la auténtica consistencia de Quique. Esa realidad había estado muchas veces ante mis ojos, actuante, tácita, pero no se había hecho expresa y, precisamente por eso, quedaba en cierto modo velada. Efectivamente, Quique es un hombre feliz. Esa es su condición.

Así que si alguna vez voy acelerado por la calle, agobiado por mis insignificantes problemas, y me encuentro con él, doy gracias a Dios por ese regalo que me pone tan a mano, y aprovecho para llenar los pulmones del alma con una breve charla, apenas inteligible, pero llena de sentido positivo y amistad. Tampoco hace falta que nos digamos muchas cosas, basta con saber que el aprecio es mutuo y su optimismo contagioso.

¡Gracias Quique por estar ahí!

1 comentario:

  1. Si algún día vas a ver a Jovi, a unos pocos kilómetros se encuentra un grupo de amigos que te aprecia.
    ¡Un bonito artículo!
    Saludos

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