Fue anoche. Mi hija pequeña se estaba tomando de postre un actimel y me pidió que le hiciera un muñequito con la tapa. A menudo, cuando toman yogurt de cristal, les hago figurillas con el cierre, pero esta vez el reto era excesivo. La conversación discurrió del siguiente modo:
- Papá, hazme un hombrecito.
- No puedo porque es pequeña.
- Pues hazme un hombrecito pequeño.
- Es que la tapa es demasiado pequeña.
- Entonces, hazme un hombrecito demasiado pequeño.
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Aquí ya me derrotó. Su "argumento" era inconstestable. Me la hubiera comido a besos, aunque con el catarro que arrastro no pude darle ni uno. De modo que me puse manos a la obra y conseguí hacerle el muñequito demasiado pequeño. He de confesar que incluso quedó mejor que otras veces que lo he hecho con la tapa del yogurt.
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La actitud de la chiquitina de la casa me ha hecho recapacitar. Cuántas veces dejo de hacer algo bueno porque es demasiado pequeño. ¿Para qué voy a darle una moneda a ese indigente si es demasiado poco y no le va a arreglar la vida? ¿Para qué me voy a parar a saludar a aquella persona si tengo tan poco tiempo? ¿Para qué le voy a contar lo que me ha sucedido si es tan poco importante? ¿Para qué voy a llamar a mi amigo, a mis padres, a aquel compañero si tengo tan poco que contarles? ¿Para qué le voy a comprar esta sorpresa a mi mujer si es tan poca cosa? La raposilla de la familia tenía la respuesta: si lo que puedes hacer es demasiado poco, ponte en marcha y ¡haz ese demasiado poco!
Son esos pequeños detalles los que dan sal a nuestros días. Gracias por esta entrada. Me encanta :)
ResponderEliminarUn abrazo
Vuelvo a leer el blog, tras un tiempo de ausencia.
ResponderEliminarTienes razón, Rafael. Cuántas veces nos escudamos en la imposibilidad de hacer algo grande para no hacer tampoco lo pequeño. Espero recordarlo a menudo.
Por cierto, mi hija consiguió un 10 y una mención especial por la originalidad en su redacción sobre "lo esencial es invisible a los ojos", gracias a tu entrada "los ojos del corazón". Compartimos la nota contigo.
Un saludo.
Muchas gracias, Ana Belén. Siempre es una alegría tenerte aquí.
ResponderEliminarY tú, Antonio, me das un notición. No hay nota que compartir, el mérito íntegro es de tu hija. Lo que sí compartimos es la alegría por su éxito. ¡Enhorabuena!
Por cierto, con ese don que ni se le ocurra hacer una carrera de ciencias. Hacen falta buenas Humanistas.
Bueno, Rafael, también hay buenos humanistas que han estudiado una carrera de ciencias. ¿No crees?
ResponderEliminarUn saludo,
Antonio
Me estoy aficionando a tu blog, me encanta leer a personas con algo que contar y que me hagan pensar y recapacitar.
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