Este verano, viendo a mis hijas gozar de los mayores espacios de libertad que ofrece un pueblo, he reflexionado sobre el particular, y me he planteado lo siguiente:
Las ciudades son ámbitos creados por los hombres ajustándose a sus propios parámetros. En ellas apenas hay naturaleza, todo es fabricado, sistemáticamente civilizado. Sin embargo, esa desbordante presencia de lo humano, lejos de otorgarles seguridad se convierte en una amenaza. Ningún niño anda suelto por las urbes. En el campo sucede lo contrario; lo humano escasea. Allí la naturaleza dicta sus normas, pero en cambio los hombres se encuentran más en su medio, libres, autónomos.
¿Será que hemos olvidado que somos parte de la naturaleza y que su destierro es nuestra perdición?
Me gusta mucho esta entrada tuya. Yo vivo en el campo, aunque me crie en pleno centro de la ciudad. No cambiaria la vida con mis hijos aqui entre gallinas y animales de corral, con un ciento de mascotas y demás bichos en cajitas y botes; ni por un palacio. Ahora en verano apenas vestidos con la ropilla interior o un bañador, se mezclan descalzos entre los sembrados y trepan como el niño de Tarzan a los árboles frutales. No, no lo cambio, me gustaria que escucharas las conclusiones que mis hijos sacan solos de jugar con lo que la naturaleza les ofrece.
ResponderEliminarUn abrazo.
Eres un magnífico glosista. Ojalá algún día pueda coordinar un periódico, una revista, o un programa de radio, ny poder contar, si quieres, con tu presencia como glosista. Una pregunta que me hago desde hace tiempo, Madrid con más de 8 millones de habitantes la Comunidad, y a su alrededor 3 regiones y 14 provincias con poca población (Castilla León, Castilla la Mancha y Extremadura). Por qué. Qué sentido tiene.
ResponderEliminarEl día que nos convirtamos por completo en urbanitas, estará todo perdido.
ResponderEliminarRecuerdo siempre aquellos días tan felices en un pueblecito de Asturias. Cada mañana, al abrir la ventana, me encontraba con una maravilla de paisaje. Tan verde, tan lindo. Leer un libro bajo la sombra de un árbol me parecía un regalo y, en esos momentos, me hubiera gustado saber pintar. ¡¡Qué dulce tranquilidad!!.
ResponderEliminarUn beso, Rafael.
Mento, ¡qué envidia! Desde siempre tengo clarísimo que la mejor formación que puede tener un niño es en contacto con la naturaleza. A mí es algo que me encantaría poder dar a mis hijas. Otro abrazo para ti.
ResponderEliminarManuel, estoy seguro que puedes sacar adelante lo que te propongas. Respecto a mi granito de arena en cualquiera de esos proyectos, como decían en Los santos inocentes: a mandar, que pa´eso estamos.
Lo de Madrid es tremendo. Para gustos, desde luego, pero a mí es una ciudad que para vivir me abrumaría.
Tracy, tú como yo, la ciudad no es para nosotros.
Amalia, para tu cumple una paleta, unos pinceles y un lienzo. El prado lo pone el Creador. Los besos los colecciono yo.
La realidad de las ciudades es cambiante como la de la sociedad. El futuro de las nuevas ciudades es híbrido con la naturaleza, Aunque no los conozcamos ya existen edificios en ciudades que contienen zonas de huertos y jardines. El nuevo urbanismo pasa por el desarrollo del ser humano con la naturaleza y no la dureza de estos años anteriores que prevalecia el hormigón y la losa armada. La crisis debe enseñar a la sociedad que lo etéreo del valor del suelo es eso, un valor que sirve para masacrar a la sociedad si esta no lo considera en su justo valor, la equidad y necesidad que el hombre tiene del resguardo (casas) y la naturaleza (parques, jardines, huertos) que no solo permitan la regeneración atmosférica sino tambien la autosuficiencia de la propia sociedad, o abastecimiento parcial de materias primas básicas de alimentación.
ResponderEliminarYo pienso que deberiamos volver a lo de antes. Cuando yo era pequeña mis padres en cuanto nos daban las vacaciones nos ibamos al pueblo. Mis abuelos tenian vacas, mulas, cerditos, gallinas, etc... en la casa y yo me lo pasaba en grande. Esto me ha llevado al recuerdo de recordar cuando preparaba el maiz para dar de comer las gallinas, cuando me llamaba mi abuela para ir a dar de comer a las vaquitas que acababan de nacer y poderlas acariciar, el ver como pariá una vaca, etc... o incluso cuando mi tio me montaba en el carro con la paja... Son recuerdos que no olvidaré. Ahora cuando se lo cuento a mi hijo, alucina. Y con ésto quiero decir, que estamos haciendo que esa infancia inocente que era la nuestra esta desaparenciendo y sobre todo porque ya en la mayoria de los pueblos estan desapareciendo los animales y es dificil ver alguno.
ResponderEliminarCreo que habría que volver a lo de antes y que los niños disfrutaran de la libertad que les estamos quitando con tanta tecnologia y tantos trastos que en definitiva lo único que hacen es atarlos.
Ana desde Talavera
Fray Otitos, deseo de corazón que despertemos a esa conciencia de armonía con la naturaleza y de cambio de modelo en las ciudades. A día de hoy, al menso en el entorno que yo conozco, ese cambio me temo que no se ha producido. De camino a mi trabajo ahora mismo están levantando unas moles de hormigón que da miedo mirarlas. No desesperar.
ResponderEliminarAna, ¡qué alegría! Estoy contigo. El contacto con la naturaleza, al que tan sensible son los niños, está ahora tremendamente restringido. La propia mecanización del campo y la masificación en la producción hace que o veas un millón de gallinas hacinadas en una nave, o no veas ninguna. Yo creo que la vía es la que propone Fray Otitos, buscar el modo de armonizar nuestro modo de vida con la naturaleza de la que formamos parte. Eso pasa por un cambio de mentalidad. Un abrazo.
Totalmente de acuerdo, Rafael... la naturaleza nos acoge -aunque a veces su fuerza nos asusta- en cambio las ciudades se han convertido en jaulas de cemento, muy previsibles eso sí, todo muy organizadito, pero jaulas al fin y al cabo. Desde luego, si yo pudiera viviría en el campo. Un abrazo y feliz semana.
ResponderEliminar