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BITÁCORA DE RAFAEL HIDALGO

viernes, 31 de enero de 2020

Memoria de la memoria



Hay males que me parecen particularmente terribles. Uno de los que me impresiona de forma particular es el olvido. El olvido, no el despiste. Ese olvido devorador que en una de sus formas es conocido como Alzheimer.

¿Qué queda de uno cuando se ha borrado el rastro de aquellos a quienes amó? Es sumergirse en la noche, en un caos de sensaciones desordenadas.

Llamaban los antiguos a la verdad alétheia. Ortega y Heidegger rescataron aquel concepto y nos recordaron que su significado era des-velar, quitar el velo a lo que estaba oculto, poner a la vista. Y qué hace el olvido sino correr cortinas, esconder, oscurecer.

"¡Luz, más luz!", exclamó Goethe justo antes de exhalar su último aliento. La luz es la vida del hombre.

La etimología de alétheia tiene otra raíz. "A", en griego, es la forma negativa, indica una privación. Así a-nónimo es lo que no tiene nombre, a-narquía es la ausencia de poder, y a-moral carente de moral. A-létheia haría alusión al río Lete, que transitaba por el Hades, el inframundo. En él bebían las almas antes de reencarnarse para olvidarlo todo; y por ello Platón nos animaba a rememorar, que eso a fin de cuentas era el conocimiento.

Alétheia sería des-olvidar, sacar del olvido. Quien no rememora no re-cuerda, no vuelve al corazón.

Nuestro tiempo dice despreciar la memoria. Cree que es suficiente con que tengamos acceso a una máquina que acumula datos. Ni entiende lo que es la memoria ni entiende lo que es un hombre.




miércoles, 29 de enero de 2020

¿Quién soy yo para juzgar?



El lunes me puse a grabar un vídeo sobre el libro  Eichmann en Jerusalén, de Hannah Arendt. En la recta final la cámara se quedó sin batería. Pensé recomenzarlo desde el principio en otro momento pues no me acababa de convencer el resultado. El caso es que he cogido un trancazo del catorce y no sé cuándo podré hablar sin rascarme la garganta a fuerza de toses agotadoras.

Al margen de esto, lo cierto es que cada vez me cuesta más plantarme delante de la cámara y hacer una exposición. O tal vez siempre me ha costado lo mismo, sólo que ahora se me hace más cuesta arriba. Me fatiga más. Me frustra más. Me deja más insatisfecho. No sé. Creo que tengo más facilidad para la escritura.


No quiero acabar sin dejar una perla de esta obra. Arendt está hablando de la Conferencia de Wannsee, en la que diversos responsables del partido nazi y del Estado se tenían que coordinar para poner en marcha el aniquilamiento a gran escala de judíos, gitanos y otros "indeseables". El temor de los dirigentes nazis era la posible resistencia de los altos funcionarios, dado que no estaban adscritos a su ideario. La sorpresa vino cuando constataron el entusiasmo con que se implicaban en aquella aberración.

Escribe Arendt refiriéndose a Eichmann, teniente coronel juzgado en Jerusalén y protagonista de la obra mencionada:



"Pudo ver con sus propios ojos y oír con sus propios oídos que no sólo Hitler, no sólo Heydrich o la «esfinge» de Müller, no sólo las SS y el partido, sino la élite de la vieja y amada burocracia se desvivía, y sus miembros luchaban entre sí, por el honor de destacar en aquel «sangriento» asunto. «En aquel momento, sentí algo parecido a lo que debió de sentir Poncio Pilatos, ya que me sentí libre de toda culpa.»"

Y ahora viene lo más sustancioso. Continúa Arendt:


"¿Quién era él para juzgar? ¿Quién era él para poder tener sus propias opiniones sobre aquel asunto? Bien, Eichmann no fue el primero, ni será el último, en caer víctima de su propia modestia".

Creo que no hace falta demasiada perspicacia para entender que no trata de juzgar a personas ni conciencias. A lo que Arendt hace referencia es a los contenidos, acciones, criterios, a la distinción de lo bueno y de lo malo, a la definición de los límites de nuestra acciones.

Claro que aquella "Solución final", como su nombre indica, fue un punto de llegada que no emergió de la nada. El pistoletazo de salida fue una muerte por piedad aprobada por Hitler a petición del padre de la criatura, un niño con retraso, ciego y privado de algunas extremidades. Era 1938. Desde ese instante la eutanasia fue tomando carta de naturaleza y todo cambió para siempre.

miércoles, 15 de enero de 2020

ROBINSÓN RESPONDE: ¿PARA QUÉ SIRVE LA FILOSOFÍA?



Robinsón cumple su palabra, y con bastante diligencia, todo hay que decirlo. Aquí tenemos su vídeo explicativo del para qué sirve la filosofía.

sábado, 11 de enero de 2020

LA VOZ (FILOSÓFICA) DE LA CALLE




Me lío la manta a la cabeza y acompaño a mi amigo Robinsón a hacer una entrevista a pie de calle.

¿Para qué piensa la gente que sirve la filosofía? Unos cuantos filósofos han afirmado que para nada. ¿Coincidirán con ellos?

miércoles, 8 de enero de 2020

Decisiones de despacho. Tras las huellas de Hannah Arendt




Cuando encuentre tiempo y energía me gustaría hacer un vídeo sobre Eichmann en Jerusalén, de Hannah Arendt. Hasta entonces voy a compartir con quienes tenéis la amabilidad de dar vuelta por este blog un par de "conexiones" con otras lecturas.

La primera es en lo referente al "sacrificio" que los ejecutores de las matanzas debían realizar. Himmler, máximo responsable de las SS, alentaba a sus hombres en el aniquilamiento de su propia conciencia transmitiéndoles la idea de que estaban cumpliendo una misión histórica.


Estas son las batallas que las futuras generaciones no tendrán que librar». Se refería a las batallas contra las mujeres, los niños, los viejos y las «bocas improductivas»", aclara Arendt.

El Reichführer también les decía:


"Esta es una gloriosa página de nuestra historia que jamás había sido escrita y que no volverá a escribirse". ¿Y qué tenían que hacer para escribir esa página? "La orden de solucionar el problema judío es la más terrible orden que una organización podía jamás recibir". "Sabemos muy bien que lo que de vosotros esperamos es algo sobrehumano, esperamos que seáis sobrehumanamente inhumanos".

Vayámonos dos mil cuatrocientos años atrás. En Atenas gobiernan los treinta tiranos. Entre ellos sobresale Critias, tío de Platón. Como nos cuenta Jenofonte, quien probablemente tomó parte de aquellos hechos, Critias se dirige a la caballería para dar la orden de aniquilar a toda la población de Eleusis. Sus habitantes no están en guerra con Atenas, son familias, muchachos, mujeres, ancianos, que tienen la desgracia de vivir en un enclave del que el líder ateniense quiere apoderarse para garantizar la retaguardia. Para ello Critias urde un engaño. Les dice que van a hacer un censo y por ello deben salir por las puertas de la ciudad. Fuera esperará la caballería formada en dos filas e irá aniquilando uno tras otros a todos los que abandonen la población. La víspera Critias lanza un discursos a sus subordinados. Dice así:


"¡Amigos! Estamos preparando un nuevo orden, para nosotros y para vosotros. Por ello, como habéis tomado parte tanto de las ventajas como de los trabajos que ello implica, debéis también compartir los peligros. Los arrestados de Eleusis no tienen salvación: deben ser ejecutados. De esta forma vosotros compartiréis con nosotros los temores y las esperanzas".

Al igual que Himmler presenta como inevitable la necesidad de acabar con los judíos para traer un orden sublime, Critias habla del orden nuevo que vendrá de la mano de la aniquilación de los habitantes de Eleusis: "Los arrestados de Eleusis no tienen salvación". La fatalidad. No se puede cuestionar lo que precisamente desencadena toda la tragedia. La suerte está echada.


El otro apunte que quería hacer se refiere al tipo de crímenes que cometieron los promotores y diseñadores del genocidio nazi. Su delito es escurridizo como la serpiente, pues ellos no ejecutan. No ven a sus víctimas, ni su sangre les salpica. Actúan siempre desde la distancia cumpliendo órdenes. ¿Acaso se puede condenar a alguien por ser eficiente en el cumplimiento de su cometido?

Dice Eichmann durante el juicio:


"Ninguna relación tuve con la matanza de judíos. Jamás di muerte a un judío, ni a persona alguna, judía o no. Jamás he matado a un ser humano. Jamás di orden de matar a un judío o a persona no judía. Lo niego rotundamente".

Efectivamente, el cometido principal de Eichmann era la logística. El traslado de los cautivos a los campos de exterminio. A fin de cuentas él era sólo uno de los muchos engranajes de una maquinaria que él no había puesto en marcha.


Arendt ve con alivio que la sentencia condenatoria se acerque a le verdadera naturaleza de estos crímenes cuando dice:


"... en un delito tan enorme y complicado como el que nos ocupa, en el que participan muchos individuos, situados a distintos niveles, y en actividades de muy diversa naturaleza - planificadores, organizadores y ejecutores, cada cual según su rango-, de poco sirve emplear los conceptos comunes de instigación y consejo en la comisión de un delito. Estos delitos fueron cometidos en masa, no sólo en cuanto se refiere a las víctimas, sino también en lo concerniente al número de quienes perpetraron el delito, y la situación más o menos remota de muchos criminales en relación al que materialmente da muerte a la víctima nada significa, en cuanto a la medida de su responsabilidad. Por el contrario, en general, el grado de responsabilidad aumenta a medida que nos alejamos del hombre que sostiene en sus manos el instrumento fatal".

Esta frase final en cursiva, tal y como está en el texto, tiene perfecta coherencia con el prefacio de un libro publicado durante la guerra mundial y escrito por C.S. Lewis. Me refiero a su famoso Cartas del diablo a su sobrino. En el mismo se dice entre otras cosas lo siguiente:


"Vivo en la Era del Dirigismo, en un mundo dominado por la Administración. El mayor mal no se hace ahora en aquellas «sórdidas guaridas de criminales» que a Dickens le gustaba pintar. Ni siquiera se hace, de hecho, en los campos de concentración o de trabajos forzados. En los campos vemos su resultado final, pero es concebido y ordenado (instigado, secundado, ejecutado y controlado) en oficinas limpias, alfombradas, con calefacción y bien iluminadas, por hombres tranquilos de cuello de camisa blanco, con las uñas cortadas y las mejillas afeitadas, que ni siquiera necesitan alzar la voz".









jueves, 2 de enero de 2020

España no es negociable



En un tiempo en que unos pocos actúan como si la nación tuviera un carácter patrimonial propio; como si un resultado electoral contingente los facultara para decidir su continuidad o su fractura; que están dispuestos a fijar normas sobre cuestiones que competen al ámbito privado de las personas, no está de más recordar estas palabras de Julián Marías:


"Los sistemas electorales, que son muy varios, pueden ser muy malos. Por ejemplo en España está muy mal. En España tenemos un sistema electoral que consiste en las listas cerradas y bloqueadas. Cada partido presenta una lista de candidatos puestos por orden, y es la administración del partido la que determina el orden, con lo cual el que está en los primeros puestos probablemente va a ser diputado y los que están más abajo saben que no van a salir; por supuesto.

Hay que votar una lista de partido. Y no se pueden mezclar candidaturas ni se puede siquiera tachar un nombre. Yo a veces diría: yo a este señor no lo votaría por nada. (...)
Cuando se vota a personas uno tiene representantes, porque ha votado por ellos. Y ellos tienen responsabilidades también personales. Si se vota a una lista entonces nadie es responsable; y no se siente responsable ante los electores. (...) Entonces eso corrompe la democracia.

Por otra parte, la democracia a mí me parece el único régimen legítimo, adecuado para nuestra época. (...) Pero con una condición, que esté inspirada por el liberalismo. Si la democracia no es liberal se convierte en un instrumento de opresión, como cualquier otro. (...) De modo que, en definitiva, la libertad se extingue.

Hay otro aspecto: un partido gana unas elecciones. Tiene derecho a gobernar; quiero decir, a ejercer el mando. Lo que no puede hacer es asumir la gestión total del país, porque no tiene capacidad para ello. Los miembros de un partido en general son muy pocos, y además no tienen porqué tener capacidad para todo.

Una democracia liberal es una democracia en la cual el poder se limita a sí mismo. Sabe que no puede intervenir por ejemplo en la vida privada, en la vida de las personas, en la unidad de un país. La política se refiere a las normas generales de la convivencia y nada más. (...)

La democracia liberal es la democracia que limita el poder a los asuntos rigurosamente políticos. Yo a veces pongo un ejemplo muy trivial: supongamos que el gobierno español, el gobierno más legítimo que se quiera (...) quisiera superar la situación económica mala vendiendo el Museo del Prado. Naturalmente con eso la economía se sanearía. ¿Es que se puede hacer? No. ¿Por qué? Porque el Museo del Prado no le pertenece a nadie. Ni siquiera a los españoles todos vivos. Le pertenece a los españoles pasados y a los españoles futuros, a los que van a nacer. Y por tanto ningún gobierno podría vender el Museo del Prado. (...)

La democracia liberal se pone límites a sí misma y respeta a las minorías. Y las minorías tienen que aceptar lo que las mayorías disponen, con el derecho a convertirse en mayorías también, y a que les dejen convertirse en mayorías si pueden. Entonces la democracia es el único régimen decente, el único régimen legítimo en nuestra época. Si no se convierte en un despotismo, en una dictadura legal."

Si se quiere ver lo recogido en el texto directamente, a partir del minuto 6:00: