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BITÁCORA DE RAFAEL HIDALGO

domingo, 17 de diciembre de 2017

Buscando (desesperadamente) el regalo perfecto para estas navidades




He estado buscando como un loco el regalo perfecto para estas navidades. Las fechas se me echaban encima y no había manera.

Dando vueltas y más vueltas ¡por fin lo he encontrado!

Lo comparto con todos vosotros.

Por si alguien tiene interés en hacerse con él os paso los enlaces donde se puede adquirir (únicamente vía Internet).

¡Qué gran descubrimiento!


- Directamente a la editorial:
https://tienda.exlibric.com/libros-en-papel/7236-bresca-el-guardia-suizo-9788416110841.html?search_query=Bresca.+El+guardia+suizo&results=2

- Por Amazon:
https://www.amazon.es/Bresca-guardia-Rafael-Hidalgo-Navarro/dp/8416110840/ref=sr_1_1?s=books&ie=UTF8&qid=1509105865&sr=1-1&keywords=Bresca.+El+guardia+suizo

- La Casa del Libro:
https://www.casadellibro.com/libro-bresca-el-guardia-suizo/9788416110841/3023855

miércoles, 13 de diciembre de 2017

Balance de cuatro años del canal de Youtube



Llega el momento de hacer un alto para hacer balance sobre lo realizado con el canal de vídeos y, a partir de ahí, plantearse qué hacer en el futuro.

domingo, 10 de diciembre de 2017

A veces el cielo



A veces descubres que al cielo se llega por la escalera que conduce a un primer piso, en una calle cualquiera de una ciudad ni bella ni con solera.

A veces descubres que lo has alcanzado al oír una voz con la puerta abierta, que te espera, que te invita, y al cruzar el umbral te reciben hermosas sonrisas que te acogen y agasajan sin tú merecerlo ni poder corresponder en nada, porque quién podría pagar lo que gratis se te diera.

A veces descubres que el cielo son dos querubines que te acompañan, uno renqueante, herido como un ave en el ala, el otro saltarín e impulsivo, que tan pronto besa como brama.Y los miras, y sabes con una seguridad que no alcanza el más exacto axioma que son perfectos para amar. Que para ese menester nada les sobra ni les falta. Que sin ellos el mundo estaría tan vacío que sería peor que la nada.

A veces descubres que el cielo es un paseo junto a un lago invisible, o una comida familiar conversando sobre conejos voladores llegados de Finlandia, o una cerveza mágica y un pastel que la acompaña mientras con un amigo hablas de filosofía.



A veces descubres que el cielo no es un lugar, sino el encuentro con unas personas que se aman.

domingo, 3 de diciembre de 2017

La voz de los seguidores de Polizón y Náufrago



Tenía que llegar este momento. La voz de los seguidores de Polizón y Náufrago se tenía que escuchar. Por fin, sin censuras, sin intermediarios, sin vergüenza (ni mucha ni poca) resuena con fuerza.

¡Bienvenidos a bordo, polizones!

miércoles, 29 de noviembre de 2017

Husserl y la fenomenología (interruptus)




Hoy en Filosofía para Náufragos traemos a uno de los grandes: Edmund Husserl, el padre de la fenomenología. Maestro de filósofos de la talla de Heidegger o Edith Stein.

Si quieres saber algo sobre su pensamiento, estás en el sitio adecuado (o no, ya se verá).

¡Bienvenidos a bordo, polizones!

sábado, 25 de noviembre de 2017

Carta a Kenneth Branagh (con un reproche)




Estimado Kenneth:

Permíteme la familiaridad en el trato pero es que he vivido unas cuantas aventuras contigo desde hace mucho tiempo. Entre otras cosas he de hacerte un reproche, un único reproche, pero antes de ello te diré gracias.

Gracias por Shakespeare, por ejemplo. Cuando tantos celebraban Los amigos de Peter, yo disfrutaba con Enrique V y su memorable día de San Crispín. "Nos pocos, nos felices pocos, banda de hermanos..."

Qué decir de Mucho ruido y pocas nueces, que también dirigiste, y tu divertida interpretación de Benedicto.

Con Hamlet pienso que pasó algo. Fue tu apuesta, tu gran apuesta. Hamlet entero, de pe a pa. Sin tregua. El público ya estaba preparado, o debería... No sé, quizá me equivoco y te diste por satisfecho con su tímida acogida a pesar de su grandeza, pero quizá...

Luego marchaste a Estados Unidos y me costó reconocerte en el tipo de películas que hacías. ¡¿Wild, Wild, West?! ¿Qué fue aquello? ¿Y Promesas incumplidas? ¿A qué vino?

Pero en fin, hoy me has dado a disfrutar de otro clásico: Asesinato en el Orient Express. Película que destila esmero, amor por la belleza, oficio, respeto a la obra original sin perder de vista el medio en que te mueves, y muchas otras cosas buenas. A buen seguro que Agatha Christie, donde quiera que se encuentre, estará satisfecha con el resultado.

No obstante te he dicho al principio que guardaba para ti un reproche. Creo que va siendo hora de ponerlo de manifiesto. Iré directo al grano. Kenneth, ¿por qué tuviste que nacer británico? ¿Por qué no abrieron tus ojos en esta tierra llamada España?

Nuestros directores no sienten especial interés por los clásicos (tal vez ninguno), tampoco por nuestra historia, y cuando la tocan, ¡ay madre! ¡Temor y temblor! ¡Menuda sesión de autoflagelación y baño de leyenda negra!

Recuerdo una directora, fallecida hace ya veinte años, que se atrevió con una obrita de Lope de Vega, El perro del hortelano. A ver, no era el Cyrano de Bergerac interpretado por Depardieu, pero bueno, al menos abría nuevas posibilidades. Murió ella y se bajó el telón; hasta hoy.

En fin, amigo Branagh, probablemente si hubieras nacido en España te tendrían barriendo platós o en la cola del paro, con lo cual, bien pensado, poco reproche se te puede hacer.

Te deseo muchos éxitos y nosotros que los disfrutemos.

Con afecto y admiración te saluda:
Rafael

miércoles, 22 de noviembre de 2017

"Paradero desconocido", de Kressmann Taylor

El libro que os propongo hoy es muy corto, apenas 80 páginas.

"Paradero desconocido" recoge el cruce epistolar de dos amigos que...

Bueno, casi mejor os lo cuento en esta reseña:




¡Bienvenidos a bordo, polizones"

viernes, 17 de noviembre de 2017

La filosofía como una de las bellas artes



¿Puede un libro que habla sobre filosofía ser ameno? Puede. Y para demostrarlo traigo una reseña a propósito de uno que cumple este requisito. Su autor: Daniel Innerarity.

¡Bienvenidos a bordo, polizones!

domingo, 12 de noviembre de 2017

George Orwell, el hombre que narró el totalitarismo




El fin de la privacidad, la ingeniería social, la manipulación del lenguaje... todos estos elementos y muchos más fueron descritos por George Orwell en algunas de sus obras. Aquí te proponemos las dos más relevantes: Rebelión en la granja y 1984.

No te pierdas este nuevo vídeo de Filosofía para náufragos.

¡Bienvenidos a bordo, polizones!

lunes, 30 de octubre de 2017

El ritmo de la Filosofía




Tres mil suscriptores. Me cuesta entenderlo. Tres mil personas que en algún momento pensaron: este canal merece la pena. Quizá luego muchos lo olvidaron, perdieron el interés o se arrepintieron. Pero tres mil personas lo hicieron. Asombroso. Al menos para mí.

Bienvenidos todos a Polizón y Náufrago.

domingo, 29 de octubre de 2017

¡Hagan juego, señores!



“Es justo, como sucede en español, que el sentido más fuerte y primario de la palabra «valor» sea el de valentía, que se refiera a lo valiente más que a lo valioso, porque si falta el valor perecen los demás valores”. Julián Marías

¿Hubo valor en el pueblo? Sí. ¿Y en el rey? Sí. ¿Lo tuvieron los dirigentes políticos? ¿Y el gobierno? Mejor callar. No hay Almax suficiente para calmar este ardor. No hay visión más penosa que la de un líder huyendo de la responsabilidad de su cargo; pidiendo girar el tablero a cada jugada para que sea el otro quien decida. "¿Qué quiso decir?" "El lunes veremos, a ver si el jueves aprobamos... y el sábado nos reunimos..."


¿Y los otros? Atareados en sus cálculos oportunistas. Antes cabeza de ratón que cola de león. A fin de cuentas la patria de un político es su partido. En él vivimos, nos movemos y existimos.

Y ahora, para celebrar que los tahúres no han conseguido desplumarnos hemos decidido volver a poner nuestro caudal en la mesa de apuestas.

- ¡Hagan juego, señores!
- Pero, ¿no se va a hacer nada?
- Sí, jugar con ellos otra partida. Cuanto antes. Les hemos descolocado. ¿No lo ves? Eso no lo esperaban.

Reina el optimismo. Todavía tenemos fichas en las manos, ¿no?

En fin. Sólo unos pocos parecen entender la naturaleza del problema, pero no interesan demasiado. No estamos para tristezas, y menos para decisiones "tajantes".

Entre esos pobres iluminados que no salen a ver los fuegos de artificio se encuentra el periodista Ignacio Ruiz Quintano. Aquí su pluma, calmando el dolor de la lucided con la ironía:

lunes, 16 de octubre de 2017

Reseña de libros de C.S. Lewis



A petición de un seguidor del canal Polizón y Náufrago, hoy os presento la reseña de algunos de los libros de C.S. Lewis.

En concreto hablamos de:

1) El gran divorcio
2) Cartas del diablo a su sobrino
3) El diablo propone un brindis
4) Cautivado por la alegría
5) Una pena en observación

Como siempre, espero que disfrutéis y os sea de utilidad.

jueves, 12 de octubre de 2017

Nos la están colando



“- ¿Pesimista? En absoluto, querida mía. ¿Pero qué ha de hacer un centinela sino dar aviso de lo que observa? No hay centinelas pesimistas u optimistas, Prudencia. Hay centinelas despiertos y centinelas dormidos”.
El despertar de la señorita Prim. Natalia Sanmartín

Durante estos días el gobierno de Cataluña, secundado por parte del parlamento y por una enorme masa de ciudadanos, se ha declarado en rebeldía, primero promoviendo un referéndum ilegal y, finalmente, proclamando la independencia, aunque posponiendo confusamente su puesta en marcha. Se trata de la casi culminación de un plan que venían desarrollando desde hacía tiempo. En todo este proceso la actuación del gobierno de España ha ido siempre a la zaga de los acontecimientos, temeroso de que cualquier gesto pudiera ser interpretado como autoritario y fuera aprovechado por sus rivales políticos para atacarlo. Cuando finalmente se decidió a actuar la bola se había hecho demasiado grande y llegó el choque. Superado por los acontecimientos, tuvo que ser el pueblo (o una nutrida porción de él) el que dio un paso adelante para alzar la voz en las calles frente a aquella deriva. “Aquí lo ha hecho todo el «pueblo» -decía Ortega en La Rebelión de las Masas-, y lo que el «pueblo» no ha podido hacer se ha quedado sin hacer”. Siendo honestos hay que señalar el papel determinante del rey, la autoritas, que con su discurso televisado marcó un punto de inflexión a la situación.

El 11 de octubre el gobierno español, con el respaldo del Partido Socialista y Ciudadanos, ha anunciado ante el parlamento que si no se rectifica aplicará el artículo 155 de la constitución que le faculta para intervenir en las competencias de una comunidad. Toda la atención mediática se ha centrado en esta advertencia –a plazos- que se presenta como mágica.

Sin embargo los medios (que son la guía de nuestra atención) sólo tangencialmente se han fijado en el precio a pagar por ese respaldo político; a saber, la reforma de la constitución. ¿Precisamente ahora, en plena crisis rupturista? Sí, precisamente ahora, y tiene su porqué.

Echemos la vista atrás. En la estrategia diseñada por los separatistas, conseguido el sí del referéndum se establecían diversas vías para alcanzar la independencia (el referéndum siempre fue un instrumento para la secesión, que es su fin último, no nos engañemos). ¿Y cuál era la primera de esas vías? La reforma constitucional. ¡Qué sorprendente coincidencia! ¿Pero cómo lograrla? Establecían dos posibilidades, la que ofrece la propia constitución (artículo 168), o negociar directamente con el Estado (“Puigdemont quiere tratar de tú a tú con el gobierno de Rajoy” ABC digital 12/10/2017).

Es decir, la solución que se ha acabado por adoptar para escapar al apuro inmediato del pulso separatista es ¡seguir su hoja de ruta embarcándonos en un periodo constituyente!

¿Y para qué esa reforma? No es difícil de imaginar. Si no me equivoco –quiera Dios que sí- se pretende levantar el dique que impide cualquier secesión. Artículo 2: «La constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles…»

Dentro de nuestra constitución no cabe la escisión de ninguno de los territorios, prima la unidad. Por eso no sólo no es planteable un referéndum regional, sino tampoco general ni cósmico que permita disgregar la nación. ¿Qué hacer pues con la constitución delante si uno se quiere separar? Quebrantarla o alterarla.
Echo mano de La Vanguardia (digital) del 11 de octubre. Cito textualmente:

«“Tenemos que ver las virtudes y los fallos del sistema autonómico y lo haremos en un plazo de seis meses”, ha comentado [Pedro] Sánchez, quien también ha dejado claro que, para aquellos que defienden un referéndum pactado también tienen que llevar a cabo una reforma constitucional para acoger esa vía. Pero “estamos abiertos a reformar la Constitución y a hablar de cómo se quiere quedar Catalunya en España”, ha advertido. En todo caso, el plan de Sánchez también incluye la oportunidad de que el president Puigdemont pueda comparecer en el Congreso y que todos los dirigentes políticos puedan hacer lo mismo».

Pedro Sánchez, que es quien ha puesto como condición de su apoyo al gobierno esta reforma constitucional, manifestaba el pasado verano que España es una «nación de naciones» (?!) Y en esa dialéctica de confusión añadía que, además de España, también serían naciones “al menos” Cataluña, el País Vasco y Galicia.

Se ahonda en el pecado original de la Transición que consistió en introducir el término “nacionalidades”, insinuando que algunas regiones en realidad eran algo más que regiones: nacioncitas.

La verdad es que en España no hubo nación alguna hasta los Reyes Católicos (unidad política y monetaria, política internacional con sistema de embajadores, etc.), pero el discurso nacionalista se ha ido imponiendo y con él la mentira histórica.

Ya advirtió el filósofo don Julián Marías sobre el serio peligro que conllevaba incorporar el concepto de “nacionalidad” a nuestra carta magna. Siendo senador por designación real en el proceso constituyente afirmaba: «Anuncio desde este momento que se crearán graves problemas si se acepta el término “nacionalidades”, con ventaja para nadie (…). Debo decir que mi preocupación principal no afecta a las consecuencias que se van a derivar de esto para la nación española en su conjunto, sino muy particularmente para aquellas de sus partes que hagan uso político de este ambiguo, vago y desorientador término de nacionalidad» (Diario de Sesiones, 25 de septiembre de 1978).

Y ahora miren en qué comunidades es más difícil ejercer la libertad individual, que a la postre es la única real. Dónde es más difícil hacer valer una opinión política no alineada con el nacionalismo, expresarse en español sin ser considerado ciudadano de segunda, escolarizar a un hijo en español, competir en pie de igualdad para acceder a un cargo público o a un concurso público siendo de otra comunidad o de la propia sin dominar la lengua vernácula.

¿Se ha cumplido la profecía? Entiendo que sí. Basta con ver lo que está pasando en Cataluña, supuesta nacionalidad dispuesta a llevar a las últimas consecuencias su condición de tal. El camino recorrido nos ha traído hasta aquí. En cuestión de días han perdido la sede social (y tributaria) de las empresas del IBEX (no digamos la espantada inacabable de otras no tan visibles, pero de todo tamaño y condición). Centenares de personas sacan sus ahorros de la región. La exportación al resto de España ha caído en picado. Con ser todo esto gravísimo, lo es todavía más el quebranto dentro de la sociedad, el enfrentamiento de tantas familias, amigos, socios. La pérdida de la confianza de la sociedad en sus propias instituciones.

Décadas de adoctrinamiento escolar, mediático, discursivo ha dado sus frutos.
El manido artículo 155 todavía no se ha aplicado, sino que se ha dado un plazo a los sediciosos para que “entren en razón”. En dicho plazo se les está ofreciendo un escenario completamente nuevo, el mismo que proponían como prioritario en su estrategia rupturista. Además, cuentan con el apoyo inestimable de las fuerzas llamadas populistas entregadas a la faena de acabar con todo lo que huela a España para imponer su oxímoron: el igualitarismo discriminatorio.

Se da por amortizada la Transición, pero no para enmendar sus errores, lo cual sería saludable, sino, me temo, para llevarlos ahondar en ellos.
Se abrirá la puerta a la ruptura, maquillada de los más estupendos eufemismos y cobijándola bajo el amparo de la ley, ley que ya no contemplará la unidad como un bien en sí mismo que hay que salvaguardar. Ley que de facto acabará con la igualdad de los ciudadanos españoles.

Sólo me cabe una esperanza, los cientos de miles de ciudadanos que sin conocer filosofía política, ni derecho, ni ostentar cargo político alguno salieron a la calle en masa para gritar “¡no estáis solos!” (el reverso luminoso del Nosaltres sols). Queremos seguir juntos. Queremos seguir siendo españoles y estar en casa yendo a Cádiz, Lanzarote, Tarragona o Palencia.


Espero que esa mayoría casi siempre silenciosa no se deje arrastrar por banderías, complejos y egoísmos y  haga valer su voz. De qué hagamos nosotros depende nuestro mañana.


lunes, 9 de octubre de 2017

La lección de un profesor, de un niño y de un padre




Tomo prestada la siguiente anécdota de una persona que acudió a la manifestación de ayer en Barcelona y la hizo pública en su muro de Facebook:

“En un pueblo de Madrid, niños de sexto de primaria preocupados porque no entienden lo que pasa en Cataluña pero ven a sus papás y mamás tristes y serios, preguntan a su profesora por qué no nos quieren los catalanes.

Al recoger a mi hijo de clase, me dice: papá, mi profe me ha dicho que los catalanes no nos odian, que solo hay unos pocos que están confusos porque les han dicho que nosotros les odiamos a ellos, pero que este domingo, vamos a salir a la calle a decirles que les queremos y todo se va a solucionar.

Me siento muy orgulloso de que en este cole de un pueblo de Madrid, no hayan optado por lo fácil que sería decir, nosotros somos los buenos y ellos los malos, y por contra, hayan generado en mi hijo el deseo de concordia, ya que me ha pedido si podíamos ir nosotros también a decir que no les odiamos
”.

Ojalá haya muchos padres, profesores y niños como estos.

No digo más.


jueves, 5 de octubre de 2017

Creo

Ciudadanos españoles. Ha llegado el momento en que irrumpir con la verdad y rasgar la red de falsedades en que estamos envueltos, es una necesidad ineludible, un deber de humanidad y una exigencia de la suprema ley de la salvación de la masa inocente e irresponsable”. Inicio de la alocución de Julián Besteiro en Unión Radio. Madrugada del 5 al 6 de marzo de 1939.




Creo que va siendo hora de contar la verdad y reconocer su sacralidad.

Creo que la verdad nos hace libres y la mentira, a la postre, nos destruye.

Creo que la política educativa no puede estar en manos de ingenieros sociales deseosos de diseñar nuevos países, sexos, historia ficción, o de dar salida a cualquier frustración. El mundo fue creado “bueno”, ¡cuídalo!

Creo que quien miente debería quedar descalificado socialmente.

Creo que hacerse eco de la mentira, propagando bulos que otros crean porque refuerzan nuestras creencias es una bellaquería; si pedimos a los periodistas que contrasten las noticias y sus fuentes deberíamos hacer lo mismo cuando informamos de algo.

Creo que sobre el odio no se edifica absolutamente nada valioso, sólo trae dolor y miseria. Si no nos sentimos capaces superarlo, igual deberíamos pasar más tiempo de rodillas y hablar menos.

Creo que se puede ser republicano (yo fui casi un jacobino) pero no tonto, ni sectario, y si el Jefe del Estado cumple su función, y se moja en vez de decir lindezas hueras, pues habrá que reconocer sus méritos, no dolerse de ellos porque “cuanto más inútil, mejor para mi causa”.



Creo que algunas personas que ocuparon importantes puestos políticos (y no pienso sólo en uno) deberían ser un poco más humildes y, antes de pedir mano dura, hacer examen de conciencia para reconocer que no hicieron las cosas bien cuando trapicheaban con los nacionalistas obteniendo un poder efímero a costa de hipotecar el futuro de la nación (las letras de las hipotecas van venciendo y bien que lo estamos pagando).

Creo que si un amigo lo es de verdad no deja de serlo por discrepar, pero sí por perder el respeto. Por eso, como se dice en La lección de August, “cuando puedas elegir entre tener razón y ser amable, elige ser amable”.

Creo que España es un gran país, y aunque no es perfecto, tampoco aporta mucho pasarse la vida lamentándose de sus miserias. Como dice mi amigo cooperativista y guipuzcoano José Mari Larrañaga, “menos protestas y más propuestas”.

Creo en dime con quién andas y te diré quién eres. Con según qué compañeros de viaje, pocas aventuras, mejor quedarse en casa.

Creo que si un día, Dios no lo quiera, Cataluña se secesionara, España acabaría. Y eso no es bueno porque todavía nos quedan muchas cosas por hacer. Hay que poner entre todos en orden Europa, que está desmadejada y funcionarizada. Hay que ver la forma de que el mundo hispánico, del que formamos parte, vaya levantando cabeza y cooperando cada vez más. Hay que ver qué pasa con nuestros vecinos del sur, que legítimamente quieren participar de nuestro bienestar pero en muchos casos tienen una visión de la vida más angosta que la nuestra. Hay que recuperar la dignidad de la persona, empresa en la que se empeñaron Francisco de Vitoria, Julián Marías y tantos otros.

Y por último, creo que debo parar aquí porque si no esto se va a hacer interminable.


Un saludo.

lunes, 2 de octubre de 2017

La Patria está en peligro




Lo que está pasando en España es muy grave. Nos amenaza uno de los mayores males que puede sufrir cualquier sociedad: la discordia. Decía Julián Marías que la verdad nos hace libres, pero que ello no significa homogéneos. La unanimidad es siempre impuesta a costa de la verdad. “El desacuerdo es muchas veces inevitable. Pero se puede confundir con la discordia. Ésta es la negación de la convivencia, la decisión de no convivir juntos los que discrepen en ciertos puntos en los que el acuerdo no parece posible” (Tratado sobre la convivencia –Editorial Martínez Roca).

Pienso que es un libro de obligada lectura ante las brumas que nos van envolviendo. “Lo que ha sucedido en lo que fue Yugoslavia es simplemente monstruoso y parece inevitable, pero me pregunto si algún pensamiento «a tiempo» hubiera podido evitarlo” –comenta el filósofo ya casi al final.

Lo que está ocurriendo en Cataluña venía fraguándose desde hace mucho, pero se ha mirado para otro lado, cuando no alimentando, creyendo que lo peor nunca llegaría, que a nosotros no nos iba a pasar lo que a otros, y ya está aquí la realidad, golpeando a la puerta; con las letras vencidas en la mano dispuesta a reclamar lo suyo.

Ha habido grupos alimentando la discordia, el odio, el ombliguismo, la mentira más descarnada, la irresponsabilidad, con impunidad, con arrogancia, con la complicidad de no pocos oportunistas, arrastrando en la medida de sus posibilidades a una parte de la sociedad hacia su sectarismo. Y hay que reconocer que sus esfuerzos se han ido coronando con no pocos “éxitos”, si se puede llamar así a una involución histórica. Desde otros pagos se ha mercadeado con todo ello por el más mediocre oportunismo.

Ahora todo se resquebraja, y la tentación es responder a la discordia con la discordia: “¡hagámosles boicot!”, gritan algunas voces. “No compres productos catalanes” (como si fuera tan fácil sobrevivir sin la crema catalana y el fuet de Can Durán).

Y entre tanto ruido, cruce de acusaciones y propaganda cuesta oír la voz clarificadora, valiente, sensata, veraz, como la de don Julián Marías, a quien tanto se echa de menos en momentos como éste.

Al acabar la guerra civil Marías escribió varias cartas a su maestro Ortega, pero no recibía respuesta, ya que el padre de la razón vital entendía que en circunstancias tan extremas las palabras del intelectual en vez de clarificar contribuyen a incrementar la confusión, los malentendidos. Sin embargo Marías, que raramente hacía algún reproche a don José, sí discrepó en este punto, preguntándose si los silencios no podían ser también malinterpretados.

Finalmente Ortega rompió su silencio, y en carta escrita desde su exilio lusitano le dijo a Marías: «Es usted el único que ha acertado en la táctica para estos tiempos: hacer, hacer, hacer…»

Hay que hacer, y no hacer cualquier cosa, sino lo que hay que hacer. Unos callarán, otros huirán, los habrá que griten, se lamenten, saqueen, engañen, se peleen, amenacen. Pero nada de ello es fecundo. Hay que hacer cosas valiosas, que enriquezcan, que saquen a la luz, “salvaciones”, las llamaba Ortega en sus insuperables Meditaciones del Quijote.

Muy recientemente he leído un comentario de don Gregorio Luri (otro sabio, ¡vivo y vigoroso, a Dios gracias!) que me parece en este sentido especialmente orientador: «En estos momentos quien no tenga una palabra que contribuya a la reconciliación, debería mantenerse mudo».

Me parece que sintetiza a la perfección nuestro actual quehacer. (Y conste que con algún planteamiento de don Gregorio sobre los recientes sucesos puedo no estar del todo de acuerdo, aunque los tengo en mucha consideración. ¿No es un magnífico principio para empezar a construir algo valioso?)

Verdad, concordia, honestidad, palabras (no gritos), y eso que se llama pensamiento. No dejarnos aturullar por el ruido ambiente. Que un día no llegue la desgracia y carguemos con el pesar de no haber tenido “un pensamiento «a tiempo» que hubiera podido evitarla”.






“Yo desconfío del amor de un hombre a su amigo o su bandera cuando no le veo esforzarse en comprender al enemigo o a la bandera hostil. Y he observado que, por lo menos, a nosotros los españoles nos es más fácil enardecernos por un dogma moral que abrir nuestro pecho a las exigencias de veracidad”.

Meditaciones del Quijote. Ortega y Gasset

sábado, 30 de septiembre de 2017

De banderas, trapos y equidistancias



De vez en cuando veo escritos u oigo comentarios según los cuales una bandera no es más que un trozo de tela, "un trapo", y que, por tanto, no merece mayor consideración que una bayeta o un retal para limpiar el polvo.

Casualmente esas "reflexiones" acostumbran a salir a colación cuando la protagonista es la bandera española. Luego, ironías de la vida, quien tal dice puede acudir a un partido ataviado con la bufanda de su equipo o con la camiseta con los colores del mismo, o enarbolar orgulloso la bandera de alguna causa que considere justa.



Y es que además de la obviedad de que una bandera está hecha con un trozo de tela, también lo es (o debería serlo) que es algo más. ¿Qué? Precisamente eso: la representación de una causa.

Por eso no todas las banderas son iguales, porque todas las causas no valen lo mismo. No es igual de respetable defender la vida del inocente que las leyes segregacionistas, por ejemplo.

Somos seres corpóreos, y por ello necesitamos tangibilizar las realidades con que nos relacionamos, desde un pacto a través de un apretón de manos, hasta que somos novatos conduciendo y deben ser comprensivos con nosotros (de ahí la famosa ele).

A mí no se me ocurriría (y creo que a nadie en sus cabales y con un mínimo sentido moral), digo que a mí no se me ocurriría cogerle a un compañero la fotografía en la que aparecen retratados sus hijos y rasgarla delante de él mientras le explico que sólo rompo un pedazo de papel, que eso no tiene ningún valor, que hay muchos folios en la oficina y puede enmarcar otro.

"¿Por qué te molestas si sus hijos siguen gozando de buena salud y los tienes en casa? ¿Acaso por verme romper un pedazo de papel?" Por supuesto que no. Lo que yo he roto no es un mero trozo de papel, sino una representación de algo (o alguien) que para mi compañero tiene mucho valor. Y ya se sabe, y si no se sabe lo explico yo, que la representación en cierta manera contiene lo representado, aunque sólo sea en forma de manifestación, esto es, de ponerlo de manifiesto.

No es que haya roto un folio que era de él; es que he roto la foto de sus hijos.

Cuando la noche del 10 de mayo de 1933 los nazis quemaron montañas de libros, no se limitaban a hacer hogueras vistosas con papel tintado. Aquel acto tenía un carácter moral claro: la persecución del disidente.



En España la bandera nacional frecuentemente se ve como molesta. Hay ámbitos de excepción, como el deportivo, pero fuera de ahí tiende a tacharse de sectaria, más aún, de reaccionaria (no así las banderas secesionistas de algunas regiones, por rancias y fanáticas que puedan ser las propuestas que representan). Se echa la culpa a Franco, como de casi todo lo que nos molesta, se ha convertido en un lugar común tan socorrido como cansino, pues si bien es cierto con él se reinstauró la bandera bicolor, no lo es menos que no la inventó, sino que la tomó de la que históricamente había, con lo cual a estas alturas de la película su papel ya poco debería pintar para bien o para mal.

La actual bandera de España data de la época de Carlos III, cuando países como Italia o Alemania todavía no se habían constituido como nación. La enarbolaron quienes constituyeron las primeras Cortes liberales en Cádiz, quienes defendieron Cuba o Puerto Rico de la invasión Norteamericana, quienes realizaron por primera vez un vuelo entre España y América en el Plus Ultra. También la Primera República la hizo suya, y sólo, en esos más de dos cientos años, la Segunda decidió no hacerlo (en un gesto poco inteligente a mi parecer, pero en el que no me voy a detener pues no es el objeto de este escrito). Es llamativo que la bandera de la Segunda República aparezca en manifestaciones separatistas, como si representara algo opuesto a la Nación Española. Contaba Julián Marías cómo durante la guerra civil en el frente republicano se las veían y se las deseaban para poder izarla pues tanto los separatistas como los marxistas la veían como lo que era, la enseña nacional.

Seamos claros, el problema no es que la bandera sea de tela o de éter místico, sino es España misma, que es lo que dicha bandera representa. Estamos sumidos en una crisis de proyecto nacional grave. En mayor o menor medida se nos hace extraño, ajeno. El mal no es nuevo, pero la dilatación de la enfermedad lo acentúa.

Ahora esta prolongada enfermedad se ha manifestado de forma palmaria en Cataluña. Y más allá de aciertos o errores políticos ha habido una reacción popular extendida en casi toda España que nada tiene que ver con éste o aquel partido (si acaso algunos de los partidos están descolocados ante la misma), sino con la percepción de un enorme número de ciudadanos (aparentemente al menos una mayoría) de que la Nación Española todavía es algo valioso, algo nuestro, de que juntos somos más, de que tenemos una Historia compartida fundada en un proyecto de convivencia que no tiene por qué extinguirse, si acaso actualizarse y vigorizarse. Y ese sentir se expresa, porque, insisto, no somos angélicos, a través de signos sensibles, como puede ser poner una bandera roja y amarilla en la ventana o el balcón.

Desconozco si esta reacción popular será duradera o pasajera. Si por fin asumiremos con naturalidad nuestros símbolos nacionales, sin rubores ni espasmos, como hacen en casi todas partes, o volveremos a nuestros complejos arraigados. Tal vez un día, sólo tal vez, un cantante español podrá salir a un escenario con la bandera de su país sin tener que dar mil explicaciones ni temer que lo etiqueten de esto o de lo otro. Hasta entonces llevaremos camisetas de Iron Maiden con la bandera británica y recordaremos los 80 con el Born in the USA de Bruce Springsteen.





jueves, 28 de septiembre de 2017

Un libro sobre educación y una sugerencia para su autor, Gregorio Luri



Si Nietzsche levantó acta de defunción de Dios (a todas luces precipitadamente), Gregorio Luri notifica en sus escritos (cuerdamente) la muerte del buen salvaje.

El buen salvaje es un mito moderno (la modernidad tiene sus mitos tan activos y poderosos como los vikingos o los dóricos) y este del buen salvaje roussoniano es de los que ha gozado (y sigue gozando) de mayor aceptación.

El caso es que en su último libro Luri contrapone dos tipos de familias, aunque de vez en cuando deja asomar fugazmente una tercera clase: las familias normales, es decir, aquellas en las que sobre la base del amor sus miembros soportan mal que bien sus imperfecciones y sacan las cosas adelante como buenamente saben, y las familias perfectas, que son las que -hablando de defunciones- han olvidado que don Perfecto se murió, y ahí están, dale que te pego, buscando no errar, como Descartes, pero sin acabar de encontrar la glándula pineal que una sus primorosos ideales con el mundo tangible en que pasamos nuestra existencia.

He dicho que en contadas ocasiones menciona de pasada un tercer tipo de familia, y me refiero a la que es incapaz de establecer un sustento de amor, pero apenas se deja ver, pues no se dirige a ellas este su Elogio de las familias sensatamente imperfectas.

Un libro en el que sale a colación "el gran Bruce Lee" y en el que se cita a Unamuno, tenía su puntito para despertar mi simpatía. Un libro en el que vierte su experiencia y sensatez Gregorio Luri, me tiene definitivamente ganado.

Lo he leído en una tarde, de una atacada. Ya me lo han pedido mi señora madre y mi señora hermana. Seremos generosos; que no se diga. Me han salido varias páginas pegadas pero dos en concreto han quedado dañadas al separarlas: Ariel, más cuidado. Buena cubierta, excelentes ilustraciones, letra bien legible, hojas recias, a ver si al final se nos va a ir la mano con la cola.

Y antes de acabar, una sugerencia para el autor. Ha publicado ya unos cuantos libros sobre educación en los que, de vez en cuando, se ilustra la exposición con breves ejemplos de maestros, padres, educadores varios, que hicieron esto o lo otro. ¿Por qué no un libro centrado exclusivamente en ellos? Es decir, invertir la fórmula. Por qué no presentar historias, modelos reales que nos pongan a la vista lo que otros hicieron. Aunque pueden parecer pasadas de moda, las vidas de santos resultaban más edificantes que los más sesudos tratados de teología. ¿No se dice en el libro que resulta más instructiva la emulación, el contagio, la ósmosis, que cualquier argumento moralizante? Pues al lío.

Ahí dejo el guante.

Conclusión para lectores: un libro accesible y edificante para personas normales y extraordinarias, como tú y como yo, que quieren educar bien a sus hijos pero son de este mundo.

domingo, 24 de septiembre de 2017

Sapere aude! ¡Atrévete a saber!



Atrévete a saber. Busca, piensa, mira, averigua. No esperes a que otros te den todas las pautas. Fórmate. ¡Despierta!

Eso te propongo en mi último vídeo:

Sapere aude!

lunes, 18 de septiembre de 2017

¿Por qué me gusta Luciano Canfora?




¿Por qué me gusta tanto Luciano Canfora?

Porque es desconfiado, y esto, que me revienta en cualquiera, en un historiador me parece una cualidad impagable.

Canfora pone la misma atención en lo que dejaron escrito quienes nos precedieron que en lo que callaron, pues a menudo los silencios son más locuaces que las palabras. Y él, que tiene alma de sabueso, se resiste a soltar su presa; escudriña, exprime, mira bajo las alfombras, interroga a los muertos para que nos cuenten sus verdades más ocultas.

Así, quita a Jenofonte su disfraz de aventurero filósofo y nos descubre al hiparco cómplice de los Treinta Tiranos que acabará manchado de sangre y asqueado del despotismo de sus compañeros. Señala el chaqueterismo de Terámenes, uno de los líderes del régimen oligárquico de los Cuatrocientos, que se pasará al bando democrático cuando su olfato político le advierta del cambio de vientos, y más tarde se unirá al golpe olgárquico del 404 a.C.

Qué decir de Crítias, cabeza visible de los Treinta Tiranos, con un pasado tan versátil como el de Terámenes, al que en su momento se unió en su transformismo político y al que silenciará con una ejecución sumarísima cuando llegue al poder.

¿Y Antifonte? Ha quedado como orador y escritor de discursos hechos por encargo, y, sin embargo, fue el auténtico inspirador del régimen de los Cuatrocientos, con el cual, posiblemente, cooperó el propio Tucídides, el gran historiador de Atenas.

Da gusto leer a este hombre que tanto sabe y tan bien cuenta. Eso sí, sus libros no son para todos los públicos. Hay que tener cierto conocimiento previo para no perderse, pues hace tan pocas concesiones a sus lectores como a los protagonistas de sus estudios.

Además, vuelve muchos prejucios del revés. Muestra qué era de verdad el demos. Los vínculos de las democracias de las colonias griegas en Italia con la tiranía. Los de la oligarquía con las revueltas de los esclavos. La masonería de la época mediante asociaciones conspirativas llamadas "heterías", donde la oligarquía preparaba sus golpes de Estado. La irresponsabilidad de la asamblea ateniense en episodios tan negros como el envío de una flota a Sicilia que reabriría la penosa guerra contra Esparta, y tantas y tantas cosas.

Y aquí estoy yo, con El mundo de Atenas en mis manos, entendiendo el presente con la mirada puesta en nuestro pasado.

Canfora, un Sherlock Holmes de la Historia "made in Italy".




viernes, 15 de septiembre de 2017

Duelo de filósofos (el choque tenía que llegar)




Sí, amigos, ha habido choque. No podía evitarse. Tenía que llegar. Era un imperativo (filosófico).

El canal Adictos a la Filosofía y Polizón y Náufrago han medido sus fuerzas. Dos masas grises. Dos inteligencias; o más bien, dos inconscientes batiéndose en duelo.

No os perdáis este último vídeo, es para rugir.

miércoles, 6 de septiembre de 2017

Tadeo Jones 2 o cómo una película española toma la delantera a Pixar y Disney



Definitivamente ha quedado invalidado el dicho aquel de segundas partes nunca fueron buenas. IM-PRE-SIO-NAN-TE. ¡¡Impresionante!! Tadeo Jones 2. El Secreto del Rey Midas, ¡plas, plas, plas!

Esta tarde he ido al cine con mis dos acompañantes favoritas y no hemos parado de reír y de disfrutar. La primera película ya me gustó mucho, pero con esta se salen. Atrapa desde el principio, con un ritmo vertiginoso que no te suelta ni un segundo. Repleta de gags de humor a cada cual más genial; y con elementos tan de agradecer como el amor como motor fundamental de la vida o que los buenos sean buenos y los malos, malos.

Recomendadísima para todos los públicos. Como diría el conocido presentador: "permíteme que insista: ¡recomendadísima!

PD. Sospecho que esto no es más que el principio de una larga amistad.

martes, 5 de septiembre de 2017

España en manos de descubridores de firmamentos




En 1995 tuve la oportunidad de hacer una extensa entrevista a Julián Marías. En la misma abundan las reflexiones sustanciosas del gran filósofo. Como viene muy al caso, ofreceré para muestra este botón:

"Escribí en 1965... quince artículos en Barcelona titulados Consideración de Cataluña... Con gran entusiasmo por Cataluña; con bastante conocimiento que tengo de ella, de su lengua, de su literatura, de su historia, de sus características.
Este libro mereció la aprobación entusiasta de Tarradellas, que era entonces presidente de la Generalidad en el exilio, en Francia...
Las regiones tienen mucha personalidad y deben tenerla porque eso da la variedad que hay en España, pero me parecía un error total plantear las cosas desde el punto de vista nacionalista. Yo soy enemigo de todo nacionalismo. Hay que ser nacional, pero no nacionalista. Se pertenece a una raza, pero no hay que ser racista.
Evidentemente me parecía erróneo el planteamiento nacionalista de lo que no son naciones ni lo han sido nunca. EN ESPAÑA NO HA HABIDO MÁS NACIÓN QUE ESPAÑA... No ha habido ninguna nación en España hasta los Reyes Católicos...
Es una cosa ridícula que se llame comunidades históricas a Cataluña, el País Vasco y Galicia, y no se hable ni de Castilla ni de Aragón, que son evidentemente el origen de la Nación Española como tal."

Como se ve, nada nuevo bajo el Sol, y sin embargo las sombras crecen.
No me resisto a incorporar una cita de don José Ortega y Gasset, maestro y amigo de don Julián. Me refiero a la definición que daba el autor de La Rebelión de las Masas de "provinciano":

"Provinciano es el que cree que su provincia es el mundo y su pueblo una galaxia".

En España los "provincianos" se han adueñado del escenario y nos descubren multiversos cada día.

viernes, 1 de septiembre de 2017

Lo que el ciego Borges vio en el cine

Borges confesaba que en su juventud sintió entusiasmo por la revolución rusa triunfante: no más fronteras, no más guerras, no más desheredados, pero el desencanto no tardó en llegar, eso sí, de una forma un tanto peculiar, ¡contemplando el cine soviético!

"Yo vi el Acorazado Potenkin y vi que los enemigos en ningún momento quedaban bien. Estaban hechos sin ninguna generosidad. Ya se veía el fanatismo (...) Qué lindo film, y al mismo tiempo esto muestra una mente horrible".

Con reflexiones como ésta, ¡cómo no me va a caer bien Borges!

Y qué bien se habría entendido con otro escritor genial como Pérez Galdós, rebosante de generosidad en su pluma. Por ejemplo, en los Episodios Nacionales referidos a la guerra de independencia toma partido por España de la mano de Gabriel, pero a la vez se recoge el valor de los franceses, su entrega en la batalla, su patriotismo, la añoranza por sus hogares, son seres humanos con sus dudas y pesares, no caricaturas.

Es un buen termómetro del fanatismo, en la vida y en cualquier foro, cuando el que no piensa como uno no es que yerre, es que es idiota perdido.


viernes, 25 de agosto de 2017

La decisión del rey o una sorpresa venida de Noruega



No tengo especial simpatía a eso que llaman el “cine nórdico”. Cuando oigo esa expresión me imagino una interminable toma en blanco y negro de una hoja en el suelo o de un rostro entre inexpresivo y serio de un personaje cuyo destino me resulta completamente indiferente.

Así que si me animé a ver una película noruega fue por la buena crítica que mi amigo Miguel hizo de la misma. Pues bien, he de decir que acertó de pleno.
“La decisión del rey” narra el comienzo de la invasión alemana de Noruega durante la segunda guerra mundial. Pero no se trata de cine bélico en el sentido clásico, sino más bien “cívico”, pues acompañamos al monarca, su familia y el gobierno del país en esas horas críticas. Gobierno que, por cierto, pretende ser neutral sin haber tenido la determinación necesaria para gestionar la situación.

Si tuviera que destacar algo sería la “atmósfera”, eso que llaman el clímax; particularmente en los momentos en que los alemanes están a punto de atacar. La cinta transmite perfectamente la angustia de un peligro sobrevenido, cuyo alcance se desconoce y se teme, que uno no ha ido a buscar y que, sin embargo, te sale al encuentro.

Gran película que recomiendo sin la menor duda.