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BITÁCORA DE RAFAEL HIDALGO

sábado, 28 de diciembre de 2013

Amigo mío, sé que no piensas como yo sobre el aborto, pero te he escrito esta carta



Querido amigo:

No sé muy bien cómo empezar esta carta. Me gustaría convencerte de algo, pero eso no se estila porque “con-vencer” la gente lo entiende como “vencer-a”, imponerse, y no como lo que es, ganar juntos la partida. En realidad eso es lo que querría, que tú y yo saliéramos victoriosos, unidos, como en tantas otras cosas grandes o pequeñas.

Quiero decirte que veo cómo te has convertido en uno más de los portavoces de quienes abogan por el aborto. Te haces eco de sus consignas, sus ideas, sus imágenes. Verte metido en eso me hace darme cuenta del enorme alcance que ha tenido la presión ambiente capaz de transformar la mentalidad de una sociedad hasta el punto de incorporar a sus filas a personas como tú. La negra nube ha corrompido con sus mentiras los rincones más nobles de gentes de bien que pensáis defender algo bueno sin reparar en la verdadera naturaleza de eso que ahora proclamas.

La vida no tiene absolutamente nada que ver con derechas o izquierdas. No nació en un grupo de opinión, un laboratorio o la sede de tal o cual partido. La vida es un milagro, difícil de comprender, que se despliega ante nuestros ojos sin que lleguemos a captar sus mil matices. El universo entero es pasmoso, con sus cambios y ajustes continuos, pero que aun encima en ese cosmos en permanente transformación exista la vida es algo que inevitablemente se nos escapa.

De entre todas esas maravillas, hay una que sobresale de modo especial, las personas. Esos seres que preguntamos, interpretamos, componemos sinfonías, imaginamos mundos que nunca antes han existido, desentrañamos las leyes de la naturaleza, hacemos proyectos, anhelamos ir más allá… y amamos.

La palabra amor está muy manida, lo sé. Ha quedado identificada con una postal rojo chillón un tanto hortera y con forma de corazón. Pero amar es otra cosa. Es trasladar el mundo entero a otra persona; ponerla por delante; hacer que la creación se mueva a su alrededor; sentirnos más vivos, en nuestro verdadero ser, cuanto más nos volcamos en ese alguien tan especial, alguien único. Amar es descubrir. Otros vemos a tu chica, la podemos tener delante, incluso conversar con ella, pero tú la has descubierto y sabes que cada día puedes encontrar en ella algo nuevo.

No sé si recordarás que en “La vida es sueño” de Calderón de la Barca a Segismundo lo sacan de la torre donde vivía preso y lo llevan a la Corte, al tiempo lo vuelven a encerrar haciéndole creer que todo ha sido un sueño. Tal es el trastorno que todo esto le produce, que llega a dudar de su propia existencia. Sin embargo le queda una seguridad, algo que no le han podido arrebatar, su amor por Rosaura:

“Sólo a una mujer amaba
que fue verdad creo yo
en que todo se acabó,
y esto sólo no se acaba”.

Es poesía, sí, pero nacida de la experiencia de la vida. Yo, Rafael Hidalgo, que vi la luz en Zaragoza un caluroso verano, dudo de muchas cosas, de demasiadas probablemente. Columnas que antes me parecían inamovibles han caído. Todo parece venir con fecha de caducidad o, como mínimo, estar bajo sospecha. Pero de una cosa estoy seguro, de que quiero a mis hijas. No sé cómo serán mañana, si me querrán o renegarán de mí, si tendrán una vida plena o llevarán una existencia mezquina; de lo que sí estoy seguro es de que deseo con toda mi alma que sean felices, que sean ellas mismas, que sepan querer y se rodeen de personas que las quieran de verdad. Con mis limitaciones y torpezas, incluso con mis mezquindades a cuestas, las quiero.

Mirar de verdad a una persona es mirarla amorosamente (no pastelosamente, insisto); verla como quien es, con todas sus posibilidades, alguien único e irrepetible, que nos llama a dar lo mejor de nosotros mismos, aunque luego quizá no podamos o no sepamos.

Por eso arrebatar la vida a un ser humano que ya está ahí, en el vientre materno, es atroz. No puedo maquillar los hechos. Podría emplear eufemismos que aminoraran lo trágico de esta realidad, pero te engañaría y te aprecio demasiado como para hacerte eso. No es una causa noble, aunque se disfrace de virtud para venderse. Cuando se la ve tal cual es, produce espanto, tanto, que mostrar imágenes de bebés descuartizados parece algo así como juego sucio. Pero eso es el aborto provocado: matar niños en gestación dentro del vientre materno.

Nos parece terrible cuando vemos en las noticias que un padre o una madre han asesinado a sus hijos. Seguimos sobrecogidos el rumbo de la investigación y no vemos que nada pueda justificar algo así; si acaso, algún trastorno mental de quien ejecutó dicha acción. Pero cientos, repito, cientos de muertes cada día en nuestro país las vemos defendibles, a veces incluso como un “derecho”. Que una madre sea “dueña” de su pecho no significa que dejar intencionadamente de amamantar a su hijo para que muera de hambre no sea un acto cruel. Entonces por qué esa divinización de algo así como la “propiedad corporal”. Cómo defender no ya la omisión de una ayuda a una criatura menesterosa, sino su aniquilación activa.

Proteger la vida humana no se basa en unas creencias religiosas, o en un programa electoral de tal o cual partido, o en ganas de aguarle la fiesta al personal, proteger una vida humana inocente es un acto de humanidad básico, fundamental, primigenio, que nos hace identificarnos como personas, es decir, dotadas de un fondo moral, capaces de reconocer en el otro a un semejante que merece una consideración.

No sé si estas líneas habrán servido para algo, tal vez no. Pero en cualquier caso quiero que sepas que si algún día te encuentras tú o alguien a quien conoces en un apuro porque estáis ante la tesitura de un embarazo inesperado, podéis contar conmigo para ayudaros, pero de verdad, al margen de no sepamos ponernos de acuerdo en mil cosas. No te arrepentirás. Aquí tienes mi mano.


Un abrazo.
Rafael

domingo, 22 de diciembre de 2013

¿Qué pedir a los Reyes Magos?

Me preguntan qué pueden encargar a los Reyes Magos para niños pequeños. No sé; si hubiera una obra hermosamente ilustrada, con letra adecuada a esa edad, personajes entrañables, valores humanos... un pastocillo, un dragón, una oveja perdida... ¡Qué sé yo! Si existiera algo tan maravilloso...



También hay quien busca algo bueno para adolescentes y preadolescentes. Hay mucho libro de vampiros, mucha escuela de magia, pero quizá algo diferente, por ejemplo una novela de aventuras, con toques de humor, donde se palpe la amistad, la capacidad de superación, el riesgo... haya una princesa, una malvada malvadísima, un reino en peligro, estaría genial, ¿no?


No sé, ¿se os ocurre algo a vosotros...?

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Violines desafinados




El otro día estuve en un modesto recital de música organizado en una academia. En el mismo, pequeñas criaturas estrujaban los violines hasta arrancar de ellos lastimeros aullidos. Los padres atendíamos pacientes el tortuoso rascar de las cuerdas bajo el yugo de los arcos. Yo trataba de adivinar qué pieza tocaban, pero a pesar del acompañamiento al piano del profesor la cosa no era nada fácil.

Algunos de esos niños un día harán grandes cosas; darán conciertos formando parte de una orquesta o tal vez interpreten recitales como solistas, y entonces de la danza de sus manos alzarán el vuelo hermosas melodías. Ahora al tímpano le cuesta creerlo, porque los primeros pasos de ese camino suenan verdaderamente chirriantes, pero sin los mismos jamás surgirá el genio artístico.

Pensando en esto reparé en que igual sucede con cada ser humano. Cuando contemplamos un embrión parece poca cosa, su aspecto no es atrayente, parece un renacuajo; sólo poniendo muy buena voluntad podemos decir: qué majo, aunque no lo es. Pero en realidad algo maravilloso está sucediendo; una realidad única ha comenzado a desarrollarse para componer una historia irrepetible llamada a hermosear el mundo.


jueves, 12 de diciembre de 2013

Churro va



Oficialmente estaba prohibido. Lo que pasa es que la norma era ignorada en tanto no hubiera ningún “accidente” digno de mención. Eso sí, el día que algún niño se rompía una pierna, un brazo o cualquier otro elemento orgánico, el edicto prohibitivo recobraba su vigencia y era celosamente impuesto por los profesores durante una temporada. Luego, el tiempo iba diluyendo el recuerdo de la tragedia y retornaba la práctica del “churro va”.

La gracia del juego estaba en encontrar el punto más débil de la cadena, pegar un salto lo más potente posible y caer sobre el cuello del “objetivo” con toda la fuerza de la que uno era capaz. Los que venían detrás trataban de aterrizar en el mismo punto y con la misma energía, hasta que el hundimiento de la fila provocaba el alborozo de los triunfadores y la dolorosa derrota de los aplastados.

Si la cadena lograba soportar la presión de los brincadores, el primero de la fila debía contestar a la pregunta: “churro, media manga, manga entera, ¿qué será?”. En caso de fallar, a la protesta lastimera de sus compañeros se superponía el festejo de los triunfadores.

Está claro que cada edad tiene sus cosas. Si ahora jugáramos a churro va los antiguos compañeros de colegio no habría fisioterapeutas en España para atender a tanto cuarentón baldado.


viernes, 6 de diciembre de 2013

El mundo moderno y el decreto de expulsión de Dios (video)



Esta conferencia completa a la anterior. En Occidente Dios ha dejado de ser el centro de gravedad para convertirse en un apéndice desechable. ¿Cómo se ha producido este fenómeno en el campo del pensamiento? ¿Que consecuencias ha tenido? Tratamos de aclararnos ante un pacientísimo auditorio.