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BITÁCORA DE RAFAEL HIDALGO

miércoles, 29 de abril de 2020

El plagio ignorado

Aquella historia me acompañaba a todas partes. Convivía con sus personajes más que con mi propia familia, así que después rumiarla y rumiarla y rumiarla me animé a escribirla.

El argumento tenía "punch", que diría un fino del boxeo, pero su materialización, si bien en su segunda parte tenía su encanto, al menos en el arranque no despegó con la fuerza debida; de modo quedó aparcada definitivamente en el hangar de mi escritorio.

Un amigo, a quien había pasado el manuscrito, me comentó que el argumento le recordaba a El nombre de la rosa, obra que por aquel entonces yo todavía no había leído. De todos modos me dejó con la mosca detrás de la oreja y al cabo de un tiempo me puse a la faena.

Efectivamente, ambos libros versan sobre la búsqueda de un manuscrito medieval. A ello hay que añadir que en los dos casos una biblioteca especial es la clave del asunto. A partir de ahí las narraciones y contextos divergen (y la calidad literaria, para qué engañarnos). La coincidencia era excesiva a favor de una obra que había arrasado y encumbrado a su autor al Olimpo de la literatura.


La cosa no queda ahí. Hoy he empezado a leer La sonrisa etrusca, de José Luis Sampedro, obra de la que me habló otro amigo hace lustros y que tenía pendiente. Salió publicada en 1985, lo que significa que ha llovido, y no pocas veces, desde entonces.

Pues bien, en lo fundamental su arranque coincide con mi novela durmiente. Un anciano viudo, con recuerdos de una guerra a las espaldas, va a vivir a casa de su hijo estableciendo un fuerte vínculo con su nieto. Apaga y vámonos.

Por lo que parece mi sino literario une a mi invisibilidad el descubrimiento del Mediterráneo. No sé si he nacido veinte años tarde o cuarenta torpe, pero el caso es que en la carrera de la liebre y la tortuga el último en llegar sin duda soy yo.

Disfrutemos pues como lectores. Por su parte La puerta de la verdad D.E.P.




lunes, 27 de abril de 2020

Ejercicio de libertad





Una llamada a la madurez y a la libertad.

Seguimos esperando los test. Seguimos esperando una disculpa. Seguimos esperando transparencia.

(Tomo prestada esta grabación de una ciudadana a la que lamento no conocer personalmente pero con la que comparto lo fundamental en estos tiempos de confusión premeditada)

jueves, 23 de abril de 2020

En plena epidemia Gabo se viene a mi casa

Hoy ha sido San Jorge, patrono de Aragón, bajo cuya efigie se celebra el Día del Libro.

Y para festejarlo he empezado a leer uno de tantos clásicos que tengo pendientes. El título me ha parecido de lo más sugestivo dada la situación en que me encuentro: Cien años de soledad.

Ahora que tantos se nos van, la magia de los libros trae de vuelta a los que marcharon hace tiempo. Señor García Márquez, es usted bienvenido. Me está haciendo pasar unos momentos dichosos. Gracias.



miércoles, 22 de abril de 2020

Para llorar



El camino lo han marcado quienes han tenido éxito:

- Anticiparse.
- Mascarillas obligatorias para salir a la calle o para acudir a cualquier lugar público.
- Test masivos.
- Transparencia.

Basta atender a esas cuatro premisas para comprender la razón de nuestro fracaso.

Nuestra vecina Portugal en el momento de escribir estas líneas cuantifica 785 fallecidos. España, oficialmente, 21.717; si bien los expertos estiman que la cifra real rondaría las 40.000 víctimas.

Teniendo en cuenta que Portugal tiene algo más de 10 millones de habitantes, y que España no llega a los 47 millones, si extrapolásemos los muertos por coronavirus en Portugal a la población española estaríamos hablando de unos 3.680 fallecidos.

Ya no me molesto en compararnos con la República Checa, que con una población algo superior a la de Portugal suma 208 fallecidos, lo cual ha determinado que su sistema sanitario no dejara a nadie en la cuneta.

El cálculo es muy simple: de haberse gestionado esta epidemia como lo ha hecho Portugal, teniendo su índice de mortandad, ahora mismo estarían con sus familias unas 36.310 personas que, para su desgracia, han acabado en el anonimato de una estadística. No son nadie; sólo parte de una cifra pasajera. ¿Su pecado? Residir en España. No es justo ni injusto, es sangrante.

No quiero pensar lo que pasará como haya un rebrote vinculado al número de contagiados en cada país.

El martes aparecía en la prensa un estudio australiano (Institute of Certified Management Accountants) en el que se mostraba una comparativa de 90 países en cuanto al acierto en la gestión de la epidemia. España tenía el dudoso honor de figurar en el último lugar del ranking. ¡El último! ¿Cómo es posible semejante desastre?

Uno contempla con rubor a tantos políticos haciéndose test repetidamente mientras la inmensa mayoría de los ciudadanos se ve privada de ellos, incluyendo los enfermos en sus casas que pueden fallecer sin tener siquiera el reconocimiento de ser víctimas de la pandemia, pues por lo visto en el estado de alarma conviene no sembrar alarma.

Cómo no sentir tristeza y rabia ante un gobierno tan autoindulgente, parapetado tras los uniformes de mandos de la guardia civil o de la policía, lanzando advertencias de vigilancia ciudadana como si en vez de ante una enfermedad estuviéramos en una guerra en la cual sus críticos son enemigos de la patria.

Anuncian iniciativas proscriptoras para "impedir bulos" los mismos que negaban cualquier peligro de propagación de la enfermedad, y ello pese a las advertencias reiteradas de diversos países y organismos internacionales. Son aquellos que boicoteaban toda iniciativa precautoria acusando de alarmistas a quienes anunciaban lo que venía. Son quienes ocultaban su imprevisión negando la necesidad de mascarillas o de equipos especiales para los sanitarios; los que alardeaban de nuestro sistema de salud para, descontrolada la crisis por su imprudencia, señalar a sus adversarios políticos como culpables.

Lo más triste es que no se ve propósito de enmienda.

Seguimos sin test; seguimos viendo por la calle o en los mercados a muchísima gente sin mascarilla; seguimos padeciendo cambios de criterios y falta de liderazgo (no de hambre de poder, que de eso hay de sobra), carencia de ejemplaridad en los principales dirigentes.

Si todo no naufraga es porque hay mucha gente enfangándose para que esto salga a flote: en hospitales, en transportes, en mercados, en bancos, en oficinas de correos, en farmacias, en servicios públicos. Gracias a ellos hay presente y esperanza.







domingo, 19 de abril de 2020

Reflexiones en torno a la cuarentena



Unos cuantos canales de divulgación filosófica nos hemos puesto de acuerdo para hacer un "Tag" reflexionando sobre nuestra actual situación. En particular sobre los efectos de la epidemia del coronavirus y la "clausura" forzosa a que nos vemos sometidos.

En este vídeo tenéis algunas "notas" propias, susceptibles de revisión.

jueves, 16 de abril de 2020

No hay uno sin dos: Fracasología (María Elvira Roca Barea)




Vamos con el segundo y último vídeo de reflexión en torno al libro Fracasología, de María Elvira Roca Barea.

miércoles, 15 de abril de 2020

Comulgando ruedas de molino


Heraldo de Aragón de hoy:




La dulce Cecilia:




martes, 14 de abril de 2020

Fracasología 1: Ortega, entre el elogio y el desprecio.




Lo que iba a ser una breve reseña ha acabado siendo un análisis crítico en varios vídeos del libro Fracasología de María Elvira Roca Barea.

¿Quién me mandaría a mí meterme en estos charcos?

Hala, a lo hecho pecho. Ahí va eso.

sábado, 11 de abril de 2020

Entrevista a Irene Vallejo ("El infinito en un junco")






En una entrevistada de lujo la escritora Irene Vallejo nos habla de su último libro, catalogado por algunos de los grandes nuestra literatura como un clásico.


Nos referimos a "El infinito en un junco" donde se narra en forma de ensayo el legado que hemos recibido a través de esas páginas de papel que llamamos libros.

No imagino mejor lectura para esta cuarentena en la que nos vemos sumergidos.

Espero que disfrutéis de la entrevista.

sábado, 4 de abril de 2020

"Trilogía de Auschwitz" de Primo Levi



Nueva reseña de una trilogía necesaria; la que escribió Primo Levi a raíz de su prisión en el campo de exterminio de Auschwitz.

Espero que os guste y que la modestia de este vídeo no empañe el enorme valor de la obra tratada.

viernes, 3 de abril de 2020

LA INFORMACIÓN EN TIEMPOS DE CÓLERA





El modo de informar con que la prensa nos obsequia estos días me parece cuando menos llamativo. Y eso por varias razones.


La primera es el entusiasmo con que proclaman unas cifras de contagio que, a todas luces, están mal. Es decir, carecen de ningún valor. 

Hacen comparativas entre países que miden de forma completamente desigual el número de infectados. Mientras en algunos se realizan pruebas a un nutrido número de su población, en otros, como el nuestro, se hacen con cuentagotas, básicamente a personas ingresadas con clara sintomatología y a ejemplares políticos (que no políticos ejemplares) de todas las "castas" parlamentarias. ¿Cómo puede compararse el número de positivos de un lugar en el que, pongamos por caso, se han hecho test a dos millones de personas con otro en el que se han efectuado a veinte mil?

En el colmo del absurdo algún medio ha llegado a afirmar que en Corea del Norte no había entrado el coronavirus. Con cero test, cero infectados. Asunto resuelto. Es como aquella clase en la que todos eran superdotados porque se prohibía suspender (¿sugerencia para la próxima reforma de la Logse?).

Luego están las comparaciones de lo manifiestamente desigual. Así, se cotejan las cifras de un país con más de 327 millones de habitantes censados, como es el caso de Estados Unidos, con otro como España que no llega a los 47. Es decir, con un 85 por ciento menos de población.



¡Viva la estadística aplicada! Si yo me como diez pollos y tú ninguno nos hemos comido cinco pollos cada uno. Y ahora paguemos a escote.

Si no fuera porque la realidad es para llorar darían ganas de reír. Pero no, que se le quitan a uno a cada nueva información que nos suministran, si es que se puede llamar información a eso que procuran unos medios de comunicación dispuestos a que el gobierno les censure las preguntas que formulan.

Lo que no sé es cómo no se han acabado los kleenex antes que el papel higiénico.