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BITÁCORA DE RAFAEL HIDALGO

lunes, 18 de abril de 2016

Tres filósofos y una historia



Hoy vamos a contar una historia, una historia en la que confluyen y discrepan tres apasionados de la verdad, de la filosofía, del hombre. Nuestros protagonistas son Miguel de Unamuno, José Ortega y Gasset, y Julián Marías.
¡Acompáñanos en este viaje en el que haremos una escala en Venezuela!

lunes, 11 de abril de 2016

¿Savater o Unamuno? Con la muerte hemos topado



Fernando Savater es un brillante divulgador de la filosofía. Hace asequible el pensamiento de filósofos de todo pelaje sin disminuirlo ni simplificarlo, lo cual me parece admirable. A esto hay que sumar su actitud valiente frente a grupos que han pretendido acabar con la libertad en su tierra natal. Sólo por esto último merece todo el respeto.

Sin embargo, tal vez por esa valía, me resultan enojosos algunos de sus postulados. Me voy a referir a uno que recoge en su libro Las preguntas de la vida (Ed. Ariel).

En el mismo, al abordar la cuestión de la muerte, la identifica con un aniquilamiento. Con la muerte la persona se extingue definitivamente. De ahí deriva una ética que tiene como premio el "saberse más razonablemente humano y libre" para conseguir la "plenitud de la vida en la brevedad del tiempo".

Y añade:
"Cuando logra sobreponerse a la desesperación, el ser humano constata que no menos cierto que va a morir es que ahora está vivo. Si la muerte consiste en no ser ni estar de ningún otro modo en ninguna parte, todos hemos derrotado ya a la muerte una vez, la decisiva. ¿Cómo? Naciendo. No habrá muerte eterna para nosotros, puesto que estamos ya vivos, aún vivos. Y la certeza gloriosa de nuestra vida no podrá ser borrada ni obnubilada por la certeza de la muerte. De modo que tenemos derecho a preguntar, como en el libro sagrado: «Muerte, ¿dónde está tu victoria?» (...) Puede convertir en ceniza nuestro cuerpo, nuestros amores y nuestras obras, pero no la presencia real de nuestra vida. (...) Cada cual puede repetir, con el poeta Lautréamont: «No conozco otra gracia que la de haber nacido. Un espíritu imparcial la encuentra completa»".

Pues mire, yo no. Qué le vamos a hacer. Y ya no le digo si mañana a una hija mía le diagnostican una enfermedad degenerativa (o viene al mundo con ella) que la lleva a sufrir horrores y a vivir postrada, y la tengo que consolar diciendo que tranquila, que su victoria está en estar viva en un callejón sin salida y que en cuatro días esto se le acaba. Ya me dirá usted.

Entiendo que uno no crea en Dios -estos temporales no me son ajenos-, pero que tomada en seria esa visión se quede uno tan tranquilo viendo como todo y todos se consumen, pues no. (No sé cuántos "pues" llevo, pero es que soy de Aragón).




En este punto estoy completamente de acuerdo con don Miguel de Unamuno y su sentimiento trágico de la vida (casualmente, el libro que tengo subrayado hasta los topes está prologado -y muy brillantemente- por Savater) cuando dice:

"Si la conciencia no es, como ha dicho algún pensador inhumano, nada más que un relámpago entre dos eternidades de tinieblas, entonces no hay nada más execrable que la existencia".

¿Significa esto que Unamuno repudia la vida? ¡Todo lo contrario! Porque la ama y la desea con locura no puede resignarse a verla acabar, a perderla para siempre, a que haya sido para nada (1).

Además, en el planteamiento de Savater hay aspectos conceptuales que me incomodan, como la identificación del no-ser con la muerte. Algo que no ha existido no muere. La muerte no consiste en un simple no ser, como él dice, sino en un dejar de ser. Lo que no ha existido no muere ni está muerto. Los hombres que no fueron concebidos no están muertos, sí lo están quienes existieron. La muerte precisa de la vida... y la vida abomina de la muerte, aunque tenga que contar con ella.

No me resisto a recoger aquí las palabras de un muchacho de diecinueve años escritas en su diario en 1933, cuando realizaba con otros universitarios un crucero por el Mediterráneo que marcaría su vida. Dice así:


"Y hay que pensar en que la muerte no se da más que frente a la vida, y la supone siempre.  No se puede decir que una piedra está muerta. Y cuanto más sea la muerte, más grave y más preocupación, será más grande también y más intensa la vida; por eso será tan duro y tan difícil perderla. Sólo quien tiene poca vida se preocupa poco por ella -es decir, de la muerte-. Y descuida la tarea de sobrevivir". (2)






(1) El mundo es para la conciencia. O mejor dicho, este para, esta noción de finalidad, y mejor que noción sentimiento, este sentimiento teleológico, no nace sino donde hay conciencia. Conciencia y finalidad son la misma cosa en el fondo

(2) Julián Marías. Juventud en el mundo antiguo. 1934.

lunes, 4 de abril de 2016

Gorgias de Leontini no era tontini




Gorgias de Leontini, el hombre que llevó la sofística a sus últimos límites. Nos atrevemos a plantarle cara no para ponerlo de tonto, sino para entender porqué decía lo que decía y descubrir que de tonto no tenía un pelo (ni dos, ni tres..., tal vez cuatro).

¡Bienvenidos a bordo, polizones!