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BITÁCORA DE RAFAEL HIDALGO
lunes, 7 de junio de 2010
Gorgias de Leontini, el piquito "de oro"
Teníamos un poco abandonados a nuestros amigos los filósofos. Va siendo hora de sacarlos del armario, no vaya a ser que los pobres acaben atufando a naftalina. Bastante friki es alguien dedicado a filosofar, como para que aun encima provoque mareos y vaya plagado de polillas muertas.
Hoy nos vamos a fijar en un sofista llamado Gorgias de Leontini; nacido en Leontini (como su propio nombre indica) en torno al 480 antes de Cristo.
Los sofistas eran los antecesores de los coach actuales. Cobraban sumas elevadas por enseñar a sus forrados alumnos el arte de persuadir por medio de la retórica. La verdad no importaba tanto como la capacidad de convicción.
Precisamente Gorgias fue el sofista que más pasta ganó ejercitando su profesión (el soplo nos lo ha dado Isócrates). Hasta el punto de que en una ocasión quiso hacer un presente al dios Apolo, y para ello entregó a la pitonisa un donativo un tanto ostentoso: nada menos que una estatua de oro a tamaño natural de sí mismo. Vamos, que no sólo se enteró su mano derecha de lo que daba la izquierda, sino que lo supo todo el barrio y la mitad de Grecia.
Según parece, Gorgias comparecía en la platea de los teatros y gritaba al público: “dadme un tema”. Y allá que pontificaba sobre la cuestión que le propusiesen. Exactamente como hacen los tertulianos y polemistas mediáticos de hoy en día, sólo que en griego, que debe ser más complicado.
En aquel entonces todos los pensadores titulaban sus libros: Sobre la naturaleza. Y aunque no parece un título muy emocionante, Gorgias no fue una excepción y lo puso a una de sus obras más importantes. La misma comenzaba con la siguiente aseveración: “Nada existe, si algo existe no se puede conocer, y si algo se puede conocer no se puede comunicar”. Alucinante, ¿verdad?
Vayamos por partes. Si nada existe, ¿a quién se lo cuenta el ricachón de Gorgias? Si nada se puede conocer, ya conoce algo, a saber, que nada se puede conocer. Y si nada se puede comunicar, ¿cómo es que nos lo cuenta?
En fin, que como podemos comprobar, los sofistas de entonces llevaban la misma marcha que los sofistas de ahora. Y lo que es peor, les iba igual de bien. Gorgias vivió ciento ocho años y si la palmó fue porque dejó de comer, que si no, vete a tú saber si no lo tendríamos echo un carcamal polemizando en La Noria, en 59 segundos, u ocupándose de alguna cartera ministerial.
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Bienhallado, Rafa. Esta es una de las ventajas de los Encuentros: que nos encontramos en diferentes ámbitos.
ResponderEliminarMagnífico blog: pensamiento y palabra. Un abrazo