E. empezó a sumergirse en el fango de la droga a los catorce años. Huérfano de padre, aquel juego de adolescencia arrastró a su familia a una prolongada pesadilla en la que todo fue puesto a prueba.
Pasó el tiempo y las tinieblas mostraron su verdadero rostro. Algunos colegas morían, mientras otros se habían convertido en avejentados esqueletos errabundos de veintitantos años. E. se hundió en las profundidades del abismo, pero no perdió completamente la razón, y con apoyos, afecto y las últimas dosis de voluntad que aún le restaban, llegó a librarse de aquella servidumbre.
Yo sabía su historia, y él sabía que yo la sabía, pero nunca hablábamos de ello. No hacía falta. Éramos buenos amigos, y los amigos no sólo se escuchan, sino que también respetan los silencios.
Lo cierto es que cuando cogía confianza le gustaba mucho charlar, sobre todo de cine. Le habría encantado dirigir una película. En más de una ocasión comentamos que tendríamos que hacer una, en plan amateur.
Con las chicas era tímido. El descaro de sus años salvajes se había nutrido del veneno de la droga, y sin él no había aprendido a desenvolverse.
A menudo la vida lo sobrepasaba. Sus alas atrofiadas y desplumadas por tantos excesos no le permitían volar. Y quien soñaba ser águila, se veía torpe gallina descabezada golpeándose contra los más pequeños obstáculos.
Se agarró al alcohol para superar el vértigo. ¡La vida a veces pesa tanto!
Con todo, procuraba no herir a nadie. No molestar. Despertar afectos, aunque sus debilidades pudieran hacer vano el intento.
Finalmente el hígado no pudo resistir más, y con treinta y tres años falleció.
En su funeral, sólo la familia. Me acerqué a su hermana para darle el pésame y decirle la verdad: “De E. no he hecho más que recibir cosas buenas”. Así fue. Un amigo locuaz y pausado, con pudor para mostrar el mal que lo amarraba.
En Los hermanos Karamazov, Dostoievski nos muestra a un personaje llamado Marmeladov, padre de Sonia. Se trata de un alcohólico desgraciado que padece mil infortunios. En un momento dado, refiriéndose a Dios, dice:
“Y cuando haya acabado de juzgar a los demás nos tocará a nosotros. «Entrad también vosotros, borrachos», dirá. «Entrad los de carácter débil, los disolutos.» Y nosotros nos acercaremos a Él sin temblar. «Sois unos brutos; lleváis impresa en la frente la marca de la Bestia, pero venid a Mí.» Entonces los sabios y prudentes preguntarán: «Señor, ¿por qué acogéis a éstos?». Y Él responderá: «los admito porque ninguno se creía digno de este honor». Entonces abrirá sus brazos para acogernos y nosotros nos arrojaremos en ellos y lloraremos. Y en aquel momento lo comprenderemos todo.”
Amigo E., Él ya te ha acogido, lo sé. Pide por mí, porque no soy sabio ni prudente, ni tan siquiera alguien atrapado en la telaraña de un mal casi insuperable. Sino alguien tristemente mísero en su mediocridad.
A nadie te oí criticar jamás, ni culpar de tus males. Y por eso de la basura has sido alzado y ahora ríes con esa voz ronca y calma que te es tan propia. “Porque el que no tiene misericordia será juzgado sin misericordia, pero la misericordia se ríe del juicio.”
Nada que agregar, solo que tu «misión» era escucharlo para que su alma empiece a purificarse y a aceptar que sólo Dios sana y salva.
ResponderEliminarUn abrazo
Seguramente se fue sin saber todo lo que aprendiste de él. Sin duda su amistad fue sumamente valuosa, por cuanto te enseñó y pudiste dar.
ResponderEliminarCuesta tanto encontrar amigos así...
Hola Rafael. El misterio de la vida, tanto si el bien o la desgracia viene solo, como si se busca o nos lo traen, sólo permite la exploración a quienes aplican la lógica de Dios. Entonces, tras el asombro inicial, todo tiene sentido: la verdadera vida es su centro.Un abrazo.
ResponderEliminar¿Quien sabe de veras lo que hay en el corazón del hombre?, solo Dios, entonces...¿Quien sino Él sabrá a quien ha de acoger primero?
ResponderEliminarViví algo parecido a lo que cuentas y al igual que tu estoy segura de que mi amigo también esta al ladito de Dios Padre...
Un abrazo.
Jo, Rafael, que precioso lo que has escrito de tu amigo! y también tus reflexiones. Gracias por tus escritos que a veces me hacen ver las cosas de otro color.
ResponderEliminar“Porque el que no tiene misericordia será juzgado sin misericordia, pero la misericordia se ríe del juicio.”
Un abrazo.
Hola Rafael, no me ha tocado conocer personas como la de tu historia. Sí a otras personas con otro tipo de problemas, cuando los conoces bien te das cuenta que no los puedes juzgar. Un abrazo. Fernando.
ResponderEliminarHola Rafael. Yo también perdí a una gran amiga por culpa de la droga, y era una bellísima persona. No se como hay gente que puede vivir del sufrimiento ajeno. NO lo entiendo. Un beso ¡¡
ResponderEliminarHe conocido casos con idéntico fin. Muy interesante tu reflexión. Tomo nota.
ResponderEliminarGracias, Claudio. Saber escuchar es muy importante, tienes toda la razón.
ResponderEliminarPilar, así es, como afirma el dicho, "el que tiene un amigo, tiene un tesoro".
NIP, en cuanto abordamos el alma humana, entramos en el misterio (por mucho que le duela a Punset).
Gran Visigoda, esperemos reencontrarnos con ellos un día.
Chus, "la misericordia se ríe del juicio". A mí también me gusta mucho. Es de Santiago (nuestro patrón).
Fernando, como dice el Apocalipsis, "el acusador de nuestros hermanos" será precipitado. Mejor no convertirse en uno.
Kara, desde luego la droga es una de las formas de sometimientos más brutales que existen. No sé cómo en una sociedad que proclama tanto la libertad se la mira con tanta tibieza.
Escalante, gracias y bienvenido. Un abrazo.