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BITÁCORA DE RAFAEL HIDALGO

martes, 3 de marzo de 2020

LA MORADA ETERNA


No cabíamos en la capilla. Arremolinados frente a la puerta, en silencio, orientados hacia la entrada mirando donde no se ve.

Había sufrido mucho hasta alcanzar el descanso eterno. Era buena. Sí, buena. Sin necesidad de abandonar este mundo para poder afirmarse eso de ella.

Ha dejado un viudo y tres huérfanos de madre. Tan sin ella y con tanta gente.

Tras las lágrimas y los abrazos, fueron todos abandonando el camposanto. Yo me rezagué, nadie me esperaba en casa, cuando un extraño milagro se obró en el cielo. Un arcoiris como jamás viera. Consistente, entero, como una gigantesca pompa de jabón que envolviera una atmósfera de luz. De firme casi parecía sólido como un puente.

¿Era ella o su creador? Yo no lo sé. Quizá la puerta del cielo abriéndose enorme para una gran alma. Yo no lo sé.




(En el entierro de Suca. 5 de noviembre de 2018)

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