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BITÁCORA DE RAFAEL HIDALGO

lunes, 15 de agosto de 2016

La doble derrota de un judoca egipcio



Entre las noticias que estos días nos han llegado de las olimpiadas hay una sobre la que quiera detenerme. Me refiero a la negativa por parte de un judoca egipcio a devolver el saludo a su rival israelí una vez concluido el combate.

Antes de nada diré que me parece bueno que sea noticia. Ello da cuenta de su excepcionalidad, de su carácter infrecuente, anómalo. Personalmente me resultaría más inquietante que acaparase titulares el hecho de que dos competidores de países, razas, religiones o ideologías diferentes se saludaran. Por fortuna el saludo y el respeto se tienen por normales, es lo que se espera que hagan.

Con todo, no dejo de lamentar que el judoca egipcio haya resultado doblemente derrotado.

La primera pérdida se ha producido en una lucha limpia sobre el tatami. Ello no le ha menoscabado en absoluto, al contrario, ha sido un combate limpio, en igualdad de condiciones, ajustado a normas, honorable. Él ha perdido, su contrincante ha sido mejor, ya sólo cabe el reconocimiento y encajar con serenidad la derrota: "No te vuelvas engreído por la victoria, o roto por la derrota", decía Jirogo Kano, fundador de este noble arte. La meta última es superarse, no de prevalecer frente al contrario; sobreponerse a las propias deficiencias para ser más. El judo no es más que un camino (ju-do: el camino de la suavidad).

La segunda derrota es más negra, deslustrada, triste. Es la derrota frente a uno mismo, frente a los prejuicios, los miedos, los odios. El sectarismo gana, yo pierdo. Se inflaman los egos estrujándose dolorosamente contra la realidad. Aunque no soy más lo proclamo ridículamente. "No mereces mi saludo, sólo mi desprecio. Soy superior a ti". ¿A qué has venido entonces? ¿Por qué has estado dispuesto a medirte con el otro, quien por cierto te ha vencido?

Estoy convencido de que el judoca egipcio en el fondo de su ser es consciente de su actitud mezquina, de su rebajamiento. Dudo que en ese cara a cara que cada uno tenemos con el fondo insobornable de nuestra conciencia no vea como una oportunidad perdida la posibilidad de devolver el saludo al oponente que le ayudó a medirse, a superarse, a esforzarse por ser más.

"El judo no debe ser revestido con una etiqueta nacional, racial, política, personal, sectaria", decía Jirogo Kano.

Siempre cabe el arrepentimiento, la rectificación. Convertir la derrota en victoria aprendiendo de los propios errores. Ahí tiene un reto de altura el judoca egipcio. Le deseo suerte. Ojalá esta vez salga victorioso.

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