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BITÁCORA DE RAFAEL HIDALGO

jueves, 11 de junio de 2015

Un profesor de Filosofía sobresaliente



Hay profesores buenos, malos y regulares, como en todos los órdenes de la vida. Luego están los excepcionales. Yo tuve la fortuna de contar con uno de éstos. Consiguió algo que, pese a lo que pueda parecer, no es nada fácil: que aprendiera, pero de verdad; comprendiendo, razonando, contextualizando, reteniendo. Me estoy refiriendo a don Vicente, mi profesor de Filosofía en 3º de BUP y COU.

Sin las bases que él me dio jamás habría podido sacar adelante ninguno de los modestos proyectos que he realizado en este campo; insisto, jamás. A él debo la sistematización de la historia de la Filosofía, la articulación de sus distintas etapas, la comprensión de las principales corrientes y pensadores dentro de su marco histórico. Sin los sólidos fundamentos que él nos ofreció casi todo habría quedado borrado, como por desgracia me ha pasado con otras materias.

Pero don Vicente tenía un enemigo que yo era incapaz de ver a mis diecisiete años. Y aquel enemigo invisible cada vez se hacía más fuerte. Me refiero a los distintos planes de estudios que con cada cambio político se iban imponiendo.
Afortunadamente para mí, en aquel entonces Filosofía era una asignatura obligaría de contenidos suficientemente exigentes como para abordar sus diversas áreas y recorrido histórico.

Y pasaron los años. Yo había escrito un libro titulado “Historia de la Filosofía para peatones” y, conocedora de ello, una editorial contactó conmigo porque había un cambio legislativo que modificaba la asignatura de Filosofía. Ello les obligaba a cambiar los libros de texto e iban sondeando propuestas para los nuevos.

Me hice con la nueva ley. Suponía una poda significativa con respecto al anterior plan. De facto la Historia de la Filosofía se transformaba en algo así como hitos inconexos de la historia de la Filosofía. Ahora de lo que se trataba era de estudiar diversos filósofos aisladamente, saltando a brincos de uno a otro sin conexión alguna. Telefoneé a don Vicente por si quería proponer él un programa, pero me dijo que no. Estaba en desacuerdo con el encanijamiento de la Filosofía. Finalmente la editorial encargó el trabajo a otras personas.

Pasaron todavía más años y llegó una nueva reforma. La filosofía fue sometida a una nueva tala, esta vez más brutal; el bonsái quedaba convertido en sarmiento. Todavía se acotaba más el número de filósofos, sobreviviendo en torno a una docena. Ya resultaba imposible adivinar la menor trabazón en el devenir del pensamiento. Al estudiante tenía que parecerle un cúmulo de ocurrencias fraguadas en la mente de unos personajes peculiares.

Esta vez ni me planteé presentar propuesta alguna. Me parecía penoso. Hablé con don Vicente y me dejó clara su posición, él pensaba seguir dando la materia como hasta entonces: coherente y comprensible, es decir, íntegra.

El siguiente paso ha sido convertir ese residuo pellejil en asignatura optativa. Pero claro, la Filosofía es una materia “peligrosa”, y no porque al estudiante se le obligue a beber cicuta, sino porque el escoramiento ideológico del examinador puede condicionar la calificación. Si éste es sectario o está insuficientemente formado, ¡peligro! La raíz cuadrada de dieciséis son cuatro para un spinozista y para un platónico, pero la valoración del pensamiento de Santo Tomás probablemente no sea la misma para un neopositivista recalcitrante que para un aristotélico. El alumno sabe que las ideas tienen un riesgo, que se mueve en zona de peligro y lo que no quiere es jugarse la selectividad. No debería ser así, pero... hay tantas cosas que no deberían ser.

La trágica consecuencia de lo aquí expuesto es que don Vicente ha forma alumnos bien preparados en Filosofía que rehúyen examinarse de Filosofía. Uno de ellos me decía: “Es que en Historia nos plantean la asignatura orientada a selectividad, mientras que en Filosofía no, pues nos dan muchos más contenidos. Además, en los últimos años como el enfoque no ha sido el del tribunal las notas no han sido altas”.


Aquí reside el problema, maestro, usted plantea la asignatura para que los alumnos sepan Filosofía, no para que pasen una prueba que en muchos aspectos la ha escarnecido. Este año le llega la jubilación, bien merecida, vive Dios, y yo lo único que le puedo ofrecerle es gratitud por su magisterio y por habernos hecho ser contra viento y decreto amigos de la sabiduría.

13 comentarios:

  1. Me quedo con la persona.
    Como profesor y para mi desgracia no lo supe aprovechar, tenía yo la cabeza en otras cosas.
    Un abrazo.

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  2. Estoy de acuerdo en que hay profesores que dejan huella, tanto que los recuerdas toda la vida. A mí me pasó con la profesora de Latín y Griego: nos enseñó esas lenguas pero mucho más el gusto por el estudio y la valoración del esfuerzo. Inolvidable.

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    1. MCarmen, el profesor vocacional siempre brilla y, como la Luna con el Sol, sus alumnos con él (o ella en tu caso). Muchas gracias.

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  3. Suerte hemos tenido de que hayas aprovechado las enseñanzas de este excelente profesor, porque ahora nosotros disfrutamos, a través de ti, de su sabiduría.

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    1. PP REINA, no te creas, él sí que es un lujo. Muchas gracias.

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  4. "La gratitud es como aquel licor de Oriente que sólo se conserva en jarros de oro: perfuma las almas grandes y se agria en las pequeñas".
    Jules Sandeau

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  5. Un hermoso recuerdo para un gran profesor. Eres agradecido y generoso.
    Un fuerte abrazo.

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  6. Un hermoso recuerdo para un gran profesor. Eres agradecido y generoso.
    Un fuerte abrazo.

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  7. Profesores que dejan huella,yo tambien tengo buenos recuerdos de muchos y no tan buenos de muy pocos.
    Un cariñoso saludo.

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