Decía Ortega y Gasset que la autenticidad de una vida
depende del grado de fidelidad que guardamos con nuestra vocación. Luego podremos
serle fieles o no, pero si queremos llegar a ser de verdad nosotros mismos no hay
otro camino que seguirla.
Hay una edad en que esa búsqueda de nuestro lugar en el
mundo se hace especialmente intensa, entran en crisis las pautas adquiridas en
la infancia y queremos asentar nuestra existencia sobre criterios propios.
Realmente es una etapa difícil, de discernimiento, en la que contrariamente a
la imagen que se ofrece habitualmente de la juventud existe una inquietud por
afianzarse en la verdad.
Lo que no debe olvidarse en ningún caso es que esa vocación
o llamada a un determinado modo de vivir la existencia es personal, única e irrepetible.
Es una nota que sonará en el firmamento tan sólo una vez, sin posibilidad de
volver a tocarse.
Tomemos como ejemplo la vida de Miguel Delibes; no entenderemos
nada si nos conformamos con decir que tenía vocación de casado. La vocación de
Delibes, entre otras muchas como la de escritor, era por Ángeles de Castro,
mujer única para un hombre irrepetible. Lo mismo acaece a una teresiana, un
soldado o un músico. Éste no ha nacido para “tocar música”, pues no todas ellas
le plenifican, sino para hacer un determinado modo de música de modo personal.
Por eso es tan importante indagar en uno mismo, en ese lugar
que Ortega llamaba el fondo insobornable donde sabemos si lo que hacemos se
corresponde con nuestra verdadera esencia.
En esta labor hay personas que pueden ayudarnos a discernir.
Desde luego no cualquiera. Su cometido es trascendental. Debe tener una madurez
notable, ser cercana y a la par guardar la distancia precisa para no llegar a interferir.
Debe tener como suprema guía el respeto a la realidad del otro, no contaminar
esa búsqueda con las propias ambiciones, frustraciones o filias y fobias. Como
se ve es una cuestión muy delicada.
Por eso me parece tan grave que algunas personas metidas a
la noble faena de orientar a los jóvenes se permitan profanar el sagrado templo de la vocación personal violentando la
conciencia de su pupilo. ¿Cómo puede alguien permitirse arrojar a un muchacho
frases de este cariz: “yo te digo que tú tienes vocación de tal cosa, y si no la sigues
ofendes a Dios”?
Si empleo el término “profanar” lo hago con plena conciencia
de su significado y alcance.
Profanar (DRAE): 1) Tratar algo sagrado sin el debido
respeto, o aplicarlo a usos profanos. 2) Deslucir, desdorar, deshonrar,
prostituir, hacer uso indigno de cosas respetables.
Decía Gratry: “Todos los filósofos han hablado de este
santuario del alma donde está Dios, y donde Él está necesariamente, como causa
de mi ser y de mi vida. Han hablado de este punto donde Dios toca el alma para
suspenderla en Él, por donde Él la hace vivir sosteniéndola”. Pues bien, estos
déspotas del alma se permiten el lujo de usurpar el lugar de Dios dispensando
vocaciones y anatemas. Suplantan la voz de Dios y toman su nombre en vano para
dictaminar ellos en un acto de violencia moral escandaloso.
Suscribo todo lo que dices. Una cosa es presentar una vocación y hablar de sus bondades y otra muy distinta es convencer a alguien de que debe elegirla, sin que éste haya manifestado ni siquiera el interés por ella. Vivimos en un siglo en el que fácilmente se atribuyen luces y manifestaciones divinas que nos convierten en guías y maestros irrefutables. Luego vienen las decepciones, las frustraciones y en ocasiones la "destrucción de una vida"...
ResponderEliminarGracias por el post. Un abrazo
Ángelo, gracias a ti, que ya te echaba de menos por estos pagos.
EliminarSiempre estoy, a veces en silencio y en una esquina escondido
EliminarEl próximo blog lo hago redondo.
EliminarBuenísima entrada Rafael que comparto sin duda.
ResponderEliminarUn cariñoso saludo :)
Belén, pues tú y yo juntos, ¡multitud! (alegre multitud).
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarQué pasa? Que ya te ha tocado vivirlo de cerca? Libertad, libertad...
ResponderEliminarjomamaja, cuando el río suena... ¿verdad?
EliminarUn saludo.
Totalmente de acuerdo en tu planteamiento.
ResponderEliminarNo se puede obligar a nadie. Cada persona debe tener libertad para elegir su camino. Un consejo viene bien pero sin coaccionar.
Un abrazo, Rafael.
Amalia, hay aspectos de la persona particularmente sensibles, y el de la vocación es de los mayores. Pero tú eres una persona que destila respeto, por eso lo entiendes y compartes sin ningún problema. Muchas gracias.
EliminarSe propone, no se impone.....
ResponderEliminarComo dice una persona muy querida para mi: "a la fuerza, ni los Santos Sacramentos"
Abrazos.
Paco, me apunto el dicho.
EliminarUn abrazo.
PD. Bajo a Sevilla a primeros de abril.
Ya me gustaría asistir a las conferencias...
EliminarSi quieres podemos vernos cuando pases por Madrid....
Paco, muchas gracias pero no puedo; me limito a hacer transbordo. Otra vez será.
EliminarEmociona irse a dormir tras leer un artículo como éste.
ResponderEliminarManuel, descansa bien que se acercan días de mucha actividad...
EliminarEstas palabras, llenas de vitalidad, porque impulsan a vivir de verdad, me han recordado dos afirmaciones de Ortega. Quizás unidas podrían hacer una máxima que inspirase a padres, profesores, sacerdotes y otros gurúes. Las voy a unir yo a ver qué tal quedan: “Quien quiera enseñarnos la verdad, esto es la coincidencia de cada uno consigo mismo, que no nos la diga, que nos sitúe de tal modo que la podamos descubrir nosotros mismos”. Me encantaría leer algo así en todas las escuelas de España. Gracias de nuevo, Rafael, por este precioso artículo.
ResponderEliminarMaite, la cita me parece un colofón perfecto.
EliminarEstoy de acuerdo. Sin embargo me gustaría comentar la frase "es una nota que sonará en el firmamento una sóla vez, sin posibilidad de volver a tocarse" :
ResponderEliminarLa vocación a la que te refieres, una vez descubierta es invariable si es verdadera y no una apreciación equivocada. Una cosa es descubrirla, más bien nos es mostrada, y otra decidir sobre ella, pero ámbos hechos son personalísimos e implican un cambio de vida radical y permanente (punto de inflexión) en el que nadie más puede ni debe interrvenir (otra cosa es pedir consejo). Sin embargo, erramos si creemos que con la decisión tomada es suficiente: si es una respuesta afirmativa estaremos alegres y felices, pero tendremos que renovar el compromiso cada día y cada instante y nos removerá la conciencia cuando no seamos fieles a esa vocación (nadie es perfecto). Si la respuesta es negativa a la llamada, nos llenará de tristeza (no será una respuesta liberadora) pero no nos dejará en paz, se hará presente una y otra vez a lo largo de la vida y trataremos de aparcarla en algún lugar oculto de nuestra conciencia (será por tanto, repetitiva)
Por último, lo que más me revienta es que los superiores de los "profanadores de almas" predican precisamente lo indicado en tu artículo y no paren los pies a sus "soldados", y perdona por extenderme tanto ya que no es mi blog, sino el tuyo.
PP REINA, el blog es de todo el que quiera aportar algo constructivo como bien has hecho tú. Así que muchas gracias.
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