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BITÁCORA DE RAFAEL HIDALGO

miércoles, 28 de abril de 2010

Ángeles Caso, San Agustín y el velo islámico


Hace unos días la periodista Ángeles Caso publicaba un artículo en el que manifestaba sus dudas a propósito de la prohibición del pañuelo islámico en las aulas. “Obviamente, estoy en contra del uso del hiyab, y no digamos de sus formas más extremas...”, escribía. La ganadora del premio Planeta, además, confesaba que sobre otras cuestiones tampoco tenía una opinión “firme” y, por tanto, no sabía a qué atenerse respecto a ellas.

Al leerlo me vino a la cabeza San Agustín, insigne filósofo, juerguista redimido y padre de la Iglesia.

¿Y por qué?, se preguntará alguno, si cuando San Agustín vivía ni siquiera existía el Islam.

La respuesta es simple: porque el pensador romano (romano y africano, que así eran las cosas en el Mare Nostrum) nos ha dejado un consejo cargado de sensatez y prudencia. Dice así:

“En lo necesario, unidad;
en la duda, libertad;
y en todo, caridad.”

Lo me llama la atención es que la periodista entienda que en Francia han resuelto el problema (según parecer ser, acertadamente) porque allí está prohibido todo símbolo religioso: “desde el velo hasta la medallita de la Virgen”. Entonces me vienen a la cabeza los Reyes Católicos. (Sí, ya lo sé, antes era San Agustín y ahora Isabel y Fernando; tampoco entiendo yo cómo funcionan las neuronas... ¡ahora me viene Ramón y Cajal!).

Decía que me acordaba de los Reyes Católicos porque contra ellos hay un reproche popularmente admitido, a saber: que fueron muy malos porque “echaron a los judíos de España”. Quede claro que a mí también me apena que tomasen esa decisión que, con todo, hay que poner en su contexto histórico. Pero el principio era el mismo: su presencia rompía la unidad. Se podían quedar, sí, pero si se convertían al cristianismo (muchos lo hicieron, imagino que más por obligación que por devoción). La actitud medieval más proclive a asumir la diversidad, se rompía. Se empezaba a sentir que una sociedad debía ser homogénea, uniforme.

Y en esas estamos. “El que tenga unas creencias religiosas, que las profese en su casa”, se viene a afirmar; “el espacio público debe ser laico; y al que no le guste, ahí tiene la puerta.”

En fin, tema delicado y complejo en el que comparto la perplejidad y desconcierto de Ángeles Caso. Habrá que darle más vueltas. El blog da para lo que da. (Y mis neuronas, para poco más).

2 comentarios:

  1. Hola Rafa:

    En mi oinión, el lugar que la religión ocupa en la vida pública, está en función del valor que se le dé a la fe en un país determinado. Es decir, si se entiende que la fe es constitutiva de la cultura e incluso de la identidad de un país (así lo creo yo), las manifestaciones públicas de esa fe, no sólo son lícitas, sino que son apropiadas. Por esta razón, de la misma manera que un extranjero debe adaptarse a la cultura y aceptar las leyes propias de un país, también se debe respetar su fe. ¿Y al revés? ¿Un país debe respetar las manifestaciones públicas de religiones diferentes a la suya? Personalmente no veo nada malo en ello siempre y cuando no entren en conflicto con la religión propia de dicho país. Ahora bien, la cuestión es si España es o no un país católico (con esto no me refiero a la confesionalidad del Estado español). Yo tengo muy claro que sí. España y Europa no se entienden sin la fe católica, pero desgraciadamente no todo el mundo piensa igual...

    Un abrazo...

    Javi.

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  2. Mi opinión es la siguiente:
    Si quitamos los crucifijos de los colegios, ¿debemos permitir el velo islámico? Si las mujeres musulmanes pueden llevar el velo, ¿por qué yo no puedo llevar una cruz en mi cuello? ¡Esta sociedad es muy hipócrita!
    ¡Pido la libertad religiosa para TODOS!

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