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BITÁCORA DE RAFAEL HIDALGO

domingo, 18 de julio de 2010

¿Un presidente gótico?


En el siglo XIII, cuando el gótico se erigía en las plazas mayores de toda Europa, se desató una gran controversia en la universidad de París; en aquel entonces la más importante del mundo. La Facultad de Artes disputaba con la de Teología a cuenta de la Teoría de la Doble Verdad. Liderados por Sigerio de Bravante, el claustro de la Facultad de Artes afirmaba que una cosa podía ser verdadera en Teología y falsa en Filosofía, y viceversa. Así, por ejemplo, para la Teología sería verdad que el mundo ha sido creado, mientras que la Filosofía llegaría a la conclusión de que es eterno. Ambas afirmaciones serían igualmente legítimas.

A través de esta treta intelectual, pues eso es lo que era, se pretendía darle la vuelta a las verdades reveladas, cuestionándolas en el fondo, pero sin enfrentarse a ellas abiertamente. A fin de cuentas las universidades eran una creación de la Iglesia; cómo llamar "mentirosa" a la Señora en su propia casa.

Que la Teología afirma que el hombre es libre e inmortal; no diremos que no, así nadie nos podrá tachar de herejes. Lo que sí defenderemos es que filosóficamente los hombres no son ni libres ni perdurables.

En el Debate sobre el Estado de la Nación (!?) el presidente del Gobierno, Sr. Rodríguez Zapatero, ha sostenido que pese a que el Tribunal Constitucional establece que la única nación a efectos jurídicos es España, sin embargo en "términos políticos, sociológicos o históricos" Cataluña sí sería una nación. Es decir, que habría una nación que impone la ley (o la "ciencia jurídica"), y otra distinta que rige a todos los demás efectos.

Este argumento es tramposo, tanto como el empleado por los averroistas latinos, precursores de la Teoría de la Doble Verdad. Y como quien lo emplea, bien lo sabe, se pone manos a la obra para otorgar a esa nación política, sociológica e histórica lo que en puridad corresponde a toda nación política, sociológica e histórica, a saber, un marco legal en consonancia con su realidad. Por eso advierte que va a otorgar a la Generalidad vía decreto ley todas aquellas competencias que el TC ha dicho que no le corresponden.
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España es una construcción política que ha tardado siglos en fraguarse. Pertenece a la primera generación de naciones que surgieron en Europa a finales del siglo XIV. Su futuro parece estar en la mesa de juego expuesta a las apuestas de unos políticos que carecen de la necesaria amplitud de miras. Confiemos en que el buen sentido y el afán de verdad acaben por prevalecer.

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