Contemplo la iglesia de San Martín (Martinikerk) de Groninga (Países Bajos) acompañado de mi ángel de la guarda. La solemnidad gótica del edificio impone su presencia en la ciudad.
Buscamos una entrada abierta y no la hallamos. Un bar con encanto se incrusta en uno de sus laterales. Mi mujer me dice que preguntemos allí. Me resisto sin convicción. ¿Qué van a saber?
Claudico pronto y reguntamos en el bar de marras y resulta que son los que venden las entradas (2 euros por cabeza) y que se accede al templo por una portezuela junto a los baños. Al atravesarla uno se siente inmerso en una novela de Harry Potter.
El templo es hermoso y desnudo. En el siglo XVI la fiebre iconoclasta de los protestantes arrasó con altares, retablos y estatuas, y cubrieron con cal los frescos de paredes y techos.
En la girola nos topamos con una exposición inesperada. Se trata de unas grandes pinturas que aluden a distintos pasajes bíblicos.
El buen samaritano.
El hijo pródigo.
El profeta Jonás disgustado junto a la planta muerta.
El paralítico llevado por sus amigos frente a Jesús.
San Pedro cautivo.
La viuda de Naín.
Me informo del artista y me entero de que se trata de un joven pintor natural de la propia Groninga, aunque asentado fuera. Se trata de Egbert Modderman. Un talento excepcional.
Un par de días más tarde, aprovechando nuestra estancia, visitamos el Museo de arte moderno y contemporáneo de Groninga (Groninger Museum). La exposición principal se titula La casa de los sueños, un interior posmoderno de Marloes y Wikke. En la misma, distintas estancias domésticas están "decoradas" con objetos desordenados de vivos colores.
Algunas de ellas son todo un poema. Como ejemplo, la obra del cuarto de baño no tiene desperdicio.
Me recuerda a algunos bares que podía frecuentar con diecisiete años a las tres de la madrugada.
Quizá con lo de "sueños" se refiera a eso.
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