Tempus fugit, decían los latinos. Desde siempre he tenido clara conciencia de la fugacidad del tiempo. Por eso para emplear una parte del mismo en leer un libro en vez de otros muchos debe haber una razón más o menos poderosa. En este caso he de confesar que el motivo ha sido la simpatía por su autor; a quien, dicho sea de paso, todavía no conozco personalmente. Pero eso es otra historia.
No es la primera vez que me mueve un motivo similar, y ello me ha permitido llevarme más de una grata sorpresa.
El hecho es que me he regalado Cuentos desde el ocaso, firmado bajo el seudónimo de Sir Percy Blakeney, y me he encontrado diez relatos breves que giran fundamentalmente en torno a los sueños, la nostalgia y la imaginación. En el prólogo el autor nos confiesa sus influencias literarias: Tolkien, Lovecraft, Dunsany, etc., por lo cual no debe sorprendernos el carácter fantástico de la mayor parte de sus historias.
Se percibe en las mismas un clamor por la infancia perdida, una manifestación de ese niño que sobrevive dentro de cada uno de nosotros, que soñaba con grandes cosas, que tenía el horizonte abierto a infinidad de posibilidades, que se adentró en la adolescencia queriendo alcanzar los más altos ideales y que contempla el prosaismo del mundo, la horfandad de un discurso que ilumine su belleza.
Me ha gustado particularmente el relato titulado "La tragedia en la nieve", curiosamente no fantástico. Conduce al lector con particular acierto a lo largo del drama que acontece a un niño pequeño ignorado por los adultos que sueña con sorprender a su profesora encontrando a la Reina de las Nieves.
También me ha sorprendido gratamente el juego de relatos cruzados de "La última historia", en el que lo mágico y lo real acaban por colisionar.
La humanización de juguetes y animales acaece a menudo, donando esa perspectiva humana a realidades que llegamos a inhabitar (el ratoncito de goma, el osito de peluche...)
La lectura de Cuentos desde el ocaso me ha devuelto a esas historias que leía de joven y que tan buenos ratos me hicieron pasar. Ahora me vienen a la mente las Narraciones inverosímiles de Pedro Antonio de Alarcón, algunas de las cuales conservo en mi desmemoriada cabeza.
Si algo me ha quedado claro es que Enrique Rull, veradero nombre de Sir Percy Blakeney, no ha dejado que se extinga la llama que hay encendida en el corazón de cada niño. La prueba está ahí: Cuentos desde el ocoso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario