Correo electrónico

BITÁCORA DE RAFAEL HIDALGO

miércoles, 29 de enero de 2020

¿Quién soy yo para juzgar?



El lunes me puse a grabar un vídeo sobre el libro  Eichmann en Jerusalén, de Hannah Arendt. En la recta final la cámara se quedó sin batería. Pensé recomenzarlo desde el principio en otro momento pues no me acababa de convencer el resultado. El caso es que he cogido un trancazo del catorce y no sé cuándo podré hablar sin rascarme la garganta a fuerza de toses agotadoras.

Al margen de esto, lo cierto es que cada vez me cuesta más plantarme delante de la cámara y hacer una exposición. O tal vez siempre me ha costado lo mismo, sólo que ahora se me hace más cuesta arriba. Me fatiga más. Me frustra más. Me deja más insatisfecho. No sé. Creo que tengo más facilidad para la escritura.


No quiero acabar sin dejar una perla de esta obra. Arendt está hablando de la Conferencia de Wannsee, en la que diversos responsables del partido nazi y del Estado se tenían que coordinar para poner en marcha el aniquilamiento a gran escala de judíos, gitanos y otros "indeseables". El temor de los dirigentes nazis era la posible resistencia de los altos funcionarios, dado que no estaban adscritos a su ideario. La sorpresa vino cuando constataron el entusiasmo con que se implicaban en aquella aberración.

Escribe Arendt refiriéndose a Eichmann, teniente coronel juzgado en Jerusalén y protagonista de la obra mencionada:



"Pudo ver con sus propios ojos y oír con sus propios oídos que no sólo Hitler, no sólo Heydrich o la «esfinge» de Müller, no sólo las SS y el partido, sino la élite de la vieja y amada burocracia se desvivía, y sus miembros luchaban entre sí, por el honor de destacar en aquel «sangriento» asunto. «En aquel momento, sentí algo parecido a lo que debió de sentir Poncio Pilatos, ya que me sentí libre de toda culpa.»"

Y ahora viene lo más sustancioso. Continúa Arendt:


"¿Quién era él para juzgar? ¿Quién era él para poder tener sus propias opiniones sobre aquel asunto? Bien, Eichmann no fue el primero, ni será el último, en caer víctima de su propia modestia".

Creo que no hace falta demasiada perspicacia para entender que no trata de juzgar a personas ni conciencias. A lo que Arendt hace referencia es a los contenidos, acciones, criterios, a la distinción de lo bueno y de lo malo, a la definición de los límites de nuestra acciones.

Claro que aquella "Solución final", como su nombre indica, fue un punto de llegada que no emergió de la nada. El pistoletazo de salida fue una muerte por piedad aprobada por Hitler a petición del padre de la criatura, un niño con retraso, ciego y privado de algunas extremidades. Era 1938. Desde ese instante la eutanasia fue tomando carta de naturaleza y todo cambió para siempre.

3 comentarios:

  1. Es muy dura la historia que cuentas, no sé si leer el libro.... Es terrorífico ver cómo nuestra sociedad está derivando a algo que en ocasiones y por momentos no reconozco, ayer leía una noticia sobre la eutanasia en España.... Un profesor de filosofía del Derecho solía preguntar "¿cuantos pelos son necesarios para ser calvo? cambios cuantitativos se convierten en cambios cualitativos" Había algo en su reflexión que me chirriaba aunque tuviera razón...

    ResponderEliminar
  2. Por otro lado, espero que sigas con los vídeos, al ritmo que veas conveniente.... A veces pienso que si tienes los guiones por escrito te quedaría un buen libro....

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Joaquín. La verdad es que a estas alturas Youtube todavía es un medio desconcertante para mí. No sé si lo que a mí me parece interesante interesa a los demás, si el tiempo empleado es fecundo o no. Cada vídeo es un misterio. Es cierto que al final hago lo que me parece mejor a mí, aunque con el tiempo pueda cambiar de parecer.

      El libro de Hannah Arendt, si te interesa el tema, leetelo, sin duda. No defrauda.

      Un saludo cordial.

      Eliminar