Robespierre era “el incorruptible”. El hombre puro que
pontificaba sobre la virtud y edificaba mundos de perfección ideal. A él se
sumaban otros puros, no contaminados, al menos eso decían aunque luego cada uno
a su nivel arrastrara sus humanas miserias, sus ajustes de cuentas, sus intereses. Pero ahora habían descubierto la
fuerza de la acción conjunta y el consuelo de encontrar a los culpables de sus
desgracias, los malvados, los poderosos
y sus cómplices, “los otros”, por acción o por omisión, todos aquellos que no
se sometieran a la fuerza de la calle que era la verdadera libertad, la única y
forzosa libertad.
Autoproclamados “el pueblo” decidieron que nada de lo
anterior valía, nada merecía ser puesto a salvo, ni siquiera la Historia. El
fuego purificador iba a devorar toda la podredumbre para alumbrar un hombre
nuevo.
Pero con grandes discursos el hombre naturalmente bueno seguía sin aparecer, había que traer la virtud por
la fuerza: “virtud y terror”. Cada vez que Robespierre tomaba la palabra la
asamblea temblaba. Un gran orador, sí señor, y además no contaminado; ajeno al “establishment”.
El poder estaba en la calle, en la Comuna, en los sans culottes, en “el pueblo”, como si de una
unidad mental sin fisuras se tratara, y Robespierre hablaba en su nombre
lanzando anatemas. ¿Quién sería el próximo en caer? ¿Quién la víctima
sacrificial del nuevo acto purificador?
No pocos lo atacaban señalando sus defectos, sus
debilidades, sus miserias. No se daban cuenta de que el punto fuerte de
Robespierre era, precisamente, su “incorruptibilidad”. Podía proponer
disparates pero no ser censurado por ladrón o sobornador. Sí, su discurso
llegaba al delirio, pero era un “puro” a diferencia de muchos de sus adversarios que, más
razonables en lo teórico, eran reacios a cambiar de vida, a reconocer sus
errores pasados y renunciar a sus privilegios. Eso les iba a costar el cuello a ellos y a otros muchos.
Robespierre era “el incorruptible”. El hombre puro que
pontificaba sobre la virtud y edificaba mundos de perfección ideal.
¿PODEMOS saber a quién te refieres?
ResponderEliminarSí, Podemos.
EliminarY yo que me esperaba una de Habanos....
ResponderEliminarNo sé , no sé, si hoy se salvaría de esa pureza e“incorruptibilidad” de la que hablas...
Hoy no se escaapa nadie
Ángelo, hay quienes sí creen estar a salvo. Es verdad que ha habido muchos abusos, mucha desvergüenza y que hay abundantes cosas que cambiar, pero no para reinventar el mundo sino para mejorarlo. Es lo que no conciben los puros (los habanos y los Búfalo).
EliminarUn abrazo.
Eso es lo que habría que intentar: mejorar el mundo.
ResponderEliminarTarea difícil cambiar algunas cosas, pero quizás se podría conseguir.
Buen texto, Rafael.
Un abrazo fuerte.
Amalia, estoy contigo, hay que mejorar el mundo porque en muchos aspectos está hecho una pena. Pero para ello el primer paso, creo yo, es sentir entusiasmo por la realidad, abrir los ojos a ella.
EliminarUn abrazo para ti.
Muy bien escrito, aunque no comparto tu análisis de la realidad actual. Afirmas que las propuestas que se hacen son poco menos que disparatadas, pero dudo que hayas leído su programa y mucho menos que sepas en qué textos científicos (por ejemplo, lee a Vicent Navarro o Juan Torres López) e informes se basan (el de los Inspectores de Hacienda) entre otros.
ResponderEliminarTe animo a qué leas estos documentos sin prejuicios, y entonces creo qué cambiará tu perspectiva.