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BITÁCORA DE RAFAEL HIDALGO

jueves, 17 de octubre de 2019

¿Máquinas esclavas?



En su Política justifica Aristóteles las razones de la esclavitud. Explica cómo la naturaleza hace a unos hombres aptos para gobernarse, mientras otros necesitan de sus señores para actuar.

Sin embargo, poco después, se escora hacia un terreno más pragmático, afirmando que "si las lanzaderas tejiesen solas y los plectros tocaran la cítara, ni los maestros necesitarían de ayudantes ni los amos de esclavos".

Esta apreciación casi podría ser tacharda de marxista, siempre y cuando obviemos el pequeño escollo de que Marx todavía iba a tardar en venir al mundo veintiún siglos.

En Grecia no tenían lavadoras, ni excavadoras, ni martillos hidráulicos, ni cosechadoras mecánicas, ni neveras que conservaran los alimenos durante semanas, ni tocadiscos... así que para disponer de tiempo libre, de ocio (por contraste al nec-ocio) necesitaban que alguien realizara todas esas labores. No olvidemos que la loada democracia ateniense (gobierno de la demos) se soportaba sobre una base enorme de esclavos. De lo contrario, ¿cómo dedicarse a la política, a las cosas de la polis, de la comunidad, y no del hogar?

Hoy, desde la holgura de un mundo tecnológico en el que pulsando un botón desplazamos cien toneladas o calentamos la comida en apenas un minuto, nos es muy fácil escandalizarnos de aquellas prácticas "abominables". Pero, ¿qué pasaría si nos viéramos en su misma tesitura? ¿Conservaríamos nuestras intachables convicciones?

En cierta ocasión, aprovechándome de su inocencia y falta de doblez, hice la prueba con mis trenzados retoños. Les pregunté si, caso de trasladarse en una máquina del tiempo a la antigua Grecia, tendrían esclavos. Con una convicción absoluta me respondieron que de ninguna manera. Entonces les expliqué lo que eso supondría: tendrían que ir a lavar la ropa al río, buscar agua en la fuente, acudir al mercado casi a diario, fregar los suelos, cocinar, cortar leña, segar en el campo...

Ante dicho panorama recapitularon para acabar por dar una nueva respuesta: Sí, tendrían esclavos, pero los tratarían muy bien.

Entonces di una vuelta más de tuerca. ¿Pero si algún esclavo no quería hacer los cometidos que le mandaran? ¿Y si se negaba a obedecer? ¿Cómo harían?

La respuesta tardó en llegar. Tras unos segundos de cabilación la mayor dio con la respuesta: Bueno, le diría que si no me hace caso lo tendría que vender.

Así, desde la franqueza intelectual de quien se limita a ponerse en situación sin necesidad de impostar superioridad moral alguna, llegábamos a la comprensión plena de aquellas frase del Estagirita: "si las lanzaderas tejiesen solas y los plectros tocaran la cítara, ni los maestros necesitarían de ayudantes ni los amos de esclavos". Mas, ¡ay del día en que las lanzaderas no tejan solas!

Así que por la cuenta que le trae a nuestra buena conciencia: Señor, que no nos falte una fuente de electricidad cerca, o no sabemos de lo que somos capaces.






2 comentarios:

  1. Je, je....muy bueno. Me ha gustado lo de ocio y nec ocio....La esclavitud supuso una forma "pragmática" de tratar al vencido frente a la muerte o al deudor frente a la inveterada costumbre de cortarlo a cachos.... (se le vendía y de cobraba uno la deuda)....fue una atrocidad que no desapareció por las máquinas sino por determinadas ideas y principios... yo le diría a mis hijos que si no quieren lavar la ropa en el río que contraten a alguien.... ;)

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    1. El problema es algo más complejo que el de contratar a alguien. Entre otras cosas se plantean qué hacer con los vencidos, como bien apuntas. Por eso el que frente a la solución de matarlos hubiera quien optara por conservarles la vida lo considera supuso un avance, o al menos así lo entiende Ortega cuando habla de un genio benéfico como inventor de la esclavitud. (Lo que no significa ni mucho menos que abogue por perpetuarla).

      Ciertamente, contribuyeron determinadas ideas y principios a su supresión. Pero dichas ideas no habrían prosperado de no ser posible su aplicación.

      En todo caso, también ir a lavar la ropa al río educa, ¿no?

      Un saludo cordial

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