Querido Michael:
Cada estrella del firmamento es única; con todo, hay algunas
que poseen una luz especial que las hace sobresalir sobre las demás. Así es tu
obra, especial, cautivadora, innovadora, bella, luminosa.
Recuerdo cuando leí Momo.
En mi caso esta afirmación es muy significativa, pues si de algo carezco es de
memoria. En aquel entonces trabajaba en una empresa que divinizaba la cuenta de
resultados: “nuestro objetivo es maximizar la rentabilidad de los accionistas”,
repetían machaconamente jefes, jefecillos y voceros varios. Sólo contaba el beneficio
rápido, a cualquier precio; “orientación a resultados”, decían; y eso se
traducía en que había que exprimir a los clientes con toda suerte de ardides. Y
yo veía a los hombres de gris de los que me hablabas y temía acabar por
convertirme en uno de ellos. Al final sólo eran humo que transformaban en humo
la vida de la gente. La pequeña Momo tenía razón, al menos yo era capaz de
verlo, no todo estaba perdido. Un día pude marcharme de allí y regresar, hasta
donde me fue posible o supe, con Momo, Beppo y Gigi.
Y cómo no recordar La
Historia Interminable; genial, apasionante, inspiradora. Auténtica Capilla
Sixtina de la literatura infantil y fantástica. Qué viveza, qué profundidad,
qué originalidad desde el primer momento: “Libros de ocasión. Propietario: Kah Konrad Koresnder” impreso al revés,
porque el ojo del narrador veía la puerta desde el reverso. Y las alternancias
de las historias jugando con los colores. ¿Dónde empieza y dónde fina lo
imaginario en nuestra vida? ¿O, acaso, nuestra vida sólo se realiza
imaginativamente?
La princesa necesitaba un nombre nuevo, pero este no estaba dado de antemano. Fantasía sólo podía existir si un niño era capaz de fantasear y darle existencia. Ese niño era Bastián, gordito, solitario e inseguro. Pero la fantasía también tiene un riesgo. Sumergirnos en el imaginario olvidando completamente la realidad puede abocarnos a la locura.
Querido Michael, dicen que el cáncer pudo contigo, pero no
es verdad, tú no te has ido del todo. Bastián se preguntaba qué había en los
libros cuando estaban cerrados. Él sabía que para vivirlos tenía que leerlos,
pero también que, de algún modo, los personajes e historias ya estaban allí
antes de que él abriera las tapas. Michael, ahí te has quedado tú, esperándonos
para alumbrar, una vez más, las vidas de tantos personajes que un día soñaste.
Sólo hace falta despegar las tapas y embarcarse en la emocionante aventura de
leer.
Gracias por esos libros que forman parte de ti y, también,
de nosotros.
Te saluda con afecto tu amigo:
Rafael