Hace unos días pude ver la película “This is it” de Michael Jackson. Se trata del documental que recoge la preparación de la que iba a ser su espectacular vuelta a los escenarios. En el mismo, podemos ver al artista derrochando energía y talento por todas partes: baila, canta, propone efectos escénicos. A sus cincuenta años dobla en edad a los bailarines que lo acompañan y, sin embargo, no deja de sobresalir sobre todos.
Verlo en acción me producía verdadero asombro, no sólo por su indudable genio artístico, sino por tratarse de la misma persona que tiempo atrás había visto en una entrevista respondiendo en un tono infantiloide y blando a las preguntas que le formulaban, algunas de las cuales le comprometían en asuntos nada decorosos. ¿Era ese el mismo ser enclenque y medroso que caminaba rodeado por un séquito de maromos y aduladores?
Al ver aquello, me vino a la cabeza una de las narraciones de Jack London; en concreto la de su libro South Sea Tales titulada “El inevitable hombre blanco” (The Inevitable White Man).
En ella, el capitán Woodward cuenta a su amigo Roberts la historia de John Saxtorph, “el hombre más estúpido que he conocido, pero tan inevitable como la muerte. Una cosa solamente sabía hacer ese sujeto, y era disparar”. Woodward había conocido a Saxtorph cuando este último, con una destreza inusitada, había acabado de sendos disparos con dos molestos gatos. Asombrado por su habilidad, Woodward lo había contratado para formar parte de la tripulación de un barco negrero encargado de reclutar nativos por diversas islas. Pronto se arrepintió, pues Saxtorph, pese a su buena disposición, se mostró incapaz de aprender nada ni de hacer nada a derechas, hasta el punto de que “tres veces se cayó por la borda sin saber nadar”.
Después de cosechar una serie de fracasos en su labor de alistamiento por distintas islas, al fin los nativos de las Gilbert se incorporaron en masa, llenando la embarcación. En realidad se trataba de una trampa, con lo cual, a la primera ocasión, se hicieron con la nave y empezaron a matar brutalmente a los escasos marineros. “Las cabezas humanas son muy apreciadas en Malaita, especialmente las de los blancos”, explica Woodward. El propio capitán había caído al suelo tras sufrir un fuerte golpe, aunque todavía podía contemplar cómo uno tras otro los miembros de su tripulación eran asesinados a hachazos. Cuando todo estaba perdido, empezó a oír una sucesión de tiros. “Uno tras otro fueron cayendo los negros. Fui recuperando el pleno uso de los sentidos y reparé en que ni una sola bala dejaba de llegar a su destino”. Entonces descubrió a Saxtorph encaramado en la cruceta con un rifle y un montón de cartucheras llenas de munición. “Y allí aposentado, hacía la única cosa para la cual le había dotado la naturaleza”.
Efectivamente, los alzados iban cayendo indefectiblemente sin que el francotirador dejara de dar en el blanco. Dos botes llegaron de la costa repletos de nativos armados con los rifles que habían arrebatado a los tripulantes, pero la falta de práctica les hacía errar el tiro, mientras Saxtorph continuaba exterminándolos con implacable precisión. Al final, ni un solo negro escapó a sus balas. Decenas de cadáveres llenaban la cubierta y la superficie marina. Acabada la faena, Saxtorph volvió a ser “el marinero de antes, torpe y sin experiencia”.
La vida nos enseña que la genialidad no puede abarcarlo todo. Muy al contrario, no es extraño que las personas sobresalientes destaquen en algún campo concreto, aunque luego sean un desastre en todo lo demás. Por eso no tiene sentido nuestro empeño en exigir a aquellos a quienes admiramos una brillantez omniabarcante.
Recuerdo a un compañero de estudios desastroso en lo académico, y todavía más en cuanto a su sociabilidad. Sin embargo, en las materias plásticas y artísticas era un verdadero un genio. No era apto para la vida pública, pero sería capaz de reproducir la Capilla Sixtina sin tener que cotejar su obra con el original.
Ya lo cantaban Enrique Urquijo de Los Secretos:
“Comentó por ahí,que yo era un chaval ordinario
Pero cómo explicar,que me vuelvo vulgar,
al bajarme de cada escenario”.
Ultimamente te noto más clarividente...preciosa entrada.
ResponderEliminarRezo porque la noche no teconfunda.
Abrazos piel rojas...
JA Manonegra, será la siesta que me da lucidez.
EliminarLa noche ya lleva unos cuantos años sin confundirme, ni siquiera en Nochevieja, que ya es decir...
Abrazos bronceados...
Mucha sensibilidad en este artículo lleno de vivencias. Buen miércoles.
ResponderEliminarManuel, muchas gracias. Que tengas tú también un día estupendo.
EliminarHay gente que destaca mucho en una habilidad y en otras un desastre, otros son un termino medio y otros son un desastre en todo.
ResponderEliminarMichael era un artista bailando y cantando, como persona ni idea.
Aparentemente parecía que se le había ido la olla, como se dice vulgarmente.
Saludos.
Ohma, muy normal no parecía. También es cierto que su infancia, al parecer, tampoco lo había sido.
EliminarUn saludo.
Pero en principio las personas tenemos capacidad para distintos trabajos, distintas habilidades...¿no? Y digo en principio porque hay quienes no tienen ninguna habilidad que mostrar, y lo digo por mi misma, simple aficionada a cosas pero nunca brillante. Conste que no me quejo, me basta admirar a otros en su brillantez y disfrutar de sus creaciones.
ResponderEliminarLuisa, el otro día estaba con una persona y descubrí en ella un don, sabía escuchar. Yo no digo que todos seamos bailarines, pero ciertas cualidades valiosísimas, aunque en apariencia sean modestas, sí podemos desarrollar.
EliminarConsejos vendo...
Rafael, te olvidas de los que no destacamos en absolutamente nada. Somos pocos pero insustituibles.
ResponderEliminarAntonio, ahí le has dado. Y si no, que se lo pregunten a mi madre, ¡a ver por quién me cambia! (Por si acaso, mejor no preguntarle).
EliminarUn saludo.
Es que a mí este hombre... ni blanco ni negro, ni chicha ni limoná, ni bueno ni malo, ninguna emoción, línea plana total en el monitor, así que me quedo con los estupendos comentarios que hoy adornan tu entrada.Un abrazo
ResponderEliminarÁngelo, es que donde este Sissel...
EliminarHay quien es un estupendo economista o arquitecto y, sin embargo, no sabe ni colgar un cuadro. Las personas hacemos unas cosas bien y otras menos bien. Yo descubrí hace poco lo estupendamente que toca el piano un amigo mío. En fin... la felicidad completa no existe.
ResponderEliminarUn beso
Amalia, o sí existe, en el caso de tu amigo, en tocar el piano.
EliminarAbrazos gallegos.
creo que va que ni pintao el video de Michael ´dangerous´ te dejo un link, espero q te guste. http://www.youtube.com/watch?v=qRYUAVucxVU&feature=related
ResponderEliminarDenna, a mí lo que me parece alucinante es que fuera capaz de bailar como lo hacía y cantar al mismo tiempo sin perder resuello. Increíble.
EliminarBuenos días Rafael. Hoy tratas un aspecto fundamental del hombre, su naturaleza caída, redimido y amado por Dios que reparte talentos y la justicia que pide cuenta de ellos sin balanzas generales.La incapacidad que tenemos el resto para juzgar como conviene y el sentido de cada vida en el divino plan. Me encanta leer tu blog porque a menudo me sumerges en aspectos trascendentes de aplicación inmediata en todo mi entorno.Un abrazo.
ResponderEliminarXtobefree, muchas gracias por tus generosas palabras, aunque me temo que yo me limito a poner un trampolín, mientras tú eres el que te lanzas a las espumosas aguas de la trascendencia.
EliminarOtro abrazo para ti.