lunes, 31 de octubre de 2011

Piedad


Piedad, ese es su título, y está firmado por Miguel Mena, periodista de la Cadena Ser en Aragón. El título expresa el sentimiento que mueve la mirada del autor; la piedad emanada desde la perplejidad que experimenta un hombre con un hijo aquejado de una grave minusvalía al cual ama con tanta compasión como incomprensión.

¿Por qué el dolor? ¿Por qué esa “avería” en su cerebro que lo vuelve vulnerable a la par que amable? ¿Por qué hay tantos porqués?

“Qué raro se hace tener un hijo prácticamente mudo cuando te ganas la vida hablando, un hijo condenado a ser analfabeto cuando llenas tu tiempo escribiendo, un hijo con poco equilibrio cuando tu afición es montar en bicicleta. Qué extraño resulta que para ser feliz no parezca necesitar nada de lo que a ti te gusta.”


El libro presta atención a diversos hechos de la vida, unos graves y otros livianos, pero todos cargados de significación: noticias de páginas interior, el encuentro con un pastor paquistaní, la búsqueda de un disco, el porrero del cuartel...

Desde su autenticidad y capacidad de asombro, Mena conmueve al lector en cada párrafo. La obra bien podría titularse “Impactos” porque eso es lo que son, múltiples impactos que golpean el alma que descubre un mundo desajustado, sorprendente, pero nuestro al fin y al cabo.

Al final queda un sabor agridulce e irrenunciable rebosante de humanidad.

Un libro que recomiendo con vehemencia. Sus minúsculos apartados se leen casi sin darse cuenta, yo lo hice en una tarde. Para mí, un gratísimo descubrimiento.

jueves, 27 de octubre de 2011

Jornada toledana

¿Qué mejor compañía puede desear uno que la de los buenos amigos? Si además esta se da en una ciudad como Toledo la felicidad es completa.

De un bien tan grande pude disfrutar el pasado 24 de octubre durante la presentación del libro Julián Marías. Retrato de un filósofo enamorado. Fue en la parroquia de San Ildefonso, y aquí van algunas fotos como grato testimonio de aquella jornada.




Un servidor a lo Paco Umbral: "Yo he venido a hablar de mi libro".



Lo mejor de la velada: el público.



Mi amigo José Vicente Reina haciendo la presentación de negro riguroso. Siendo en la imperial Toledo sólo le faltaban los puños y la gorguera.



Con mis amigos Mireia, Pepe (el último patricio romano) y Javier (el ente de razón).



Con mi amiga Patricia instantes antes de ser arrojado a la papelera adyacente (no es sólo corazón, también tiene músculo).



Después de dedicar el libro a mi amiga Mireia, mujer capaz de leerlo todo, ¡incluso mis manuscritos!



Con Mireia, Pepe y súper Ana. Al fondo Maribel y Rubén charlan sobre los juicios sintéticos a priori.



Dedicando el libro a Javier, el filósofo más duro a este lado del Pecos.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Julián Marías vuelve a Toledo


Tras la muerte de su esposa Lolita, Julián Marías nunca volvió a pisar las calles de Toledo. Para Lolita Toledo era el lugar donde se sentía plenificada. Allí, rodeada de historia, poesía y belleza, su alma rebosaba.

El inconmensurable vacío dejado por su amada muerta fue el que impidió al filósofo regresar a la ciudad en la que tan felices habían sido. No lo hubiera podido soportar.

Ahora un libro sobre su vida va a ser presentado allí: "Julián Marías. Retrato de un filósofo enamorado". Y ya que soy el autor, aviso a través de estas líneas a quien pudiera estar interesado.

El acto tendrá lugar en la parroquia de San Ildefonso de la imperial ciudad de Toledo el lunes 24 de octubre de 2011 a las 20:30. En el mismo participará mi AMIGO (así, en mayúsculas rotundas e incontestables) José Vicente Reina Blesa, que es una de las personas mejor dotadas para la Filosofía que conozco. Además, si la memoria no me falla, fue él quien en mi juventud me introdujo en la lectura de Marías.

La entrada es libre, como el Sol cuando amanece. Todo el que acuda será bien recibido.

lunes, 17 de octubre de 2011

El reloj supersticioso


Me dijo que las Humanidades no valían para nada. Se trataba de un saber inútil sin la menor aplicación práctica. Sólo las Ciencias contribuían al progreso y al auténtico conocimiento.

- Nuestra sociedad –afirmaba- está donde está gracias a la física, las matemáticas, la ingeniería... ¿De qué sirve saber la lista de los Reyes Godos o si “camión” lleva acento?
¡Y qué decir de las religiones! Afortunadamente las Ciencias nos han liberado de sus supersticiones para siempre.


En aquel momento se me pasaron por la cabeza muchas cosas. Entre otras, que si las Ciencias habían prosperado tanto era porque una cosa llamada Filosofía las había fundamentado. También consideraba qué sería de él el día que padeciera un sufrimiento hondo por la pérdida de alguien querido, la falta de amor, una enfermedad, o la amenaza de la propia muerte. ¿Qué pensaría entonces de esas “supersticiones”?

Pero mi amigo no quería plantearse esas cuestiones. Se tenía por un hombre “práctico” que había superado las “metafísicas”, como había llamado en alguna ocasión a los problemas más existenciales.

Al fin, me decidí a hablar:

- Por lo que me dices, tu vida se desarrolla completamente de espaldas a las Humanidades.

- Así es.

- Es muy meritorio. Hasta ahora no conocía otro caso como el tuyo.

- ¿Por qué dices eso?

- Porque yo pensaba que incluso la Ciencia tenía un soporte Humanístico, aunque sólo sea porque está realizada por seres humanos.

- Te equivocas. La Ciencia es completamente autónoma. ¡Ahí reside su grandeza!

- ¿A qué día estamos?

- A lunes. ¿Por qué?

- ¿Me puedes decir la hora?

- Son las once y media –respondió tras consultar su reloj.

- ¡Vaya!, has dejado de ser tan excepcional como creía. Resulta que también estás sujeto a las “servidumbres” de las Humanidades y eres heredero de viejas supersticiones.

- ¡Pero a qué viene eso!

- Porque para ti hoy es lunes.

- ¿Y qué?

- Que tus semanas tienen siete días, uno de los cuales es el lunes. Y si la semana tiene precisamente siete días y no cinco ni diez es por razones religiosas, no científicas. Los sumerios y los babilonios descubrieron que había siete astros que se movían con independencia del conjunto de estrellas. Eran la Luna, el Sol y los cinco planetas visibles, cuyos nombres latinos son Marte, Mercurio, Júpiter, Venus y Saturno. Para ellos eran dioses, y dedicaron un día de la semana a cada uno de ellos. Así el lunes honra a la Luna, el martes a Marte, el miércoles a Mercurio, el jueves a Júpiter, el viernes a Venus, el sábado a Saturno, y el domingo al Sol.

- ¿El domingo al Sol?

- Sí, sólo que con la difusión del cristianismo cambió de nombre para honrar al único Dios. Domingo es el “día del Señor”. Hay idiomas, como el inglés, que todavía conservan el nombre antiguo: Sunday.


Mi amigo se había quedado algo serio. Su locuacidad había desaparecido, pero no su natural curiosidad.

- Y la pregunta de la hora, ¿también tiene trampa o realmente la querías saber?


No pude evitar esbozar una sonrisa maliciosa.

- Como tú dices, tiene trampa –confesé.

- Ala, pues ya puedes empezar a contar. ¿Qué tiene que ver la hora con los diosecillos?

- Hay que decir que la necesidad de medir el tiempo se remonta al inicio de la agricultura. La época de la siembra, la siega y demás, se produce siguiendo unos ciclos, por eso hay que medirlos. Como eran pueblos que adoraban a la Luna, qué mejor forma de medir el año que mediante los ciclos lunares.

- Entiendo. Por eso hay doce meses.

- Efectivamente. Pero los egipcios, siguiendo el modelo anual, dividieron el día y la noche en doce fracciones respectivamente. Doce horas de día y doce de noche. Ya tenemos las veinticuatro horas. Y también llegamos a la conclusión de que para comprender nuestros sistemas de medición, por muy científicos que sean, tenemos que contar una historia. Es decir, recurrir a algo tan supersticioso e inútil como las Humanidades.

- Venga, déjate de rollos y vamos a tomarnos una caña, que me has puesto la cabeza como un bombo.

- Vale, pero con papas.

- Está hecho.

Y así vino a resultar que, a ejemplo de los diálogos socráticos, decidimos que la mejor forma de conversar era con un tentempié delante, y nos pasamos la tarde dándole al palique y lubricando el gaznate.

miércoles, 12 de octubre de 2011

Sangre en la Calle del Turco


¿Dónde nació mi fascinación por el misterioso asesinato de Prim? El detonante fue un libro de César Vidal titulado Enigmas Históricos al Descubierto que dedicaba uno de sus capítulos a este crimen. Lo curioso es que en la citada obra Vidal da una versión errónea del magnicidio basada en un episodio novelesco (creo recordar que de una obra de Galdós). De allí pasé a Los asesinos del general Prim de Antonio Pedrol Rius, libro que me cautivó irremediablemente. En él da cuenta de las averiguaciones que su autor hizo gracias al descubrimiento del voluminoso sumario de aquel atentado. Posee la maestría de presentar sus hallazgos casi en forma de thriller, y ello sin perder un ápice de rigor. Tan pronto lo acabé, me lancé a por España y la guerra de 1870 de Javier Rubio García-Mina, obra meticulosa, amplia y brillante que va mostrando, paso a paso, las intrigas políticas que desembocaron en el fatal magnicidio. Además, ofrece pruebas concluyentes sobre cuál fue la mano que estuvo detrás de aquel crimen. Este libro (en realidad 3 volúmenes) me abrió la puerta a leer otras obras de Javier Rubio, todas ellas igualmente extensas, rigurosas y minuciosas. No sé si este diplomático de carrera ha recibido el reconocimiento que merece su dilatada labor historiográfica. Temo que no. Es el precio de frecuentar más las bibliotecas que los medios de comunicación de masas. ¡Cosas de España!

A partir de ahí, todo lo que ha caído en mis manos en relación al asesinato de Prim lo he ido leyendo: ¿Por qué asesinaron a Prim? de José Andrés Rueda; Prim: La forja de una espada de Emilio de Diego; El general Prim: Biografía de un conspirador de Pere Anguera; El Duque de Montpensier de Carlos Ros, etcétera. Por cierto, me ha sido totalmente imposible conseguir un libro de Jesús Cuevas titulado Paul y Angulo publicado en su día por la Caja de Ahorros de Jerez. No está ni siquiera en Iberlibro. ¿Algún alma caritativa lo podría colgar en pdf o decirme cómo conseguirlo?




Ahora que está tan en boga la novela histórica, no se me ocurre mejor tema para una obra de intriga. ¿Cómo se gestó y en qué desembocó el asesinato del hombre más influyente de la España de su tiempo? No hace falta inventar nada de lo fundamental porque en este caso se cumple aquello de que la realidad supera cualquier ficción.

Tan atractivo me parece el tema, que hasta se me pasó por la cabeza escribir una novela. En lo fundamental la tengo esbozada en alguna neurona que anda por ahí perdida.

Hace unos días, andando por la calle, me lleve una gran sorpresa cuando, al pasar frente a una librería, descubrí en un lugar destacado un grueso volumen titulado Sangre en la calle del Turco de José Calvo Poyato. Por supuesto, lo compré inmediatamente. Robando horas al sueño me lo he leído, y he de reconocer que me parece un buen libro. Y eso que en cierta forma ha tenido que competir con la obra ideal que bulle en mi mente.







El libro de Calvo Poyato narra las vicisitudes del joven periodista Fernando Besora, que trata de hacerse un nombre en el Madrid de 1870. Como reportero del diario La Iberia tendrá que investigar un crimen ritual sucedido en un palacete de la calle Carretas. A la par, irá descubriendo las oscuras maquinaciones que pretenden acabar con la vida del presidente de Gobierno don Juan Prim Prats. Y en medio de todo surge la figura dulce y sensible de Paloma Azpeitia, de la que Besora está locamente enamorado.

Hay que decir que el libro está muy bien escrito, la ambientación es acertada y el ritmo narrativo no decae en ningún momento. Vamos, que merece la pena.

Además, ciñéndose en lo fundamental a los hechos históricos y echando mano de muchos personajes que realmente existieron, es capaz de dar el peso principal a la historia humana que novela, lo cual es muy meritorio.

Dado su general acierto, no creo que merezca objeciones de importancia, aunque sí me cuestiono si no podría haber centrado la trama exclusivamente en torno al complot contra Prim, sin necesidad de incorporar un crimen satánico ajeno a los hechos históricos.

En cualquier caso, es lo primero que leo de este curtido autor, y en vista de esta experiencia inaugural no me importaría adentrarme en algún otro de sus abundantes libros.

Respecto a Prim, pese a todo creo que todavía está por escribir la gran novela que verse sobre la gestación y consecuencias del atentado que acabó con la muerte del marqués de los Castillejos. Es algo en lo que me encantaría embarcarme, pero para ello necesitaría dos atributos de los que me siento desprovisto: capacidad de gestionar el tiempo y talento para novelar.

lunes, 10 de octubre de 2011

Políticos bipolares


Recientemente se ha hecho público el patrimonio de los diputados y senadores españoles. En realidad lo que se conoce es lo que los propios políticos declaran mediante un formulario que da por buena la información en él vertida. Curiosamente no se solicita información alguna sobre el patrimonio de los cónyuges o los hijos. Todos sabemos lo habitual que es que personas con grandes patrimonios registren propiedades y fondos a nombre de familiares cercanos para obtener ventajas fiscales. En fin, será un despiste.

Pero a lo que quería ir es a otra cosa. España está sufriendo la más grave crisis económica de las últimas décadas. Nuestra tasa de paro supera el 20%, duplicando la media de la Unión Europea. Las Cajas de Ahorro, en las que los políticos de todos los colores han metido mano para gestionarlas según sus intereses, están en una situación de auténtico desmoronamiento (a comienzo de 2010 había 45 entidades; a fin de año eran 17). Por todas partes se tienen que hacer recortes en áreas tan sensibles como la sanidad o la educación. Y, lo peor de todo, es que las perspectivas de recuperación a corto plazo no son nada halagüeñas. Pues bien, resulta que en un escenario de práctica bancarrota el patrimonio personal de los principales responsables de la gestión pública goza de una excelente salud. Es decir, que los “servidores públicos” se dan mucha maña en administrar sus asuntos, pero cuando se ponen a ejercitar su oficio muestran una incompetencia capaz de llevar un país a la ruina.

En las empresas los administradores pueden llegar a responder con su patrimonio personal si incurren en prácticas de mala gestión manifiesta. Mientras, en la res publica (la cosa pública) basta con que uno se vuelva a su casa (con su pensión correspondiente) para que se marche de rositas. No es precisamente un modelo de liderazgo ejemplarizante. O, al menos, a mí no me lo parece. Será que no me entero. ¿Lo aclararán en Educación para la Ciudadanía?