jueves, 8 de julio de 2010

¿Por qué no me interesan las entrevistas a políticos?


Por sistema evito leer la mayor parte de las entrevistas que realizan a políticos. No me interesan por su predecibilidad; porque jamás se salen ni un milímetro del guión, y cuando lo hacen, suena a impostura, a buen rollito, a colegueo barato.

Tienen respuesta para todo. Parecen desconocer la perplejidad que a todos los hombres nos acompaña. ¿Para qué existirá la ciencia y la filosofía si todo está tan claro?

Como lo saben todo, dan lecciones a todos. Nunca yerran, y si alguna vez reconocen cometer errores es a condición de no aludir a ningún hecho concreto, enunciarán un genérico y magnánimo “también yo me equivoco”.

La realidad, según ellos, es blanca o negra. Si se les pilla en una tropelía, automáticamente se convertirán en acusadores del partido contrario, tratando de envolvernos en la falacia de que todos pertenecemos a algún partido y, por tanto, estamos contaminados por sus desmanes.

Cuando visitan a un enfermo, o dan un euro, o colaboran en alguna actividad “solidaria”, se rodean de flashes y micrófonos, para que quede constancia de su gesto fugaz e interesado. Darán dos palmaditas a quienes se la juegan día a día, y ya no se les verá el plumero por aquel lugar.

A mí me resulta interesante la gente que sabe decir “no lo sé”, “perdóname”, “tienes razón, yo estaba equivocado”, “desconozco sobre este tema, así que lo más prudente es que no diga nada al respecto”, “yo tampoco lo entiendo”, "me has convencido". Me gusta estar con personas que se forman en una materia y dedican un tiempo a escuchar y pensar por sí mismas.

En definitiva, me gusta la gente sincera, no que finge sinceridad. Me gusta la gente curiosa y formada, no sabelotodo. Me gusta la gente humilde, no vanidosa ni sectaria. Me gustan las personas, no los secuaces. Por eso me interesan tan poco la mayor parte de los políticos al uso.

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