domingo, 17 de diciembre de 2023

A puerta cerrada




En su momento recomendé una estupenda película noruega titulada La decisión del rey. En ella se narra la invasión alemana de Noruega durante la segunda guerra mundial, y más particularmente cómo vivió dicha ocupación la corte de dicho país.


El embajador alemán en Noruega trata por todos los medios de suavizar la situación buscando un entendimiento, pero su propio país ha emprendido una acción bélica que sólo puede concluir con la claudicación total de Noruega.


Llama la atención la pusilanimidad del gobierno noruego incapaz de tomar medidas efectivas ante la guerra que se les viene encima. Continuamente apelan a negociar con los nazis, que actúan según la política de hechos consumados.


Pero lo que aquí me interesa es una conversación que casi al final de la película mantienen el embajador alemán y el rey noruego Haakon VII. El embajador está pidiendo al monarca que firme un documento que básicamente reconoce la claudicación de Noruega, para evitar de este modo un baño de sangre. Le impele a dar ese paso como última oportunidad, pues las tropas alemanas ya han comenzado a tomar distintas ciudades. Todo ello ha de hacerse por el bien del pueblo noruego. Entonces el rey le aclara que su país es una democracia, hasta el punto de que él mismo ha sido elegido soberano democráticamente, por eso no puede dar ese paso unilateralmente y sin consultar al pueblo. Y añade: "El destino de nuestro país no se decide en una habitación en privado, debe ser una decisión de todo el pueblo noruego".


Actualmente el destino de la nación española se está decidiendo en una habitación en Suiza, sin luz ni taquígrafos, en la que toma parte un prófugo de la justicia acusado de sedición (aunque el gobierno se ha encargado de borrar dicho delito del Código Penal para exhimirle) y representantes de un gobierno que sólo está al servicio de ambiciones personales. En el punto de mira, los jueces y cualquier institución que conserve un mínimo de independencia y pueda hacer valer el derecho por encima del reparto del botín.


El destino de nuestro país SÍ se decide en una habitación en privado.









martes, 5 de diciembre de 2023

Napoleón decaído

 


Se ha escrito bastante de la última película de Ridley Scott, Napoleón. Yo acabo de verla.

Por no repetir lo ya escrito por tantos, me limitaré a decir que se me ha hecho larga, lo cual es muy mal síntoma. Que el personaje principal me resbala (no hablo de la historia real, sino del protagonista de la película): mala cosa también. Y que no es lo mismo una personalidad compleja que absurda. De hecho no veía a Napoleón, sino a alguien con vacío existencial que estaba allí en medio.

Lo más admirable, algunas escenas de batallas y que no las demoraran innecesariamente.

No voy a entrar en profundidades históricas porque no me siento cualificado, pero sí diré que cuando arranca la película, en 1789, Napoleón tenía veinte años. Y en 1793, cuando se produce el sitio de Tolón, veinticuatro. Joaquín Phoenix frisa los cincuenta... Es verdad que en Greese John Travolta y Olivia Newton-John son estudiantes de instituto, pero es un musical.

Por lo menos lo ha intentado.