En un mundo de poses y redes sociales no es fácil dar con una persona como Gerardo. Contracorriente del mundo, dejó su militancia política juvenil al caer del caballo como San Pablo. No por ello dejó de ser combativo, sólo que ahora, como San Francisco de Borja, lucha por un Señor que no se le pueda morir.
Mi amiga M.A. haciendo gala de una gran generosidad me ha regalado unos cuantos libros. Ayer, volviendo en tren desde Granada, me leí uno muy breve extraído de una conferencia de Fabrice Hadjadj, profesor de filosofía y literatura a quien no tenía el gusto de conocer. En concreto el titulado La suerte de haber nacido en nuestro tiempo (Ed. Rialp). Hadjadj es un converso al catolicismo de origen judío. Sus padres eran maoístas y él en su juventud se encuadraba en las filas del ateísmo anarquista. Hoy, si la Wikipedia no miente, tiene ocho retoños junto con una actriz francesa.
Pero más allá del anecdotario biográfico me interesa recoger una cita de este jugoso libro. La misma aparece en referencia al Apocalipsis, entendido tanto en su sentido originario de "manifestación", cuanto a la extendida idea de catástrofe. Dice así:
«El indicador de este apocalipsis lo marcan todos los combates "a la contra" que libra la Iglesia. La Iglesia está en este mundo principalmente para revelar a Dios, cuando lo cierto es que su tarea se reduce cada vez más a preservar lo humano. Entraña esencialmente lo sobrenatural y se ve cada vez más llamada a defender la naturaleza. Es el templo del Espíritu y se presenta cada vez más como la guardiana de la carne, del sexo, de la propia materia. Esta situación terrible en la que ya no hay nada que se considere obvio es en realidad espléndida, porque, así las cosas, sólo cabe que todo vuelva a empezar en Dios».
No parece mala reflexión para estas fechas en que se celebra la venida del Niño Dios.
Ya que estamos en el puente de la Constitución, saco a pasear por aquí a uno de sus artículos; por ejemplo el 18:
1. Se garantiza el derecho al honor, a la intimidad personal y
familiar y a la propia imagen.
2. El domicilio es inviolable. Ninguna entrada o registro podrá
hacerse en él sin consentimiento del titular o resolución judicial,
salvo en caso de flagrante delito.
3. Se garantiza el secreto de las comunicaciones y, en especial,
de las postales, telegráficas y telefónicas, salvo resolución judicial.
4. La ley limitará el uso de la informática para garantizar el honor
y la intimidad personal y familiar de los ciudadanos y el pleno ejercicio de sus derechos.
¿Cómo lo veis? No sé si soy yo, que igual soy un poco merluzo, pero a mí no me da la sensación de que su ejercicio goce de muy buena salud.
Último vídeo de esta serie. Posiblemente el más complejo, pero es que siempre cerca de la cima el camino es más duro y empinado. En cualquier caso, ¡¿quién dijo miedo?! ¡Bienvenidos a bordo, polizones!