jueves, 5 de octubre de 2017

Creo

Ciudadanos españoles. Ha llegado el momento en que irrumpir con la verdad y rasgar la red de falsedades en que estamos envueltos, es una necesidad ineludible, un deber de humanidad y una exigencia de la suprema ley de la salvación de la masa inocente e irresponsable”. Inicio de la alocución de Julián Besteiro en Unión Radio. Madrugada del 5 al 6 de marzo de 1939.




Creo que va siendo hora de contar la verdad y reconocer su sacralidad.

Creo que la verdad nos hace libres y la mentira, a la postre, nos destruye.

Creo que la política educativa no puede estar en manos de ingenieros sociales deseosos de diseñar nuevos países, sexos, historia ficción, o de dar salida a cualquier frustración. El mundo fue creado “bueno”, ¡cuídalo!

Creo que quien miente debería quedar descalificado socialmente.

Creo que hacerse eco de la mentira, propagando bulos que otros crean porque refuerzan nuestras creencias es una bellaquería; si pedimos a los periodistas que contrasten las noticias y sus fuentes deberíamos hacer lo mismo cuando informamos de algo.

Creo que sobre el odio no se edifica absolutamente nada valioso, sólo trae dolor y miseria. Si no nos sentimos capaces superarlo, igual deberíamos pasar más tiempo de rodillas y hablar menos.

Creo que se puede ser republicano (yo fui casi un jacobino) pero no tonto, ni sectario, y si el Jefe del Estado cumple su función, y se moja en vez de decir lindezas hueras, pues habrá que reconocer sus méritos, no dolerse de ellos porque “cuanto más inútil, mejor para mi causa”.



Creo que algunas personas que ocuparon importantes puestos políticos (y no pienso sólo en uno) deberían ser un poco más humildes y, antes de pedir mano dura, hacer examen de conciencia para reconocer que no hicieron las cosas bien cuando trapicheaban con los nacionalistas obteniendo un poder efímero a costa de hipotecar el futuro de la nación (las letras de las hipotecas van venciendo y bien que lo estamos pagando).

Creo que si un amigo lo es de verdad no deja de serlo por discrepar, pero sí por perder el respeto. Por eso, como se dice en La lección de August, “cuando puedas elegir entre tener razón y ser amable, elige ser amable”.

Creo que España es un gran país, y aunque no es perfecto, tampoco aporta mucho pasarse la vida lamentándose de sus miserias. Como dice mi amigo cooperativista y guipuzcoano José Mari Larrañaga, “menos protestas y más propuestas”.

Creo en dime con quién andas y te diré quién eres. Con según qué compañeros de viaje, pocas aventuras, mejor quedarse en casa.

Creo que si un día, Dios no lo quiera, Cataluña se secesionara, España acabaría. Y eso no es bueno porque todavía nos quedan muchas cosas por hacer. Hay que poner entre todos en orden Europa, que está desmadejada y funcionarizada. Hay que ver la forma de que el mundo hispánico, del que formamos parte, vaya levantando cabeza y cooperando cada vez más. Hay que ver qué pasa con nuestros vecinos del sur, que legítimamente quieren participar de nuestro bienestar pero en muchos casos tienen una visión de la vida más angosta que la nuestra. Hay que recuperar la dignidad de la persona, empresa en la que se empeñaron Francisco de Vitoria, Julián Marías y tantos otros.

Y por último, creo que debo parar aquí porque si no esto se va a hacer interminable.


Un saludo.

2 comentarios:

  1. Bien dicho, Rafael.
    Comparto tu opinión.

    Un fuerte abrazo. Lindo fin de semana.

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    1. Amalia, la verdad es contigo da gusto.

      Un achuchó, directamente.

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