martes, 27 de enero de 2015

Islas en el océano de la moral



Todo acto verdaderamente humano reviste un carácter moral.
El camaleón está en celo y se aparea. El león tiene hambre y caza. La gaviota tiene sueño y duerme.

El hombre tiene que elegir continuamente, no le viene dado un guión prefijado para cada situación, por ello tiene que valorar, dar cuenta y razón de sus actos, ser capaz de justificarlos (o de reconocerlos injustificables).

La tentación es pretender que hay esferas de lo humano desprovistas de ese carácter moral. Así, vemos a investigadores afirmando que la ciencia debe ser ajena a cualquier forma de código ético y, por tanto, no debe estar sujeta a restricción alguna. O a cómicos sosteniendo que el humor no tiene límites y que al amparo de la libertad de expresión puede pasar por encima de todo y de cualquiera. O avarientos especuladores ilustrándonos sobre cómo los mecanismos de la economía nada tienen que ver con la humana condición.

Habrá incluso quien se revestirá de virtud para justificar su inmoralidad. Hombres que desahogan su agresividad más primaria enarbolando banderas religiosas, políticas o de cualquier otro tipo. Amas de casa, bomberos, azafatas, enfermeras, estudiantes, desahuciados y un sinfín de gentes que harán gala de su afán exhibicionista al amparo de las más nobles causas. Y así suma y sigue.


No, en el océano de lo humano no hay islas que emerjan fuera de la condición moral. Cada acto nos define. Y porque somos libres, somos ineludiblemente seres morales.

martes, 20 de enero de 2015

Cuando Cristina Fernández de Kirchner decidió pactar con el diablo y las consecuencias que ha traído consigo



Causa consternación la noticia de la muerte del fiscal Albeto Nisman en la Argentina. Ha aparecido en su domicilio con un tiro en la cabeza el mismo día en que tenía que declarar ante la Comisión de la Cámara de Diputados para informar sobre el procedimiento abierto contra la presidente argentina, Cristina Fenández de Kirchner y sus cómplices.



Por explicalo muy brevemente. El 18 de julio de 1994 explotaba un coche bomba en Buenos Aires en la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), causando 85 muertos y cientos de heridos. Todos los indicios apuntaban al gobierno de Irán que, con la colaboración de Hezbolá, tomaba esta represalia por la suspensión por parte de Argentina del acuerdo de transferencia de tecnología nuclear a Irán.



A raíz de la investigación un juez argentino ordenó la detención de siete ex-altos funcionarios iraníes y un miembro de Hezbolá para ser juzgados. Dado que en aquel momento estaban en Irán debían ser extraditados pero el gobierno de aquel país se negó, así que fue dictaminada una orden de detención a la Interpol (a través de lo que denominan "circulares rojas").

Ya en su momento el gobierno de Irán trató de sobornar al de Argentina mediante intercambios comerciales, a lo que éste se negó. Sin embargo la actual presidente, Cristina Fernández de Kirchner, sí ha accedido a ello, negociando la impunidad de los terroristas a cambio de ventajas comerciales, llegando a poner a disposición del Estado promotor del atentado a una parte de sus propios servicios de inteligencia. Así, entre otras cosas, firmó un "memorandum de entendimiento" con el gobierno de Irán supuestamente en aras a esclarecer el atentado, siendo en realidad la forma de poner al principal encausado a supervisar la investigación, es decir, a boicotearla.



El fiscal que ha llevado el peso de la investigación es Alberto Nisman, quien en reiteradas ocasiones había reconocido el peligro que corría su vida, así como que los implicados estaban montando una falsa trama para exculpar a los verdaderos terroristas.

La entrevista que adjunto fue realizada hace menos de una semana. Hoy el hombre que habla ha sido silenciado definitivamente.


Me quedo con dos frases:

- "La publicidad de los actos del Estado hace a la esencia republicana del gobierno".

- "Los hechos son sagrados; las opiniones son libres".



jueves, 15 de enero de 2015

¿Qué libertad? ¿Qué igualdad? ¿Qué fraternidad?



De vez en cuando las organizaciones hacen un alto para reflexionar sobre el desarrollo de su misión. ¿Vamos por el camino correcto? ¿Seguimos nuestros fines fundacionales? ¿En qué consistimos? Para ello acostumbran a echar la mirada atrás fijándose en la vida de sus pioneros.

La historia misma de la Iglesia es una sucesión de tentativas (no exentas de tropiezos) de actualizar sus orígenes. Sólo sabiendo esto se puede entender, por ejemplo, el pontificado de Francisco I.

A este respecto, es muy ilustrativo lo que ha sucedido con una orden religiosa cuyo fundador llevó una doble y escandalosa vida. Tal fue así, que el conocimiento de estos hechos hizo peligrar la misma existencia de la orden. Pues bien, ante esta tesitura los encargados de su saneamiento planteaban que no era posible una “renovación” (volver a su primer estado), sino que precisaba de una “refundación” (volver a fundar). Es decir, había que empezar el edificio desde sus cimientos, de modo que el día de mañana, cuando sus componentes quieran nutrirse de sus raíces originarias, no tengan que mirarse en un referente desfigurado.

En mi anterior entrada ponía a dos de los “fundadores” de las religiones más relevantes de nuestro mundo ante una tesitura similar, el juicio y condena de una pecadora. Cada uno la resolvía de manera distinta. Muhammad entendía que la vía de su redención pasaba por la condena a muerte de la adúltera. Se podía aplicar cierta benevolencia atendiendo a su circunstancia personal, como permitirle dar a luz o atender a la lactancia del hijo, pero en última instancia la ley había de cumplirse con todo su rigor.

Yeshúa, sin embargo, primaba la salvación personal sobre el orden social reglamentado. Ponía en evidencia que nadie está libre de la mancha del pecado, que nadie es digno de condenar a otro pues sólo el Justo podría hacerlo, y el Justo, porque ama y desea la salvación del pecador, se ofrece a sí mismo como víctima expiatoria.

Cuando un musulmán quiere vivir seriamente su fe y contempla su acta fundacional, ¿qué encuentra? Creo que no es una pregunta baladí, al igual que podemos hacerla para un cristiano que quiera ponerse de veras a la faena, al menos como aspiración. A lo mejor así nos empezamos a aclarar (y yo el primero) sobre lo que sucede y dónde estamos ubicados. ¿Qué entiende un musulmán observante por ser bueno, o veraz, o pacífico? ¿Qué es para él una sociedad justa, o la libertad? ¿Hablamos de lo mismo cuando empleamos estos términos? ¿Qué puesto ocupan en su orden de prioridades? Insisto, no son preguntas retóricas sobre las que ya posea una respuesta clara, sino que realmente me las formulo.



A raíz de los últimos zarpazos de eso que llaman yihaidismo (la yihad es un mandato del Islam que obliga a extender la ley de Dios), una parte notable de la sociedad occidental ha reivindicado los logros de la ilustración. Pero la ilustración, como toda realidad, es poliédrica, y, además, no puede entenderse sin una base histórica judeocristiana (aunque a menudo haya actuado de forma polémica con respecto a ésta). ¿De dónde surgen, si no, principios como la libertad, la igualdad y la fraternidad? ¿Podría haber nacido la igualdad política en la estratificada sociedad hinduista? ¿O de la panteísta civilización budista la noción de libertad individual? ¿O del politeísmo incaico emerger la bandera de la fraternidad?

A título de ejemplo, un sacerdote que conozco y que estuvo unos años en Zimbabwe me comentaba que para los animistas de allí la revelación de que Dios es Padre y nos ama supone una auténtica revolución. Ellos tienen muchos dioses y creen en una vaga divinidad superior, pero ésta está ausente, desentendiéndose por completo del acontecer humano.


No es un intento de menospreciar las intuiciones que las distintas creencias han tenido a propósito de la realidad, pero sí de aclarar que esto que tenemos no ha surgido de la nada, no nos viene automáticamente dado. La ilustración es incomprensible sin el cristianismo y no habría asomado a este mundo sin él, aunque a menudo padezca un destructivo complejo de Edipo.

sábado, 10 de enero de 2015

Escrito en la arena



Es temprano, pero en el Templo ya hay actividad. Unos llevan ofrendas, otros rezan y algunos charlan. En la explanada interior un nutrido grupo escucha a un rabí que les habla con un lenguaje nuevo. Se llama Yeshúa. Sus palabras no dejan indiferente. Conmueven, indignan, cuestionan, iluminan.

De repente se arma un cierto revuelo. Un grupo de escribas y fariseos irrumpe en medio de aquella gente. Son los hombres de la ley, los guardianes de la virtud. Traen consigo a una mujer. Zarandeada, baja la mirada, mientras trata de ocultar sus manos haciéndolas un ovillo. La empujan y la ponen en el centro. Permanece inmóvil.

Uno de aquellos sabios se dirige al rabí en nombre del resto.

- “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos mandó en la Ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices?”

No hay respuesta. Parece ignorarlos. Simplemente se agacha y empieza a hacer trazos en la tierra. ¿Acaso no les ha oído?

Repiten la pregunta. La han descubierto cuando fornicaba. No hay duda de su pecado. ¿Por qué calla? Insisten. La Ley es clara. Tú que hablas de lo que Dios quiere. ¿Qué tienes que decir?

Yeshúa se incorpora y los mira. Parece como si leyera en sus duros corazones.

- “Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra”.

Se ha dirigido a todos, para que no haya dudas.

Se agacha de nuevo y retoma su garabateo. Ahora se miran unos a otros. Con que un hombre justo comience los demás tendrán el camino expedito. Pero nadie se inclina a coger una piedra. La desconfianza y el temor se han instalado en ellos. ¿Y si alguien supiera? ¿Y si se descubriera? Todos tienen algo que ocultar. No hay puros.

Algunos ancianos comienzan a abandonar el grupo. A mucha vida muchas flaquezas. El ímpetu inicial de los recién llegados se ha desvanecido. La mujer permanece ahí, inmóvil, silente.

Dos, cinco, nueve. Cada vez más personas se marchan.

El rabí tampoco habla, sólo escribe en la arena. Tiene fama de gran orador, de impactar con su mensaje, pero esta vez no dice nada.

Al fin alza la cabeza. Todos han desaparecido, sólo queda la pecadora. Se levanta, la mira.

- “Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?”

Ella responde.

- “Nadie, Señor”.

Ahora la mira con ternura, a ella, la adúltera, la pecadora, la infame.

- “Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más”.



La situación es muy similar. Una mujer confiesa ante Muhammad que ha cometido adulterio y, además, ha quedado en cinta. El Profeta la manda a su casa pero con la orden de regresar en cuanto dé a luz. Ella hace lo que se le dice.

Después del parto, tan pronto puede, retorna con su retoño. Es un ser frágil, menesteroso. Muhammad, benigno, la vuelve a mandar a su hogar, pero con una nueva instrucción, cuando se produzca el destete (a los dos años) habrá de regresar ante él. La mujer obedece y transcurrido el tiempo señalado se presenta al Profeta.

Le muestra que el bebé ya es capaz de comer por sí solo ofreciéndole una miga de pan. Entonces Muhammad manda hacer un agujero en el suelo y meter en él a la mujer, dejando asomar sólo la cabeza. Después ordena lapidarla. Sí, la ley se ha cumplido.


Yo no sé de teología, pero sí de debilidades humanas (demasiado quizá). Así que si un día me tengo que encontrar con uno de ellos, me gustaría que fuera con Yeshúa, el rabí que es capaz de borrar los pecados con la misma facilidad con que seguramente borró lo escrito sobre aquella tierra fina.



Nota: Curiosamente si se toma el nombre de Yeshúa para atizar con él a los demás se desvirtúa tan radicalmente su Persona que se convierte en su contrario, en ley implacable.

Él, que es justo, todavía no ha tirado ninguna piedra, así que igual es más prudente que dejemos los cantos en el suelo y prestemos más atención a lo que garabatea sobre la tierra porque probablemente nos está diciendo algo.

martes, 6 de enero de 2015

Parte 4: Roma para náufragos (Despedida)




Amigos, con este vídeo concluye la breve aventura romana que os hemos ofrecido. Espero que la hayáis disfrutado y, sobre todo, haber despertado el apetito de ir a una ciudad tan fabulosa.

Abrochaos el cinturón porque este vídeo lo merece.

viernes, 2 de enero de 2015

Parte 3: Roma para náufragos



Aquí llega una nueva entrega de ROMA PARA NÁUFRAGOS.

Nuevas gestas como la visita, en una sola jornada, de las cuatro Basílicas Mayores (machada cuantificable en 3.714 kiloagujetas); recorremos el foro (todo roto, para qué mentir), el Coliseum (sin leones ni música electrónica), tomamos al asalto a un cardenal, de Teruel para más señas, como el jamón (con permiso de la Alianza de Civilizaciones), y somos interceptados por el turista más despistado de toda Roma. Además, el chiste de la semana: Napoleón y el jesuita.

No te pierdas esta vertiginosa crónica. Porque tú lo vales.