jueves, 13 de noviembre de 2014

Stefan Zweig, la construcción de Europa y el nacionalismo



Estoy leyendo un libro tan fascinante como en ocasiones doloroso. Me refiero a El mundo de ayer de Stefan Zweig. El autor va desplegando la biografía de Europa desde su propia peripecia vital, comenzando en el final del siglo XIX y llegando hasta la segunda guerra mundial.

Zweig, austriaco de origen judío, describe con vivo entusiasmo lo que era Europa antes de la primera guerra mundial, su desarrollo cultural y, con él, las inmensas posibilidades de progreso y unidad que se presentaban ante ella.

Pero el egoísmo y la miopía dieron al traste con aquel horizonte desencadenándose un conflicto absurdo y fatal que llevaría a la muerte a millones de seres humanos y que acabaría por descuartizar su amada Austria.

Antes de aquello el imperio Austrohúngaro contenía en sí una gran diversidad bajo la monarquía varias veces centenaria de los Habsburgo. La propia capital era un reflejo de todo aquello:

"Por aquí habían pasado los Nibelungos, desde aquí iluminó al mundo la constelación de los siete astros inmortales de la música: Gluck, Haydn y Mozart, Beethoven, Schubert, Brahms y Johann Strauss, aquí confluyeron todas las corrientes de la cultura europea: en la corte, entre la nobleza y el pueblo, lo alemán se unía con alianzas de sangre con lo eslavo, lo húngaro, lo español, lo italiano, lo francés o lo flamenco, y el verdadero genio de esta ciudad de la música consistió en refundir armónicamente todos esos contrastes en un elemento nuevo y peculiar: el austriaco, el vienés".

Checos, alemanes, húngaros, eslovenos, rumanos, croatas… en una comunidad de naciones compleja y diversa. Y esa pluralidad organizada (obviamente con sus limitaciones y necesidad de adaptación, ¿pero alguna empresa humana no las tiene?) permitía la coexistencia de más de cincuenta millones de almas.

La derrota austriaca en la primera guerra mundial llevaría a los vencedores, en su afán revanchista, a despedazar aquella formidable construcción histórica. ¿Para disgusto de todos? No. Los nacionalistas, los sectarios, los propagandistas de las identidades idénticas a sí mismas celebraron el fin de aquella diversidad unida. Así Adolf Hitler en su obra Mi lucha escribiría:

“La antigua Austria era un Estado compuesto de muchas nacionalidades.
Siendo relativamente joven tuve la oportunidad de participar en una lucha de nacionalidades en la antigua Austria. Teníamos una sociedad escolar y expresábamos nuestros sentir por medio de ramas de aciano de los colores negro, rojo y oro; había vítores y cantábamos el Deutschland über Alles con preferencia al Kaiserlied austriaco (…) Pronto me transformé en un fanático nacionalista alemán (…).
Nuestros conocimientos históricos de los métodos de la Casa de Habsburgo estaban corroborados por lo que veíamos todos los días. En el norte y en el sur la ponzoña de extrañas razas roía el cuerpo de nuestra nacionalidad y hasta la misma Viena se convertía en una ciudad cada vez menos alemana. La Casa Real se hacía checa por donde se la mirase; y fue la mano de la deidad, de la justicia eterna y del castigo inexorable quien decretó que el más sañudo enemigo del germanismo en Austria, el archiduque Francisco Fernando, cayera víctima del plomo que él mismo había ayudado a moldear. ¡Y era él quien con más ahínco trabajaba desde arriba para transformar Austria en un estado eslavo! (…)
Basta con decir aquí que desde mi más temprana juventud, estuve convencido de que la destrucción de Austria era una condición indispensable para la seguridad de la raza alemana y, por lo demás, que el sentimiento de nacionalidad no se identificaba en modo alguno con el patriotismo dinástico y, también, que la Casa de Habsburgo se hallaba entregada a la tarea de perjudicar a la germana estirpe.”


"El triunfo de la voluntad" se titularía la película de Leni Refienstahl que recogería aquel espíritu de las esencias puras asumidas por las masas. Lo que vino después es de sobras conocido. No sólo en Alemania o Austria, sino en Hungría, Rumanía, las repúblicas balcánicas...

Tras la segunda guerra mundial Europa ha ido edificando una comunidad, imperfecta, sí, pero comunidad. La pregunta que queda en el aire es: ¿de verdad cree alguien que desde el nacionalismo disgregador -si se me permite el pleonasmo- se puede sostener algo así?

2 comentarios:

  1. Yo me tiraría más para Hispanoamérica...aquí somos el último mono...

    Rezo por nuestros enemigos...

    Abrazos cavernicolas...

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    1. Mesías, desde luego Hispanoamérica es el hemisferio joven de Occidente y, por ello mismo, nuestra esperanza. Estoy contigo.

      Abrazos paleolíticos....

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