Estando de vacaciones he recibido una trágica noticia, la
muerte del escritor Ignacio García-Valiño. Lo primero que he de decir es que
lamento de veras esta pérdida, particularmente por su esposa e hijos, aunque
confío en que nuestra existencia no concluya por un fallo biológico y pueda
prorrogarse tanto como nuestros anhelos, es decir, en una vida perdurable.
Nacho fue un niño especial. Esto no es bueno ni malo,
simplemente marca una singularidad, pero en su caso, como en otros, aquello
supuso el acoso escolar de unos cuantos que lo llevaría a abandonar el colegio.
Si hablo de ello no es porque él lo haya narrado en más de una ocasión, sino
porque yo estaba en aquella clase. Sí, yo fui compañero de Nacho.
Pasados los años coincidí en diversas ocasiones con su hermano,
profesor de filosofía. Sabiendo lo que había sufrido yo aprovechaba estas
oportunidades para pedirle que le diera recuerdos de mi parte. Un día me
confesó que cualquier persona relacionada con el colegio producía en Nacho un
rechazo total, fuera quien fuese. Las heridas continuaban abiertas hasta un
punto traumático. Pese a todo le insistí y, por fortuna, me hizo caso, así que
en el siguiente encuentro me dijo que su hermano me recordaba con simpatía
vinculándome a mi entusiasmo por los animales.
Nacho vivía por aquel entonces en Madrid, de modo que tuve
que aprovechar la invitación que un grupo de estudiantes le hizo a una tertulia
literaria para acercarme a verlo. Acabado el coloquio pudimos charlar un rato a
solas. Entre otras cosas, me confesó que uno de los relatos de su libro “La
caja de música y otros cuentos” narraba un hecho real. El titulado “El Carabo”
contaba su encuentro casual con uno de sus acosadores de infancia. Este lo
trataba con normalidad e incluso lo invitaba a tomar algo, como si aquel pasado
que lo atormentaba hubiera sido borrado por el paso del tiempo. Sin embargo la
realidad del narrador era otra. Aquel niño cruel seguía vivo, en su mente, como
un fantasma que nunca dejaba de perseguirlo. ¿Quién era más real, el adulto
correcto y civilizado que vivía en el presente o el niño que había dejado en él
unas heridas que probablemente nunca curó?
En la dedicatoria que me firmó a “La caja de música” aludió
nuevamente a nuestra común afición faunística.
Todavía nos reencontraríamos una vez más, en Jaca (aunque después hablaríamos más veces por teléfono). Quedamos
para cenar juntos. Él ya vivía en Marbella y era un autor reconocido con un sólido
abanico de títulos a sus espaldas. Yo los había leído todos, y he seguido
haciéndolo hasta hoy. Se sentía particularmente satisfecho con sus novelas de
carácter histórico: Urías y el rey David
y Las dos muertes de Sócrates. Es
cierto que ambas recibieron buenas críticas, pero a mí me gustan más las otras.
Le comenté alguna de mis objeciones, pero él veía las cosas de otra manera, esto
no fue óbice para que pasáramos un rato muy agradable. Era una persona
dialogante y afable. Se me hace tan extraño escribir esto en pretérito.
Nacho es un excelente escritor, podría mencionar sus varios premios
literarios obtenidos sin el menor padrinazgo, pero lo cierto es son sus libros
los que dan fe de ello. Para mi gusto, a falta de leerme el que ha publicado
este año, el mejor es “Querido Caín”, que ha sido llevado a la gran pantalla
aunque he preferido no ver la película. Lo veo más suyo, más libre de algunos resentimientos
y prejuicios propios de nuestro tiempo que sí impregnan otros de sus libros. O
al menos a mí me lo parece, aunque mi opinión no es en absoluto cualificada. En
“Querido Caín” se enfrenta al problema del mal. ¿Hay un origen justificable del
mal o forma parte de la condición humana? El protagonista es un niño, un niño
malvado. Nuevamente la infancia como un ámbito alejado de ideales inocencias.
Creo que aquel fantasma del que hablaba en “El Carabo” lo ha
estado acompañando toda su vida. Esto se ve en la temática de su obra escrita,
pero también en su otra profesión, la de psicopedagogo. Su gran preocupación
fue que otros niños no pasaran por el infierno que él había vivido. Hay dos
caminos frente al maltrato, convertirse en un nuevo tirano o luchar contra la
tiranía; Nacho eligió el segundo.
Ha muerto un buen escritor. Ha muerto un hombre que quiso
desterrar el mal que tanto daño le había causado a él. Dios lo guarde.
Todos lo hemos sentido y mucho.
ResponderEliminarY después treintaytantos años nos lo siguen haciendo pagar a justos y pecadores...
DEP.
Qué suerte has tenido, Rafael. Me compraré "Querido Caín" y "Las dos muertes de Sócrates". Gracias por darlo a conocer.
ResponderEliminarjomamaja, como comento, a "Las dos muertes de Sócrates" yo le pondría más de una salvedad. Desde luego "Querido Caín" me pareció un novelón. Saludos.
EliminarSí, de acuerdo. Gracias por el consejo. Me quedo entonces con la segunda.
EliminarNunca fue precisamente ni el más querido ni el más valorado de aquellos primeros años de la promoción; pero cuando lograbas acercarte a él y que se abriera a tí, descubrías una magnífica persona llena de sueños.
ResponderEliminarLo peor de los malos recuerdos (y de los malos tratos aunque provengan tan sólo de unos pocos) es que eclipsan por completo los buenos. Y no todos pasamos por allí como la mejor de las experiencias.
Descansa en paz, Nacho...
Muchas veces me pregunto por qué los niños en general (y algunos en particular) son tan crueles. Luego tomados de uno en uno (como en los versos de Goytisolo...) son cariñosos e incluso vulnerables.
ResponderEliminarQue descanse en paz ahora por fin.
(1) IN MEMORIAM
ResponderEliminarEl sábado falleció Ignacio Garcia Valiño. Escritor.
Para mi, murió Nacho, un compañero de la infancia de la escuela, de unos tiempos en que le marcó la historia y la experiencia que luego haría de él, no solo un profesional que trabajaba en el campo de la educación y la psicología (¡que casualidad¡), sino también un escritor. Un escritor marcado por sus experiencias dolorosas, por el niño herido y su eterna búsqueda de comprensión de estas situaciones, y supongo que de compensación del daño sufrido.....
Tengo recuerdos de Nacho en tres tiempos diferentes; por una parte, la etapa del colegio de perseguir “escuderos” por el patio, guardando los insectos en las bolsas de pipas, investigando los cañaverales y echando carreras por el patio y de camino a casa; una etapa feliz, de infantes alimentados por la curiosidad y disfrutando de su niñez. Una segunda etapa más agria, donde la parte más dura de los compañeros brotaba en el aula, con sus motes humillantes, la ley del más fuerte y donde las personas, más débiles, especiales o diferentes sufrieron la agresión del sadismo de otros niños. Y es aquí donde yo creo que se puede hacer un parón, homenaje a modo de restitución a Nacho de alguna manera.
Parece el acoso escolar un tema tabú; da la impresión que hay que darle una paliza a uno para que al final se diga que hay un acoso escolar, pero en realidad, este es más sutil, enmascarado en muchas formas de agredir: desvalorizaciones, humillaciones en público, caras de asco, hacer el vacío, insultos directos o indirectos “motes” degradantes, pequeñas agresiones continuas como collejas o zancadillas por parte de los compañeros...... pero también la dejación de funciones por parte de los profesores, y en ultima instancia por parte del colegio como institución y elemento protector final.
(2)
ResponderEliminarLos chavales van creciendo, aprendiendo, experimentando, y entre lo que traen de casa y lo que se relacionan en el colegio van moldeando su camino, si lo que reciben es respeto, cariño y autoridad, se crece con fortaleza, si no lo reciben, aprenden a sobrevivir en la selva de este mundo (que aunque no tiene árboles, si tiene muchas fieras). En las dinámicas relacionales entre los iguales se da de todo, pero como responsables en las aulas están unos profesionales, que además ahora tienen el título de “autoridad” y que son los modelos para los menores. La autoridad conferida, requiere que este profesional se la gane. Se la gane con su ejemplo, se la gane con su implicación en la resolución de conflictos que surgen continuamente, se la gane con su “no silenciar” las situaciones, se la gane con su trabajo para mejorar la comunicación entre los alumnos, el aprendizaje en las aulas para manejar los conflictos de forma constructiva, de trabajo de grupo, de unidad, de democracia, de respeto....y para que vamos a andarnos por las ramas: esto no se suele hacer. Si, si de manera indirecta, “todos nos respetamos”,se trabaja entre materias... pero no se aborda como parte importante de la educación de los menores. Existen materiales y dinámicas específicas para trabajar esto, pero se tienen como una perdida de tiempo; retrasan el programa de “aprendizaje” y si perdemos el tiempo no llegaremos a los niveles exigidos. No existe un trabajo directo, para aprender a ser respetuosos, democráticos, creativos.......para ser personas; para ser humanos. Y no tenemos más que ver a nuestras “autoridades” morales y políticas para ver el resultado. Deplorable.
Lo sé, somos humanos, y los profesionales tenemos agujeros como todos, pero los que trabajamos con personas, y más en concreto con menores tenemos una responsabilidad mayor y nos lo tenemos que trabajar (nos lo proporcione la administración o no) para dar un modelo que esté a la altura de lo que necesita la sociedad. No podemos escaquear el bulto, mirar para otro lado o continuar protestando por que nuestra institución no nos forma. Entiendo que hay que ser valientes y peleones para conseguir trabajar en las aulas estas materias tan importantes para la vida de nuestros hijos, y para la formación de una sociedad más igualitaria y respetuosa.
(y 3)
ResponderEliminarEl tercer momento de recuerdo que tengo con Nacho es ya en la edad adulta, en Madrid; con una persona a la que los recuerdos de su infancia no le dejaban estar tranquilos, incluso la mera presencia mía le hacía recordar los momentos más duros de su infancia, los momentos de terror, que se reflejaban en su mirada cuando en aquella ocasión le esperaba un grupo gritando para mantearle, y le acompañe, calmándolo, para salir por la puerta de atrás del colegio camino a su casa. La herida le hacía subirse a una posición de defensa, si se me permite de altiva soberbia, para protegerse de aquellos recuerdos de los que huía.
Cuando me enteré del fallecimiento de Nacho, por boca de un amigo de la clase, se me removieron todos los recuerdos de esa infancia, para mí Feliz, creativa y divertida a pesar de las piedras que tocó saltar en el camino. Al principio pensé en escribir este artículo, como una manera de sacar a la luz un problema que continúa latente en los colegios, sean públicos, concertados o privados; luego pensé que esto era parte de mi historia y de la de Nacho, y que a nadie le interesaba esta perdida de intimidad de ambos, y deseche la idea; pero este amigo y compañero de escuela me comentó por teléfono, su pesar y su ronroneo mental, al pensar que tal vez él, pudiera haber hecho algo más en aquellas situaciones, donde compañeros nuestros se cebaban con otros; tal vez un simple no callarse y decir en alto que aquello no era justo, si no plantar cara a los más agresivos, y que sin embargo por la presión del grupo de los fuertes, o de la vergüenza, o del miedo a que se metieran con uno mismo hacia que permanecieras inmóvil y callado. Por ello me decidí a mandar este trozo de historia y de experiencia, para que sirviera de alguna manera a denunciar lo que pasó, y lo que sigue pasando, sin que se trabaje en los colegios de manera directa y con eficacia el respeto entre compañeros, y que los profesores se impliquen más y con más conocimientos en un problema que puede marcar a un chaval, con mayor o menor profundidad para siempre.
Al final, yo me quedo con el recuerdo del Nacho de los pantalones campana arrugados, volados al viento mientras corríamos por el camino de arriba, riéndonos felices a boca abierta, como si nos persiguiera la vida; la vida que nos quedaba.
In Memoriam.
Carlos Díez. Compañero de colegio de Nacho y educador de oficio.
Querido Nacho:
ResponderEliminarSoy Luis Eduardo Fernández, compañero tuyo de colegio y tengo duda de sí te aprecie lo suficiente.
Soy uno de esos que se perdieron durante un tiempo en contra de todo, pero conseguí volver.
Mi niñez también tiene bastantes momentos desagradables que han ayudado con sufrimiento a forjar mi carácter. Te comprendo bien.
Te recuerdo con cariño y he sentido francamente tu fallecimiento. Espero de corazón que todo el mal que te haya hecho, fuese quedarme con tu llavero... Siempre lo he sentido mucho.
Ojalá pudiéramos dar marcha atrás y poder defenderte de mi mismo y los demás y ser un verdadero amigo tuyo.
Te llevaré siempre junto a mis seres queridos.
Descansa en paz.
Dios lo guarde.
ResponderEliminarLo siento de verdad.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte.
Muy interesante y ciertamente estremecedor lo que cuentas en esta entrada, Rafael.
ResponderEliminarUn abrazo y buen verano, Javier.