martes, 1 de junio de 2010

La muerte más profunda


Scott Hahn es un apologista cristiano que vivió una dura conversión desde el calvinismo al catolicismo. En uno de sus libros titulado “Lo primero es el amor”, realiza una exégesis del episodio bíblico que narra el pecado original. En concreto analiza el siguiente texto:

Plantó luego el Señor Dios un jardín en Edén, al oriente, y allí puso al hombre a quien formara. Hizo el Señor brotar en él toda clase de árboles hermosos a la vista y sabrosos al paladar, y en el medio del jardín el árbol de la ciencia del bien y del mal… Tomó, pues, el Señor Dios al hombre, y le puso en el jardín del Edén para que lo cultivase y guardase, y le dio este mandato: «De todos los árboles del paraíso puedes comer, pero del árbol de la ciencia del bien y del mal no comas, porque el día que comas de él, morirás».


A Hahn le llaman la atención dos cosas:

La primera es que Dios encargue a Adán “guardar” el jardín. Es la misma palabra hebrea que alude a lo que hacían los sacerdotes israelitas, “guardar” el santuario y protegerlo de la profanación. Es decir, apartarlo, retirarlo, ponerlo a salvo de cualquier intromisión.

Todo apunta a que “algo” de afuera podría entrar y hacer peligrar el Edén. Y, efectivamente, ese “algo” era un “alguien”, un ser maligno caracterizado como una serpiente.

La segunda cosa llamativa es la advertencia que Dios le hace: “el día que comas de él, morirás”. ¿Murió Adán el día en que mordió la manzana? Ciertamente no. ¿Se trata de un “día” genérico, de una expresión que se refiere a su transformación en ser mortal? Tampoco exactamente.

La clave está en la deficiente traducción del término hebreo original. En español cuando queremos emplear un superlativo añadimos el sufijo ísimo. Algo puede estar rico o riquísimo, ser grande o grandísimo. Pero el hebreo lo que hace es utilizar una repetición: un manjar está rico rico, o la cordillera es grande grande. Así, cuando Dios contempló su creación vio que era “muy buena”, pero en hebreo dice literalmente “buena buena”.

¿Y a dónde vamos a parar con todo esto? Se preguntará el lector paciente que ha llegado hasta aquí. Pues resulta que en realidad la amenaza de Dios lo que afirma es que si comen del fruto prohibido “morir morirán”. Es un superlativo. No es la muerte, sino una muerte en grado máximo, algo así como “morirísmo”.

Así se entiende mejor la trampa dialéctica en que les mete la serpiente:


Pero la serpiente, la más astuta de cuantas bestias del campo hiciera el Señor Dios, dijo a la mujer: «¿Con que os ha mandado Dios que no comáis de los árboles todos del paraíso?» Y respondió la mujer a la serpiente: «Del fruto de los árboles comemos, pero del fruto del que está en medio del paraíso nos ha dicho Dios: `No comáis de él, ni lo toquéis siquiera, no vayáis a morir´». Y dijo la serpiente a la mujer: «No, no moriréis; es que sabe Dios que el día que de él comáis se os abrirán los ojos y seréis como Dios, conocedores del bien y del mal». Vio pues la mujer que el árbol era bueno para comerse, hermoso a la vista y deseable para alcanzar la sabiduría, y tomó de su fruto y comió, y dio también de él a su marido, que también con ella comió. Abriéndose los ojos de ambos, y viendo que estaban desnudos, cosieron unas hojas de higuera y se ciñeron unos ceñidores.


Está claro que la serpiente busca el engaño. Primero afirma que Dios les ha prohibido comer de cualquier árbol. Eva reconoce que ya están comiendo de ellos, que el vedado es el del medio del paraíso. Luego Eva le explica la advertencia divina, si tan siquiera lo tocan puede que “morir mueran”, que sufran la muerte superlativa. Pero el reptil vuelve a jugar con las palabras, y le dice “no moriréis”: la muerte simple, carnal, animal, inmediata. Y la tontaina de Eva que ha cometido el enorme error de entrar en diálogo con una víbora (con la más astuta), no llevando nada a ganar, acaba por perderlo todo. Detrás, como no podía ser menos, va Adán, que puestos a que le dicen que hay buffet libre, decide que antes reventar que quede. Y así sucumben a la muerte más aniquiladora. Hasta entonces la corpórea era transitoria, ahora se han precipitado al abismo. Han puesto más fe en la serpiente que en Dios. Tendrá que venir una mujer que se fíe de Dios y proclame un “hágase en mí según tu palabra”, para que lo que estaba torcido se enderece; y comience, de ese modo, la historia más grande jamás imaginada.

3 comentarios:

  1. Mi comentario es una acción de gracias a María, la Nueva Eva. Aquella que entró en diálogo con un ángel de Dios y obedeció. Aquella que dio a luz al Nuevo Adán, que del árbol de la cruz nos dio la vida.
    ¡Gracias Madre por tu colaboración en nuestra redención!

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  2. Al fin lo he leído y creo que me compraré el libro... sólo leí "Roma dulce hogar", y me gustó mucho.
    Gracias Polizón

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