martes, 26 de mayo de 2020

La tía Julia y el "disfrutador"



Estoy leyendo estos días La tía Julia y el escribidor, novela de Mario Vargas Llosa con un no disimulado contenido autobiográfico.

Cuando se le pregunta por esta obra, Vargas Llosa acostumbra a poner el acento en Pedro Camacho, autor de radioteatros que fue quien le inspiró su escritura, sin embargo el ingrediente adictivo (y algo chismoso) del relato lo conforman sus amores con su tía política Julia Urquidi.

He de confesar que ha habido algún episodio que me ha provocado una franca carcajada, pues el escritor peruano presenta al lector episodios que expían su irreverencia con la comicidad más desternillante.

Comparto uno de los que más me han divertido:


"Doroteo Martín era un actor español que recorría América haciendo llorar lágrimas de inflamada emoción a las multitudes con La Malquerida y Todo un hombre o calamidades más truculentas todavía. Hasta en Lima, donde el teatro era una curiosidad extinta desde el siglo pasado, la Compañía de Doroteo Martí había repletado el Municipal con una representación que, según la leyenda, era el non plus utra de su repertorio: La vida, pasión y muerte de Nuestro Señor. El artista tenía un acerado sentido práctico y las malas lenguas decían que, alguna vez, el Cristo interrumpía su sollozante noche de dolor en el Bosque de los Olivos para anunciar, con voz amable, al distinguido público asistente que el día de mañana la compañía ofrecería una función de gancho en la que cada caballero podría llevar a su pareja gratis (y continuaba el Calvario). Fue precisamente una representación de La vida, pasión y muerte lo que había visto la tía Julia en el Teatro Saavedra. Era el instante supremo, Jesucristo agonizaba en lo alto del Gólgota, cuando el público advirtió que el madero en el que permanecía amarrado, entre nubes de incienso, Jesucristo-Martí, comenzaba a cimbrearse. ¿Era un accidente o un efecto previsto? Prudentes, cambiando sigilosas miradas, la Virgen, los apóstoles, los legionarios, el pueblo en general, comenzaban a retroceder, a apartarse de la cruz oscilante, en la que, todavía con la cabeza reclinada sobre el pecho, Doroteo-Jesús había empezado a murmurar, bajito, pero audible en las primeras filas de la platea: «Me caigo, me caigo». Paralizados sin duda por el horror al sacrilegio, nadie, entre los invisibles ocupantes de las bambalinas, acudía a sujetar la cruz, que ahora bailaba desafiando numerosas leyes físicas en medio de un rumor de alarma que había reemplazado a los rezos. Segundos después, los espectadores paceños pudieron ver a Martí de Galilea viniéndose de bruces sobre el escenario de sus glorias, bajo el peso del sagrado madero, y escuchar el estruendo que estremeció el teatro".

6 comentarios:

  1. La leí hace bastante tiempo. Te confieso que no es de mis autores favoritos.
    Doroteo Martí creo recordar que intervenía en los seriales de la radio como aquel famoso "Ama Rosa". Siempre oí decir que era muy afectado.
    Un fuerte abrazo.

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  2. De Vargas Llosa me había leído "El pez en el agua" y ni me entusiasmó ni me disgustó. La verdad es que con "La tía Julia...) me lo estoy pasando mucho mejor.

    Abrazos

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  4. Si solo has leido esos dos libros te faltan sus obras maestras

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    1. Me parece que tendrán que esperar. No tengo tanta capacidad lectora. Me falta tanto, tanto, tanto importante de leer que sé que he de morir sin haberme asomado a la gran mayoría. Tempus fugit

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