viernes, 31 de enero de 2020

Memoria de la memoria



Hay males que me parecen particularmente terribles. Uno de los que me impresiona de forma particular es el olvido. El olvido, no el despiste. Ese olvido devorador que en una de sus formas es conocido como Alzheimer.

¿Qué queda de uno cuando se ha borrado el rastro de aquellos a quienes amó? Es sumergirse en la noche, en un caos de sensaciones desordenadas.

Llamaban los antiguos a la verdad alétheia. Ortega y Heidegger rescataron aquel concepto y nos recordaron que su significado era des-velar, quitar el velo a lo que estaba oculto, poner a la vista. Y qué hace el olvido sino correr cortinas, esconder, oscurecer.

"¡Luz, más luz!", exclamó Goethe justo antes de exhalar su último aliento. La luz es la vida del hombre.

La etimología de alétheia tiene otra raíz. "A", en griego, es la forma negativa, indica una privación. Así a-nónimo es lo que no tiene nombre, a-narquía es la ausencia de poder, y a-moral carente de moral. A-létheia haría alusión al río Lete, que transitaba por el Hades, el inframundo. En él bebían las almas antes de reencarnarse para olvidarlo todo; y por ello Platón nos animaba a rememorar, que eso a fin de cuentas era el conocimiento.

Alétheia sería des-olvidar, sacar del olvido. Quien no rememora no re-cuerda, no vuelve al corazón.

Nuestro tiempo dice despreciar la memoria. Cree que es suficiente con que tengamos acceso a una máquina que acumula datos. Ni entiende lo que es la memoria ni entiende lo que es un hombre.




3 comentarios:

  1. El olvido es terrible. Una cruel situación.
    Yo siempre estoy recordando muchas cosas. Me gusta hacerlo y, además, no quiero olvidar.

    Un fuerte abrazo.

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