jueves, 9 de mayo de 2019

La voz de Sócrates en la pluma de Julián Marías




A menudo decía Julián Marías que "sin una considerable dosis de bondad se puede ser listo, pero no inteligente". Sin detenernos en definiciones académicas, podemos distinguir al listo, al espabilado, al aprovechado, que, incluso, "se pasa de listo"; digo que podemos distinguirlo del inteligente, que es el que sabe vivir con decoro y desplegar sus posibilidades vitales enriqueciéndose como persona. Nunca pensamos que alguien se pase de inteligente.

"La inteligencia... (escribía Marías en El País el 16 de octubre de 1977)  consiste en la apertura a la realidad, en la holgura que le permite penetrar en el hombre y reflejarse, en la presión de los proyectos auténticos sobre las cosas. Por eso la inteligencia tiene raíces morales, de ellas se nutre, y -cuando la vida se falsifica y convierte en farsa de sí misma, automáticamente deja de ser inteligente. Esto explica el hecho, aparentemente inverosímil y siempre tan penoso, de los hombres que solían ser inteligentes y dejan de serlo,antes de que la edad imponga una decadencia en los recursos o aparatos. ¿Cómo es posible -se pregunta uno- que este hombre, tan brillantemente dotado, que hasta tal época hablaba o escribía con talento, cuyos escritos contribuían a aclarar las cosas, haya dejado tan radicalmente de ejercer esa función y utilice sus aparatos para enturbiar las aguas más claras?"

El subrayado es mío. La inteligencia "tiene raíces morales", éstas son su fuente, "de ellas se nutre".

¿No resuena en nuestro filósofo la voz de Sócrates? ¿No lo escuchamos llamando a sus conciudadanos a una vida virtuosa, inteligente, sabia? ¿No pensaba el ateniense que la ignorancia era el origen de los males? La ignorancia de la virtud, del sentido auténtico de nuestra vida. Pues, ¿qué es la virtud sino el desarrollo óptimo de una función? ¿Y cómo podemos vivir sin saber cuál es nuestra función, para qué estamos aquí?

"La filosofía es una preparación para la muerte", dejó escrito Platón. Pero el necio sólo piensa en comer, beber y regocijarse (Lucas 12), no en ser más, sino en tener. Mientras que el hombre inteligente sabe quién es y no teme. Por eso Sócrates, en su juicio, podrá arrojar a quienes van a condenarle a muerte: "Poco daño pueden hacerme Meleto o Ánito, por mucho que lo intente, pues creo que ningún malvado puede perjudicar a un hombre de bien.Tal vez el primero pueda hacer que el segundo sea condenado a muerte, al destierro, o a la pérdida de sus derechos como ciudadano, penas que Meleto y otros consideran grandes males, pero no yo, porque para mí constituye un mal mucho mayor lo que Meleto está haciendo ahora: intentar que condenen a muerte a un hombre injustamente". (Apología, Platón).

Repite Marías: "La inteligencia tiene raíces morales, de ellas se nutre..."

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