domingo, 30 de diciembre de 2018

Los incontentables de Cataluña



Decía Julián Marías, un señor tirando a bajito que escribía "terceras" en el ABC, que entre las máximas que deberíamos aplicarnos a nuestra vida está la de no intentar contentar a quien no se va a contentar.
¡Cuántos males se habrían evitado aplicando tan sencillo principio!
Pero aquel hombrecillo murió un mes de diciembre de hace trece años, y así se apagó aquella voz que repetía tantas veces lo mismo porque parecía que clamaba en el desierto, y él deseaba remover tierra fértil para que germinaran hermosas praderas.

Hoy vemos cómo se intenta contentar a los incontentables, y a aquellos que dieron un golpe de estado para romper España aprovechando los resortes institucionales les otorgan todavía mayores poderes y esperanzas en la impunidad. Pan para hoy, dolor para mañana.
Creo que son oportunas unas palabras infinitamente más sabias que las que yo pueda manifestar. Son las que dan término al libro "Consideración de Cataluña". Fueron escritas por el filósofo en 1966 pero gozan de una actualidad pavorosa. Dicen así:
"Cuando en sus conversaciones con otros españoles, encuentren en estos una ilimitada «comprensión», cuando todo lo que dicen les parezca bien y no encuentren objeciones que hacer, cuando todas las reivindicaciones les parezcan pocas, cuando escuchen sin pestañear y complacidos formulaciones extremadas que pongan en tela de juicio la unidad española o admitan la posibilidad de que Cataluña dejara de ser un miembro vivo de España, desconfíen. Porque a esos españoles no les importa Cataluña, y sólo quieren tener, para algún propósito menor e inmediato, la aquiescencia de algunos grupos catalanes a los que se proponen utilizar de alguna manera. El español a quien le importa Cataluña quiere su perfección, quiere su plenitud, quiere que sea fiel a su destino, y que lo tenga henchido y lleno de futuro. Y, además, está dispuesto a todo menos a una cosa: a renunciar a ella, a despedirse con indiferencia de lo que siente como su propia carne, fundida en un milenio de altas empresas y crueles fracasos, de amistad y desvío, de ternura e injusticia, de admiración y rivalidad, de amor y dolor".

martes, 25 de diciembre de 2018

Rémi Brague y Ortega y Gasset



Estoy enfrascado en "El reino del hombre" de Rémi Brague y hay unas cuantas cosas que me llaman la atención. Una de ella es la distinción que hace de la idea de "proyecto" del pensamiento antiguo-medieval respecto al del hombre moderno-contemporáneo. Para el primero el hombre tiene una "tarea", se encuentra ante un "quehacer" que le viene dado, a veces en forma de fatalidad. Sin embargo el moderno habla de "proyectos" que él mismo establece; es artífice de sus propias metas.
Visto así, el pensamiento de Ortega entroncaría con el clásico-medieval. Efectivamente, para el pensador madrileño la vida humana es un proyecto que se tiene que realizar en vista de unas circunstancias, pero no de cualquier proyecto, sino de una vocación que le viene dada y a la que puede ser fiel o no. El nivel de autenticidad de su existencia dependerá del grado de lealtad que guarde con respecto a dicha vocación.
Y pensando, pensando, me doy cuenta de una de las razones por las que Julián Marías animaba a realizar una teología desde la razón vital. La existencia de un mundo de los fines, de una teleología, apunta a su supuesto, a un Logos que lo articule. Mientras que si esos fines son puro artificio, sueños que se saben tales, no dejan de ser brújulas sin polo magnético que los guíe.

sábado, 22 de diciembre de 2018

La teoría de la doble verdad (Averroísmo latino)




Nuevo vídeo. En este caso de una disputa medieval que llega hasta nuestros días: ¿pueden dos ciencias llegar a conclusiones opuestas siendo ambas ciertas?


Menudo cacao.

¡Bienvenidos a bordo, polizones!

domingo, 16 de diciembre de 2018

Te invito a formar parte del vídeo especial 10.000 suscriptores




Aquí está mi invitación y propuesta. Si te animas, sé bienvenido/a.

lunes, 10 de diciembre de 2018

La sabiduría era "ella"



En cierta ocasión leí una entrevista a Álvaro Marías en la que decía que muchas personas decían conocer a su padre, el filósofo Julián Marías, pero que quienes lo trataron con posterioridad a la muerte de su esposa, Lolita, realmente no lo habían conocido.
Don Julián llegó a escribir que cuando alguien se enamora sufre un cambio ontológico, pues el centro de gravedad de su vida pasa a ser la persona amada; es ella la que ilumina toda su realidad.
Cuando murió Lolita, confiesa Marías en sus Memorias, "Para mí fue el fin. No por desgracia de mi vida, como hubiera deseado, sino de todo lo que tenía sentido. (...) No puedo explicar el hundimiento que sentí, la impresión de que todo había acabado. Me quedé sin proyecto".
El fin de "todo lo que tenía sentido". El sinsentido, antítesis de la filosofía, invadiéndolo todo. La vida humana definida como proyecto en vista de una circunstancia, vaciada de proyecto.
¿Y si al final resulta que el sentido de la realidad está en el amor? ¿Y si los verdaderos sabios son los enamorados?
(Foto de Dolores Franco -Lolita- leyendo... y siendo amada).

jueves, 6 de diciembre de 2018

Me olvidé de vivir

En alguna medida, escribir es apartarse del mundo, retirarse de la vida, para imaginarla, para comprenderla, pero desde un cierto "afuera". Leer puede elevar el alma, pero ancla el cuerpo.

En un momento dado Cervantes dice algo así como que había tardado en escribir porque tenía cosas que hacer. ¿Qué cosas?, cabe preguntarse. ¡Vivir, naturalmente! La vida es quehacer, decía Ortega.

Y ya puestos a hablar de escritores, mencionaré a Delibes, quien en una de sus últimas entrevistas dejaba ver cierta insatisfacción con su vida por haberse apartado demasiado de ella para hacer su obra. Parece contradictorio, pero es lo somos, pura contradicción.

"De tanto gritar mis canciones al viento, ya no soy como ayer, ya no sé lo que siento... Me olvidé de vivir...", cantaba Julio Iglesias.

Hoy he estado con una persona que vive el día a día con serenidad, en sus pequeños detalles; que no echa de menos las tecnologías, aunque las use alguna vez, y que lee al final de una jornada, si se tercia. Ha escrito, sí, pero después de vivir, siempre después de vivir. Lección vivida, lección de vida.


martes, 4 de diciembre de 2018

Quijotes no simpáticos





Ante Don Quijote cabe tomar tres actitudes:

La primera, burlarse de él. Es la postura que adopta el propio Cervantes cuando arranca su novela. El contraste entre la realidad y lo que Alonso Quijano cree es tal, que produce hilaridad.

Otra es unirse a su locura; asemejarse en su desvarío creyendo cierto que aquel enjuto anciano conquista ínsulas y desface entuertos. Ahí tenemos al pobre Sancho, su fiel y único seguidor, quien pagará su ingenuidad recibiendo tantos palos y chanzas como su amo.

La última es la piedad. El propio Cervantes va mudando su inicial mofa hasta el punto de dejar ver una simpatía por el personaje impensable en los primeros capítulos. Parece la más noble de las tres posibilidades. Reconoce el mal de don Alonso, pero no por ello hace escarnio de él, antes bien, lo contempla con ternura en la esperanza de que un día recupere la cordura; o, al menos, no perezca en ella.

Lo sorprendente de nuestro tiempo es que haya tomado carta de naturaleza la segunda de las actitudes mencionadas, aunque de un modo bastante menos simpático que el del buen Sancho. Estos abogados de Don Quijote no se conforman con dar por válidas las ilusiones de Don Quijote, sino que pretenden que las haga suya todo el género humano, y ello bajo la amenaza de severos castigos.

Según estos individuos, Don Quijote es un verdadero caballero andante: gallardo, vigoroso, habitante de un mundo de encantamientos, que está "atrapado" en el cuerpo de un empobrecido y viejo hidalgo. Efectivamente salva princesas, descalabra ejércitos y mata gigantes, aunque lo que nuestros ojos nos muestren sean rebaños en desbandada y odres destripados.

Quien discrepa de ellos es señalado y amenazado. El disidente es el verdadero loco, y para subrayarlo, le lanzan apelativos que recuerdan a las patologías: "usted es fóbico"; un enemigo del género humano; peor aún, un fascista.

Predican la castración y prohíben toda ayuda a quien quiera escapar de los libros de caballerías. Son ciegos guiando a otros ciegos. Gentes que no saben lo que se hacen.

El que quiera entender, que entienda.