Hoy me ha dado por pensar en el pasaje del Génesis en que dice: "Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó" (Gen 1, 27).
Si esto realmente fuera así, si fuéramos imagen, considerar nuestra realidad "como si Dios no existiese" supondría nuestra carencia más absoluta. ¿Qué es un espejo sin una realidad que reflejar? Nada; ni siquiera transparencia. Es más, si pretende darse contenido propio de espaldas a "lo Otro" lo único que hace es poner obstáculos, aniquilarse, opacarse, incapacitarse para ser lo que es, espejo, imagen.
¿No es ése el nihilismo al que se asomó Nietzsche? ¿No es el hombre sin Dios un reflejo de nada, un hueco de sentido, de Logos?
Y nuestra mirada sobre los demás, ¿no se convierte en una cadena de espejos que recogen una inacabable sucesión de nadas?
Si realmente queremos alcanzar la plenitud deberíamos plantearnos esta cuestión: ¿Cuál es la mejor manera de "llenar" un espejo?
La inquietante respuesta es: vaciándolo.
Rafa tu exposición de hoy me ha encantado y justo ayer envié a una amiga una frase del Santo Hermano Rafael (que ya conoces mi devoción y admiración por él) que me parece puede añadirse a tu inquietante respuesta: "Mientras no esté vacío y solitario nuestro corazón, no puede entrar en él la inmensidad de Dios" Un fuerte abrazo
ResponderEliminarMuchas gracias, Ángel. Y qué satisfacción ver que hay un Rafael santo... ¡para compensar!
EliminarUn abrazo grande
Muy buena reflexión, Rafael.
ResponderEliminarY acertada respuesta.
Un fuerte abrazo.
Muchas gracias, Amalia. Otro abrazo para ti.
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