viernes, 13 de enero de 2017

A las órdenes del resentimiento



Decía Ortega y Gasset que “siempre que vean ustedes algo monstruoso, platos de ternera sin ternera, cuchillos sin hoja ni mango, busquen alrededor y encontrarán seguramente un intelectual resentido”.

La cosa no tendría mayor alcance si el resentido en cuestión no hallara eco para su frustración. Si su acción quedase en un patético gesto reconocido por el común de los mortales como lo que es, un absurdo.

Desgraciadamente hay épocas en que la mentira cotiza al alza y la verdad se devalúa a tal extremo que es la única opción censurable. La nuestra parece ser una de ellas. La fuerza de la propaganda y el miedo a ser señalado por salirse del discurso dominante se encargan de asegurar el éxito del embustero.

Hoy es considerada una actitud “ultra” defender que hay una nueva vida en el momento de la concepción, cuando dicha afirmación no tiene una génesis religiosa o moral, sino estrictamente biológica. Claro que el “problema” de dicha constatación es que se deberían derivar consecuencias éticas, lo cual nos obligaría a cambiar algunas pautas importantes de nuestro comportamiento, cosa a la que no estamos dispuestos.

También en siglos pasados se consideró infrahumanos a los esclavos de forma que pudiera soportarse el orden social en su trabajo. Hoy nos escandalizamos desde nuestra “superioridad moral”.

Se puede hacer una costosa campaña para implantar la idea de que “hay niñas con pene y niños con vulva” sin que cause rubor. Claro que el coste mayor de la campaña no es el económico, sino el personal. Precisamente el daño que se hace a los verdaderos niños y niñas a los que se corrompe con tamaño despropósito. Mientras, la mayor parte de la sociedad calla cuando no aplaude. La evidencia es una incómoda presencia a la que es mejor no mirar.

Va siendo hora de recordar algunas cosas, como que los gallos no ponen huevos, las ranas no tienen pelo ni las niñas colita, y, sobre todo, el mundo está mucho mejor hecho de lo que algunos parecen creer.

9 comentarios:

  1. Bien dicho, Rafael.

    Lo más bonito, es la verdad.

    Feliz domingo.
    Un abrazo.

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  2. Bien dicho, Rafael.

    Lo más bonito, es la verdad.

    Feliz domingo.
    Un abrazo.

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  3. El mundo se ha vuelto loco!

    Un abrazo

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  4. Rafael: las ranas tienen pelo y los gallos ponen huevos, no te quepa duda. Todo es relativo.
    En el siglo XVII murió un enfermo de sífilis al recibir una transfusión de sangre de perro. ¡Qué barbaridad!. Pero este hecho estaría motivado por la ignorancia, por las ganas de saber o por intentar salvar la vida al sifilítico. En el siglo XXI se niega la evidencia de cualquier cosa, pero no es por ignorancia, ni por saber más o por intentar salvar a alguien, sino todo lo contrario. Está todo muy bien pensado, aunque no entiendo el motivo porque esto nos conduce al fin de nuestra civilización y a la negación de la persona como tal.
    Cuando surja una nueva civilización, si no nos destruimos del todo, se reirán de nosotros: "Los niños del siglo XXI tenían vulva y las niñas pene, ¡QUÉ BARBARIDAD!. Así les fue. Había muchos intelectuales resentidos y los otros no hicieron nada"

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  5. Un cordial saludo.
    Lo cierto es que de entrada puede chocar esta "lámina educativa" de uso en cierta comunidad autónoma española, en la que se viene a desmontar o cuestionar unos esquemas que para la mayoría de la población, están clarísimos como el agua. "los niños tienen pilla y las niña rajita". eso ha sido así siempre y es incuestionable y punto.
    Recomiendo si se me permite una novela, de escritora británica Virginia Wolf titulada "Orlando" (también pueden verla en película ) en ella se nos relata a grandes rasgos las vivencias de alguien, que goza de cierta inmortalidad y de su paso a través de los siglos, desde el s.XVI aproximadamente a nuestros días, la particularidad es que el personaje Orlando se va integrando en cada época con la particularidad de que a lo largo de los siglos ira cambiando de género, hombre y mujer, es padre y posteriormente madre...es una obra de ficción, claro esta, pero la autora de esta obra, entiendo que pretendía con ella hacer un "canto" a la esencia de lo humano y donde el género al que se pertenece es y reconozcamos fruto de de la más pura casualidad, ser de genero femenino o masculino es un accidente en nuestra biografía, por más que cada cual se sienta posteriormente totalmente identificado con su género.
    El problema aparece (para los demás) cuando alguien que tiene un género morfológico determinado (hombre, mujer) siente que a nivel íntimo, las facetas de su personalidad que corresponde con los deseos afectivos y sexuales no corresponde con el cuerpo que habita. Aquí de nuevo entrara la sociedad con toda su "normativa" y afán de normalizar y catalogar. Todos pertenecemos a un "catálogo social" varón, estatura tal, ingresos tal, estudios tal, profesión tal, y un largo etc.para ello nos han educado y nos hemos esforzado todos, y así la sociedad sabe a que atenerse con cada uno de nosotros y así conseguimos ser individuos admitidos en la sociedad...evidentemente estos argumentos son a muy grosos modo, pero más o menos así funciona la "cosa" de hacernos seres humanos sociables. Que ocurre con quién posee unos rasgos (y el sexual ha venido siendo uno de ellos) que no son estandarizados por la sociedad de turno, pues que será estigmatizado por esta, se le rechazará y sufrirá las consecuencias que se estimen pertinente...podrá ser encarcelado, objeto de burla, perdida de empleo si es detectado (ejercito por ejemplo) todo esto y aparejado a un largo etc.. de inconvenientes para la persona. bueno esto no es ningún cuento de terror artificial o invención. Nuestra forma de pensar y racionalizar puede llegar ha provocar sufrimiento a veces extremos a los demás y es algo con lo que debemos meditar profundamente, por que no tenemos todas las cartas y por que catalogar al ser humano, no lo puede ser por rasgos aislados, lo humano si tiene algo en particular, son sus enormes variables de colores de piel, formas de pensar, lenguas, culturas,...e incluso inclinaciones sexuales.
    Por ello y tras reflexionar un poco sobre esta "lámina educativa" quizás no se este refiriendo a otra cosa que a otra de las múltiples particularidades que poseemos los seres humanos. Lo que si es innegables que todos tenemos derecho a andar nuestro camino vital, con la esperanza de encontrarnos de vez en cuando con la felicidad y que no sea como decía Sartre, en una frase terrible "Los demás son el infierno"

    Un abrazo,

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    Respuestas
    1. Un profesor mío repetía que donde no hay distinción hay confusión. Distingamos pues.

      Cierto es que toda persona merece ser respetada, tanto más en la medida en que ella sea respetuosa. Decía San Agustín que en todo debe primar la caridad, cosa no siempre fácil pero sí deseable. No obstante ello ni puede ser ajeno a la verdad, ni menos todavía opuesto a ella. Entre otras cosas porque la mentira nos rebaja.

      La verdad no tiene por qué coincidir con nuestros deseos. De hecho a menudo no lo hace. De lo contrario quien teclea en estas líneas sería guapísimo y hablaría diez idiomas, y no es el caso, para qué engañarnos.

      No existen “personas” en abstracto, sino “personas varones” y “personas mujeres”. Esa “circunstancia” nuestra no es meramente accidental, como tampoco lo es que seamos “corpóreos”. ¿Podrían existir “personas” incorpóreas? Si las hubiera desde luego no serían humanas. Hablaríamos de “otra” realidad. Las personas humanas son corpóreas y sexuadas.

      La condición de varón o de mujer no es un atributo meramente físico, sino que envuelve a la persona entera (también al físico, naturalmente). Decía Julián Marías que ser hombre significa estar referido a la mujer, y viceversa. Y de esta polaridad surge el dinamismo interpersonal y social. En la medida en que esa tensión se debilita, la condición personal se empobrece.

      Si a lo largo de la historia en las diversas culturas ha habido distintas manifestaciones de lo masculino y lo femenino ha sido posible porque por debajo de ello hay una naturaleza masculina y femenina.

      Una persona puede venir al mundo con alguna deficiencia, y tendrá que apechugar con ella como mejor pueda, como hacemos todos. Quizá incluso le sea útil para brillar en otros órdenes (por ejemplo, la persona invidente puede desarrollar un oído excepcional). Pero dicha carencia como tal no puede elevarse a la categoría de modelo (llevando al extremo el ejemplo, imaginemos que se hiciera proselitismo de la ceguera e invitando a la población a sacarse los ojos).

      Sobre la mentira lo único que se suelen levantar son escombros.

      Un saludo cordial y, como siempre, ¡gracias!

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