lunes, 7 de noviembre de 2016

Del bofetón a la huelga de deberes. Dando la vuelta a la tortilla.



Como sucedía en más de una ocasión, tuvimos la clase de dibujo en el comedor. En torno a las largas mesas nos sentábamos con nuestros cuadernos y pinturas para invocar al genio que se suponía todos llevábamos dentro.

Aquella tarde, por algún motivo, el profesor se ausentó durante un rato y, dada la disciplina académica de que se trataba, bastantes estudiantes nos dispersamos ganando espacio a costa de las mesas que quedaban libres. En estas regresó el maestro, y en uno de aquellos esporádicos accesos de ira que tenía, se lió a bofetones con el primer alumno que tuvo a mano. Apréciese que no hablo de palmadas o collejas, sino de bofetones estampados a conciencia.

Pasado un cuarto de hora de aquel incidente concluyó la clase, recogimos nuestras cosas y marchamos al aparcamiento bien para coger los autobuses, bien para ser recogidos por nuestros padres.

Mi pobre compañero R, víctima aquel día del súbito acceso del maestro, subió al coche en el que lo esperaba su progenitor. Apenas éste había puesto en marcha el vehículo, R le pregunto girando la cara:

- Papá, ¿me sale sangre por este lado?

- No veo nada.

- ¿Y por este otro? -preguntó de nuevo volviéndose en la dirección contraria.

- Tampoco. ¿Te ha pasado algo?

- Bueno, sí. Es que M me ha sacudido varios tortazos.

En ese momento el padre, con los ojos inyectados, pisó a fondo el pedal del freno y tiró con fuerza del freno de mano, "raaaas".

- ¿Que te ha pegado quién?

- M; MC.

- ¿Y quién es ese MC? -preguntó rugiendo más que hablando.

- El profesor de dibujo.

- ¡Ah! -suspiró con alivio el padre-. ¡Es un profesor!

Con santa paz, aflojó el freno de mano y plácidamente puso en movimiento el coche camino de su hogar.

Cuento esta anécdota real porque ilustra muy bien el modo en que los padres de mi niñez entendían la autoridad del maestro. Apenas conocía límites. Más de un padre, si tenían noticia de que a su hijo le habían dado un bofetón, sacudía otro de propina porque "algo habría hecho". En mi caso particular mi padre nunca me puso la mano encima (ni falta que le hacía), pero si tenía noticia de que el profesor lo había hecho, torcía el morro y se resignaba, pues entendía que aquel hecho que le desagradaba entraba dentro de las potestades del educador y no cabía sino aguantarse.

Con la perspectiva que hoy tenemos, pensamos que aquellos métodos "educativos" eran abusivos. -Podría poner muchos ejemplos de desproporción en su ejercicio, pero no es el objeto de este escrito-. Y he de aclarar que personalmente no los añoro en absoluto. Dicho lo cual, algo ha cambiado radicamente (en la raíz) para que en las noticias se hable de una "huelga de deberes" promovida por los padres (!?). "¡Huelga de deberes a instancia de los padres!", me repito boquiabierto. No es que en cierto curso de determinado centro algunos padres hayan ido a hablar con el tutor para ver si afloja un poco, no es eso. Es que un grupo que dice representarnos a los padres -a mí nadie me ha preguntado, desde luego- se moviliza para que colectivamente sus hijos ignoren los deberes que los profesores les pongan. ¡Chúpate esa!

Si Hegel tenía razón, sólo espero que llegue pronto la síntesis conciliadora, porque entre la tesis inicial y la antítesis actual aquí el personal lleva una empanada mental con sobredosis de colesterol que nos va a provocar una artesiosclerosis social. El último que apague la luz.

12 comentarios:

  1. Entiendo muy bien lo que nos cuentas Rafa. Incluso yo mismo podría ser el protagonista de tu historia. Los optimistas estamos convencidos de que tanto absurdo no puede estar por encima de Hegel. Veremos.

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    1. Los optimistas, y los que tuvimos un buen profesor de filosofía... ;D

      Un abrazo, Corsario.

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  2. No podría soportar a un profesor que sacude bofetones para enseñar las ideologías del mundo moderno.......
    Si este fuera el caso, sería un desastre!

    Un abrazo

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    1. Martina, ahora las cosas han cambiado mucho en ese sentido, pero no hace tanto (no tengo 100 años) las cosas eran así.

      Un abbraccio

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  3. El maltrato escolar me parece muy mal. Recuerdo que, en una ocasión, una profesora le dio un buen tirón de orejas a uno de mis primos y le hizo bastante daño. Pero mi tía se enfrentó a la maestra pidiendo explicaciones y dejando constancia de que esa no era una forma correcta de actuar.

    Han pasado muchos años y todo ha cambiado pero creo que vivimos en una sociedad algo incoherente.

    Un abrazo, Rafael.

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    1. ¿Un tirón de orejas? Amalia, si yo te contara...

      Un abrazo grande

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  4. estoy de acuerdo con lo que dices, en mi época alguna palmada, con regla si que hubo, pero poco mas, eso sí maestros que nos enseñaban no solo lengua y matemáticas, otras muchas cosas. con los cuales al menos yo sigo manteniendo contacto. un saludo

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    1. Ahí hay otro problema. ¿Se puede enseñar a base de "dinámicas" carentes de contenidos? Parece que gran parte de la pedagogía actual cree que sí.

      Un saludo.

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  5. Cordiales saludos.
    No podemos confundir nunca sadismo con educación, (por suerte nuestra sociedad actual ya lo tiene claro) al igual que disciplina nada tiene que ver con violencia. Educar, palabra curiosa que etimológicamente viene a significar: guiar, conducir, encaminar...es decir que un educador, es alguien con la capacidad de guiar, motivar y saber encaminar en la enseñanza.
    Disciplina no sería otra cosa, que el empeño positivo en la realización de un esfuerzo metódico y continuo para tratar de conseguir un fin concreto, que se puede aplicar al deporte, estudio,profesión...La conducta de la violencia irracional humana, es ya "harina de otro costal" más emparentada quizás con las problemática de ciertas patologías psiquiátricas o psicológicas que con la responsabilidades de un educador profesional, o de la educación como tal.
    El proceso de socialización y educación humana, es un larguísimo proceso cultural que solemos dividir en etapas, y que suele implicar a toda la sociedad, su objetivo principal debería ser el pleno desarrollo de la felicidad en el ser humano," la felicidad como verdadero motor de futuro social". Esta propuesta no es para nada nueva, en realidad es un clásico, de ello ya nos hablaba hace más de XXIII siglos un señor llamado Aristóteles, en su "Ética a Nicómaco" de la "felicidad del individuo" como objetivo principal para una sociedad sana que aspira a continuar desarrollándose armónicamente , y de lo que parece que se olvidan como objetivo, todas las "Reformas Educativas", hasta ahora, centrada más estas en proporcionar una serie de valores y parámetros difusos para aplicarlos a una sociedad competitiva, que no sabe muy bien para que compite en realidad y que cambia a velocidad meteórica.
    No nos engañemos, y no nos equivocaremos, el principal objetivo como padres y madres es hacer que su hijo-a, sea feliz, todo lo demás es complementario ¿cómo conseguirlo? esa, debería ser nuestra responsabilidad y para ello debemos seguir educándonos como individuos y como sociedad.
    La verdadera educación en la persona, es esa plataforma donde podemos permanecer de pie toda la vida sin caernos, por más que cambien las circunstancias, y es plataforma se llama felicidad y se forma en la niñez.






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    1. La felicidad es un bien apetecible que, curiosamente, tiende a esfumarse cuando se persigue per se. Lo normal es tratar de alcanzar metas concretas en las que, como derivada, acabamos encontrando esa felicidad. Para ello necesitamos armarnos con ciertos hábitos y saberes; disciplina, espíritu de superación, autocontrol, conocimientos a la altura de nuestro tiempo, capacidad de colaboración, etcétera.

      Personalmente recuerdo como mejores profesores aquellos que eran exigentes, didácticos y justos, no los que animaban mucho la clase y te mandaban a casa con los mismos conocimientos con que habías acudido al colegio. Pienso que sobre esto debería recapacitar la pedagogía actual.

      Como siempre, muchas gracias FR. Un saludo cordial.

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  6. Los comentarios parece que se están centrando más en el maltrato en la escuela que el "la vuelta a la tortilla": la autoridad del maestro era incuestionable en la época de los tortazos, pero no por ellos, ya que ha habido mastros de esa época que no soltaron ni uno y mantuvieron su autoridad y prestigio ante sus alumnos, padres, colegas, etc. Hoy en día el maestro tiene que ganarse la autoridad y/o mantenerla con su buen hacer, cosa muy complicada porque tiene casi todo en contra. La cuestión es ¿por qué ha sucedido esto?

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    1. Quizá una parte de por qué ha sucedido esa pérdida de autoridad asome en hechos como la citada "huelga de deberes" promovida por los padres.

      El profesor manda unos deberes, el niño llega a su casa y sus padres le dicen que no los haga; que desobedezca el mandato del maestro. ¿Qué autoridad resta al maestro? En este caso, ¿quién es el responsable de su pérdida? Démosle la vuelta. ¿Con qué autoridad pueden esos padres pedir a los maestros que alcance ciertos resultados o actitudes de sus hijos?

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