miércoles, 28 de septiembre de 2016

La verdad sobre el nuevo traje del emperador



Ha sido todo un hallazgo, para qué andarse con rodeos. ¡La verdadera historia del nuevo traje del emperador en la que se inspiró Hans Christian Andersen ha caído en mis manos! Lo más sorprendente ha sido conocer el auténtico desenlace de aquellos acontecimientos.

Según el escritor danés, cierto rey fue estafado por dos pícaros que dijeron ser sastres. Los bribones afirmaron disponer de una maravillosa tela que tenía la propiedad de ser invisible a los ojos de los estúpidos e incompetentes. El rey mandó que le hicieran un traje con aquel paño. Por supuesto nadie lo veía, pues no existía, pero todos alababan su belleza para no ser tomados por tontos. Finalmente el rey quiso lucir su nuevo traje. Organizó para ello un desfile en el que se pavoneó orgulloso de su inexistente adquisición. Los súbditos no cesaban de alabarlo, hasta que un chiquillo, en su inocencia, gritó: “pero si el rey va desnudo”.

Cuenta Christian Andersen que a partir de ese momento la gente comenzó a cuchichear, confirmando que todos veían lo mismo. El emperador los oyó, mas a pesar de reparar en que tenían razón trató de salvar el ridículo continuando el desfile como si tal cosa.

Y aquí es cuando me veo en la obligación de señalar que el afamado autor altera el final de la historia. Lo que verdaderamente sucedió fue lo que sigue:

La fama de los dos falsos sastres se había extendido por todo el reino. A fin de cuentas habían comenzado a trabajar para la corte. Entonces muchos de los más influyentes aristócratas encargaron para sí trajes con la misma tela que emplearan para su rey. De este modo el día del desfile no sólo el rey alardeaba en ropa interior, sino también algunos miembros de la más alta alcurnia.

Cuando el chiquillo alertó sobre la desnudez del emperador, el monarca ordenó que lo arrestaran por vestidófobo, neologismo que se había acuñado para estigmatizar a aquellos que no se plegaran a la llamada ideología del telar. En niño fue internado en un centro de reeducación y en todos los colegios se incluyó en los planes de estudio una asignatura en la que se explicaban las fantásticas propiedades de la tela mágica. Además, se aprobaron leyes de modo que todo aquel que osara mencionar la desnudez de los portadores de la nueva tela fuera sancionado inmediatamente incluso con penas de cárcel.

Impuesto el discurso único y extendiéndose el empleo de la inexistente tela, el país entró en decadencia. Llegaba el invierno y los constipados proliferaban por la falta de abrigo, mas como nadie podía expresar públicamente la desnudez de sus conciudadanos, no se ponía remedio a aquel despropósito. Así, una civilización tan próspera y antigua acabó por sucumbir bajo el peso de la mentira, creyendo ver progreso donde no había sino un retorno a las más desdichadas formas de la indigencia humana.


Me confirman que Disney no hará una película de esta versión, antes bien, planea “vestir” a algunos de sus personajes con la nueva tela de los dos pícaros por entender que es una prenda reivindicable y atractiva. Es el signo de los tiempos.

12 comentarios:

  1. Sí, esperemos que el signo de los tiempos caigan de una vez.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Inevitablemente, bien por sensatez o bien por congelación histórica han de caer.

      Un abrazo

      Eliminar
  2. Sólo la sinceridad de un niño descubre la verdad.

    Los demás viven con la mentira negando una realidad bien clara. Así no se puede prosperar. Más bien todo lo contrario.

    No se puede ignorar lo que es evidente.

    Viene muy bien recordar este gran cuento.

    Un abrazo, Rafael.

    ResponderEliminar
  3. No sale mi perfil. No sé qué pasa con Google. Pero sabes que soy yo. Perdona

    ResponderEliminar
  4. No sale mi perfil. No sé qué pasa con Google. Pero sabes que soy yo. Perdona

    ResponderEliminar
  5. Sólo la sinceridad de un niño descubre la verdad.

    Los demás viven con la mentira negando una realidad bien clara. Así no se puede prosperar. Más bien todo lo contrario.

    No se puede ignorar lo que es evidente.

    Viene muy bien recordar este gran cuento.

    Un abrazo, Rafael.

    ResponderEliminar
  6. Encima, repite lo que digo. Lo siento.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Amalia, hasta Internet se hace eco de tus palabras. Qué tendrás.

      Es verdad. Los niños, cuando no sienten una amenaza, son sinceros. Aunque la semillita de la mentira por ahí va.

      En todo caso lo diga Ana o su hermana el príncipe va desnudo.

      Un abrazo.

      Eliminar
  7. Cuesta aceptar que el ropaje actual sea la mentira y falsedad ¡y más que se dé como lo auténtico! ¿Dónde quedan los valores y virtudes que hacen la vida plena? Quizá algún día vuelvan a lucir...
    Muchas gracias y un saludo.

    ResponderEliminar
  8. ¿Es que a caso los demás están vestidos? Sólo Dios viste. Saludos fraternos.

    ResponderEliminar
  9. Una entrada que me gusta mucho. La verdad y la humildad son las dos caras de la misma moneda.

    Un grande abrazo

    ResponderEliminar