viernes, 20 de mayo de 2016

Los justamente vencidos



Que al concluir la lectura de un ensayo a uno le quede un regusto melancólico no es nada habitual. Si a eso se suma que dicho ensayo versa sobre la vida de un grupo de espías españoles al servicio de un tirano como Stalin, la anomalía no puede ser mayor. Pero eso es lo que me ha pasado con El cielo prometido. Una mujer al servicio de Stalin, de Gregorio Luri. El libro ha sido elaborado a partir de una investigación apasionada y minuciosa desarrollada a lo largo de varios lustros. La misma no se ha apoyado únicamente en archivos y hemerotecas, sino que ha contado con abundantes y cercanos testimonios de personas íntimamente vinculadas con sus protagonistas.

Con una narración ágil y salpicada de agudas reflexiones, se nos muestra la existencia de Caridad Mercader, su familia y amigos, entre los que se encuentra su hijo Ramón, quien fuera el asesino de Trotsky.

Precisamente en el modo de acercarse a sus vidas pienso que reside el origen de la desazón que en ocasiones provoca, pues más allá de los actos que perpetran, a veces terribles, el autor es capaz de ponernos a la vista en todo momento su consistencia humana, y en ella nos vemos reflejados. Al mirarlos a ellos nos vemos a nosotros mismos, con nuestras carencias y necesidades, con nuestras miserias y apetitos, nada en ellos nos es ajeno. Homo sum, humani nihil a me alienum puto.

Caridad Mercader, la matriarca del clan, fue una mujer que nació en el seno de una familia acomodada. En un principio se ajustó a las exigencias de su condición social, contrayendo matrimonio con un empresario al que acabará por abandonar para entregarse de lleno a su nueva fe, el comunismo. No tardará en arrastrar tras de sí a sus hijos, alguno de los cuales se convertirá en agente del NKVD, al igual que la propia Caridad.

Y en ese juego de espías descubrimos que el peligro no está sólo en la trinchera de enfrente, sino que el compañero de bando es a menudo más letal.

A lo largo de sus más de quinientas páginas yo saco una conclusión clara: pactar con el diablo es un mal negocio. Nadie aspira al infierno, así que el demonio promete el cielo, aunque para ello impone un precio: hay que convertirse en demonio. “Es sólo un estadio pasajero –nos dice-. En el fondo estás haciendo una labor angelical eliminando a todos esos demonios; después todo será distinto”. Sin embargo el Padre de la Mentira no puede dar lo que no tiene, así que mientras creemos levantar una torre para alcanzar la gloria, lo que en realidad hacemos es ensanchar el Tártaro, infernando nuestras propias vidas y las de quienes nos rodean. “Seréis como dioses”, fue su promesa, y desde aquella primera vez la repite sin cesar incumpliéndola en la misma medida.

Refiriéndose a la guerra civil decía Julián Marías que le parecía un grave error tratar de resucitar cualquiera de los dos bandos. Su balance de la contienda rezaba así: “Los justamente vencidos, los injustamente vencedores”. Y en El cielo prometido asistimos a los avatares de algunos de aquellos hombres y mujeres justamente vencidos. Porque fue justa su derrota, aunque los otros no hubieran sabido honrar su victoria. Ese reconocimiento lo mantuvieron voces tan fuera de toda sospecha como la de Julián Besteiro, presidente de las cortes constituyentes de la II República y veterano líder del PSOE y de la UGT:

«La verdad real: estamos derrotados por nuestras propias culpas (claro que el hacer mías estas culpas es pura retórica). Estamos derrotados nacionalmente por habernos dejado arrastrar a la línea bolchevique, que es la aberración política más grande que han conocido quizás los siglos. La política internacional rusa, en manos de Stalin y tal vez como reacción contra un estado de fracaso interior, se ha convertido en un crimen monstruoso (...). La reacción contra ese error de la República de dejarse arrastrar a la línea bolchevique, la representan genuinamente, sean los que quieran sus defectos, los nacionalistas que se han batido en gran cruzada anticomitern».

¿Qué habría sucedido si hubiera triunfado el Frente Popular? Todo apunta a un proceso de purgas tremendo, no ya respecto a sus rivales bélicos, sino entre las propias facciones que pretendían imponer su peculiar credo revolucionario. De hecho las mismas comenzaron durante la propia contienda.

No quiero acabar estas notas sin señalar un hecho que me ha llenado de admiración a lo largo de todo el libro, me refiero a la capacidad de análisis y el juicio crítico de su autor. Estamos acostumbrados a estudios que dan por bueno cualquier escrito, particularmente si se atiene a la línea ideológica de quien lo presenta. Luri no hace así. Desconfía cartesianamente de las afirmaciones interesadas, incluso de su propia percepción; busca intenciones sin presuponerlas; pone en su marco histórico el qué y el cuándo de lo que se dice. En definitiva, procura separar la paja del grano para no confundir las sombras con las cosas.


“¡Luz, más luz!”, exclamó Goethe poco antes de morir. Eso es lo que hace el verdadero filósofo, tratar de iluminar, por eso se agradece enormemente el entusiasta vigor lumínico de este pensador metido a desvelar los entresijos del alma de unas personas que soñaron con mundos imposibles derribando los ya existentes.



Nota: Foto del encabezado. Roquelia (esposa de Ramón), Ramón Mercader y Caridad Mercader. Foto tomada del blog El café de Ocata.

7 comentarios:

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    1. Un libro magnífico, la verdad sea dicha. Y tan vivo, que da la impresión de que va a continuar modelándose con el paso del tiempo. Quién sabe...

      Otro abrazo grande.

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  2. Muchas gracias por tu estupenda reseña.
    El tema es interesante por lo que, ya estoy tomando nota del libro.

    Un abrazo y mis deseos de un feliz fin de semana

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    1. Amalia, otro abrazo para a bloguera más generosa de todo Internet. ¡Gracias!

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  3. La generación de los "Baby Boom", es decir los nacidos en tropel en la década de los 60 del ya pasado siglo XX, llegamos a una España que nada tenía que ver con las recientes décadas de hierro pasada.
    En general fuimos una generación en plenamente feliz, escolarizada y salubre, que calzaban zapatos Gorila y zapaban Danones como si no hubiera un mañana, nuestros padres se empeñaron en que no nos faltara de nada y para ello se dejaban la piel si hacía falta, e hizo falta. No querían una infancia para sus hijos como las que pasaron muchos de ellos-as mismos-as.
    Pero la España de los felices 60 y de nosotros los "Baby Boom" ya era otra, aterrizaban aviones repletos de las míticas suecas y con el turismo las benditas divisas, la radio emitía canciones veraniegas de los Beatles y de Antonio Machín, los Seat 600 se reproducían como champiñones en las carreteras y todo marchaba sobre ruedas de cara al refulgente futuro de este país
    En aquellos años de politica, la verdad no se hablaba, yo al menos no recuerdo charlas en mi infancia sobre ese tema, ni fuera de casa ni dentro, del pasado tampoco mucho y si se hacía referencia esporádicamente en el seno familiar a los años de la "Guerra" como se referían entonces a nuestra Guerra in- Civil era en el estricto circulo familiar en donde se relataban alguna de las traumáticas experiencias personales vividas por algún miembro de la familia. El trauma del terror simplemente dejo mudo a todo un país, que simplemente quería olvidar y que deseaba que le dejaran vivir sus microscópicas vidas en paz.
    Franco, era ese señor que estaba hasta en la sopa, aparecía "Por la Gracia de Dios" en tooodas las monedas y en todos los sellos con busto de perfil y en distinto colores según el valor del mismo....azul, rojo, gris, amarillo, probablemente Andy Warhol se inspiró en ellos para crear sus famosos retratos de "colorines" del Pop-Art de Marilín, Mao, Elvis, etc..
    Franco, recuerdo, también era ese señor que nos mandaba a todo el país a la cama, por que cuando se terminaba la emisión televisiva, sobre las 12 de la noche de la única TVE existente, sonaba el himno de todos los españoles con una enorme bandera española en blanco y negro con águila imperial incluida en donde se nos revelaba por ultima vez, dejando a continuación la pantalla llena de puntitos diminutos en blanco y negro que chirriaban, y que la verdad eran muy aburridos, por lo que lo mejor era irse a la cama.
    Fue mucho después y poco a poco, leyendo,oyendo, viendo y pensando, que me percaté y empecé a sospechar que lo que me habían contado del pasado de mi país no era del todo como fue en realidad y que me mostraron como verdadero, solo una versión manipulada de la misma , donde habían españoles buenos y otros que no lo fueron tanto, donde habían causas justas y otras que eran injustas, donde habían unos salvadores beatíficos y otros españoles que eran de lo peor...en fin, se habían fabricado unos señores que dicen que habían ganado "no se que" toda una mitología completa, con un Zeus a la cabeza que regía sabiamente los designios de sus pobres súbditos mortales (los que quedaron con vida, claro) y esa historia se condimentó "al baño María" durante casi cuarenta años dejándonos un sucedáneo histórico que poco o casi nada tiene que ver con lo que comúnmente entiende como cierto o verdadero un español medio que ha sido su historia reciente contemporánea.
    Puede que seamos en última instancia un país con una visión sesgada de su propia historia, traumática y manipulada, de lo que somos en realidad y donde libros como tu reseña de "El cielo prometido" y otros testimonios pueden contribuir a una visión más amplia, más rica y más compleja de lo que en realidad es el alma humana repleta de luces y sobras y por ende el alma de nuestro país.


    Un cordial abrazo.

    Un polizón.

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    1. FR, hoy hay una narración oficial tan vigorosa como la anterior, e igualmente imperativa. Sólo hay que ver la Ley de Memoria Histórica, los distintos cambios en el callejero o la dirección a la que se encaminan las subvenciones públicas. Por suerte no todo el mundo es así de sectario, también hay que decirlo.

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  4. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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