Fernando Savater es un brillante divulgador de la filosofía. Hace asequible el pensamiento de filósofos de todo pelaje sin disminuirlo ni simplificarlo, lo cual me parece admirable. A esto hay que sumar su actitud valiente frente a grupos que han pretendido acabar con la libertad en su tierra natal. Sólo por esto último merece todo el respeto.
Sin embargo, tal vez por esa valía, me resultan enojosos algunos de sus postulados. Me voy a referir a uno que recoge en su libro Las preguntas de la vida (Ed. Ariel).
En el mismo, al abordar la cuestión de la muerte, la identifica con un aniquilamiento. Con la muerte la persona se extingue definitivamente. De ahí deriva una ética que tiene como premio el "saberse más razonablemente humano y libre" para conseguir la "plenitud de la vida en la brevedad del tiempo".
Y añade:
"Cuando logra sobreponerse a la desesperación, el ser humano constata que no menos cierto que va a morir es que ahora está vivo. Si la muerte consiste en no ser ni estar de ningún otro modo en ninguna parte, todos hemos derrotado ya a la muerte una vez, la decisiva. ¿Cómo? Naciendo. No habrá muerte eterna para nosotros, puesto que estamos ya vivos, aún vivos. Y la certeza gloriosa de nuestra vida no podrá ser borrada ni obnubilada por la certeza de la muerte. De modo que tenemos derecho a preguntar, como en el libro sagrado: «Muerte, ¿dónde está tu victoria?» (...) Puede convertir en ceniza nuestro cuerpo, nuestros amores y nuestras obras, pero no la presencia real de nuestra vida. (...) Cada cual puede repetir, con el poeta Lautréamont: «No conozco otra gracia que la de haber nacido. Un espíritu imparcial la encuentra completa»".
Pues mire, yo no. Qué le vamos a hacer. Y ya no le digo si mañana a una hija mía le diagnostican una enfermedad degenerativa (o viene al mundo con ella) que la lleva a sufrir horrores y a vivir postrada, y la tengo que consolar diciendo que tranquila, que su victoria está en estar viva en un callejón sin salida y que en cuatro días esto se le acaba. Ya me dirá usted.
Entiendo que uno no crea en Dios -estos temporales no me son ajenos-, pero que tomada en seria esa visión se quede uno tan tranquilo viendo como todo y todos se consumen, pues no. (No sé cuántos "pues" llevo, pero es que soy de Aragón).
En este punto estoy completamente de acuerdo con don Miguel de Unamuno y su sentimiento trágico de la vida (casualmente, el libro que tengo subrayado hasta los topes está prologado -y muy brillantemente- por Savater) cuando dice:
"Si la conciencia no es, como ha dicho algún pensador inhumano, nada más que un relámpago entre dos eternidades de tinieblas, entonces no hay nada más execrable que la existencia".
¿Significa esto que Unamuno repudia la vida? ¡Todo lo contrario! Porque la ama y la desea con locura no puede resignarse a verla acabar, a perderla para siempre, a que haya sido para nada (1).
Además, en el planteamiento de Savater hay aspectos conceptuales que me incomodan, como la identificación del no-ser con la muerte. Algo que no ha existido no muere. La muerte no consiste en un simple no ser, como él dice, sino en un dejar de ser. Lo que no ha existido no muere ni está muerto. Los hombres que no fueron concebidos no están muertos, sí lo están quienes existieron. La muerte precisa de la vida... y la vida abomina de la muerte, aunque tenga que contar con ella.
No me resisto a recoger aquí las palabras de un muchacho de diecinueve años escritas en su diario en 1933, cuando realizaba con otros universitarios un crucero por el Mediterráneo que marcaría su vida. Dice así:
"Y hay que pensar en que la muerte no se da más que frente a la vida, y la supone siempre. No se puede decir que una piedra está muerta. Y cuanto más sea la muerte, más grave y más preocupación, será más grande también y más intensa la vida; por eso será tan duro y tan difícil perderla. Sólo quien tiene poca vida se preocupa poco por ella -es decir, de la muerte-. Y descuida la tarea de sobrevivir". (2)
(1) El mundo es para la conciencia. O mejor dicho, este para, esta noción de finalidad, y mejor que noción sentimiento, este sentimiento teleológico, no nace sino donde hay conciencia. Conciencia y finalidad son la misma cosa en el fondo
(2) Julián Marías. Juventud en el mundo antiguo. 1934.
Este señor Savater no dice mas que gilipolleces,perdón por la expresión,por muy erudito que sea.
ResponderEliminarEl se digna insultarnos...yo me callo el apelativo que se merece.
Un cariñoso saludo.
Haya gente que siempre busca comportarse como un histrión y se deleita en que los demás lo vean así. Sabater a veces lo parece, ya sabemos que le atrae el ser polémico. Has hecho muy bien en poner las comas y los acentos en su sitio. Un abrazo
ResponderEliminarMe quedo con Unamuno.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Pues, existir sufriendo por ser eterno, no se yo... Como juego de palabras esta bien.
ResponderEliminar(Lo siento, no me atrevo a más)
Hola Rafael!
ResponderEliminarNo, no puedo resignarme a perder la vida para siempre, a que haya sido para nada, es una crueldad infinida, un espantoso agujero negro.
Un abrazo
Y es que la pregunta es: ¿somos de aquí o no lo somos? Si somos de aquí, el día en que no estemos todo se habrá perdido y no quedará nada, si somos de "Otro" sitio cuando lleguemos allí seremos en plenitud lo que aquí queríamos ser. Y creo que esta diferencia es lo que hace la vida plena aquí, en este mundo.
ResponderEliminarUn saludo y gracias por tu entrada.
Veo que en el diálogo no sólo estamos Unamuno, Savater y un servidor, lo cual me alegra mucho.
ResponderEliminar"Todo lo comúnmente aceptado como verdadero es falso". Óscar Wilde.
ResponderEliminarProbablemente esto incluye también la idea, más o menos común y estereotipada de que es realmente la vida y la muerte para un ser humano contemporáneo de estos tiempos que corren . Quizás la respuesta este más relacionada con el fruto en los esquemas mentales que nos fabricamos que con aquello de que en el fondo nada se crea ni se destruye, si no que todo anda transformándose.
Por cierto, saludos Rafael, y gracias por tu blog y tu didácticos vídeos.
También, si se me permite, un saludo al bueno de Savater, gran divulgador de filosofías, mente preclara y a veces maravilloso provocador (falta nos hace)
Muchas gracias.
EliminarMenospreciar la muerte y la religión son sólo a mi modesto modo de ver la moda de este siglo y gran parte del anterior. Por supuesto, muchos se llenan fácilmente la boca de estas soflamas para no verse aislados.
ResponderEliminarSin embargo, bien distinta es la realidad y, como muy bien me dijo una enfermera: "Si viera usted cuantísimos de los que aquí están han dicho ser ateos para finalmente acabar llamando al cura en el último momento."
Con esta cita resumo bien y brevemente mi pensamiento al respecto.
PD: Unamuno siempre!
Cuando me creáis más muerto retemblaré en vuestras manos, dijo Unamuno. Y así es.
EliminarCoincido contigo Rafael. Ese sobreponerse a la desesperación que menciona Savater no me parece una postura muy sólida ante la consciencia de la muerte. Y mucho menos el encontrar consuelo en que naciendo "todos hemos derrotado ya a la muerte una vez" o en que "nuestra vida no podrá ser borrada ni obnubilada por la certeza de la muerte". Su discurso me parece una versión trabajada del "que me quiten lo bailao". Por eso, me parece un intento algo pueril de sacar optimismo de la certeza más amarga a la que se tiene que enfrentar el hombre.
ResponderEliminarDesde mi punto de vista, cuando uno acepta la muerte es porque no la asocia con dejar de existir (Fe), por inconsciencia (no pensarlo demasiado) o por un hondo y triste desapego hacia la vida. Como señalaba la enfermera de "La voz de un hombre", son muchos los que al acercarse al fin de sus días empiezan a creer en Dios. Y eso, creo yo, es porque es muy difícil mantenerse inconsciente ante la angustiosa idea de la muerte cuando ésta ya se acerca.
Diego, estate atento al próximo vídeo de Polizón y Náufrago. Saludos
EliminarAsí lo haré Rafael. Ya tengo ganas de verlo. Un saludo.
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