Veo
en las redes sociales a amigos, conocidos y extraños apoyando a unos y otros
partidos. Derrochan entusiasmo, anatemas, advertencias a veces. Y yo lo contemplo
con un punto de tristeza; no por su apasionamiento, sino por mi destierro. Es
una fiesta a la que me invitan a pasar, pero en cuanto me asomo me siento un
extraño.
No
es la primera vez que me sucede, ni la segunda, ni será la última, me temo.
Quizá
haya quien piense que es por cinismo o desengaño. Tal vez por ser muy
puntilloso y pretender que un programa consiga el imposible de recoger
fielmente mis ideas (como si estas fueran totems de una nitidez meridiana).
Nada de eso.
Lo
cierto es que ya pido muy poco a alguien que se presenta a unas elecciones (y
no porque no ansíe muchas más cosas): que defienda la vida humana, toda vida
humana. Que respete la libertad y no juegue a aprendiz de mago con las vidas
ajenas.
Miro,
escucho, y se me cae el alma a los pies. Hay
que cambiar, para llegar más lejos. Nosotros o el desastre. Votanos que ahora sí que sí.
Más
de cien mil abortos anuales reconocidos en España (con factura e IVA, para que
nos entendamos. Los pagados en B no salen en las estadísticas) me pesan como una
losa. Aquí ha gobernado derecha e izquierda (términos que, por cierto, me resultan particularmente antipáticos), y los aires nuevos que han llegado a la política han dejado claro que no
tienen intención de frenar la escabechina. Matar bebés es un derecho
consagrado, casi una obligación moral en según qué casos. Y los ancianos y
enfermos graves pueden ir haciendo cola, que pronto les darán la vez. Y si no,
al tiempo.
Queda
la opción de los partidos testimoniales. El llamado voto ético. Sí, alguna vez
lo he ejercido cuando no me abstenía; y me siento como el niño apartado en un
rincón al que se da un juguetito para que no moleste mientras los adultos
organizan su fiesta. Tú estate aquí calladito, mirando lo bien que se lo pasan
los mayores. Es un voto invisible, inútil (sí, inútil), tan inútil como un cuerpo intangible. La expresión de una
opción política que en ningún lugar queda manifiesta.
No
sé en qué casilla me encuadrarán las estadísticas. ¿Indecisos? Más bien
fantasmales.
No creo que sea un voto inútil: aunque no saquen ni un solo escaño queda patente que hay algunos que no se rinden (o no nos rendimos). Hay partidos que se quejan que les ha faltado un puñado de votos para obtener el escaño o concejal que les faltaba para obterner una mayoría con la que gobernar, y echan la culpa a esos partidos minoritarios que defienden lo que ellos prometieron y no hicieron. Hay que ser optimista y pensar que tienen que hacer algo por recuperar esos votos en detrimento de los minoritarios o estos les irán comiendo el terreno poco a poco y ya no hablaremos de tetrapartidismo. Por mi parte, pienso votar, pero no lo haré a quien me ha engañado en algo tan elemental como es el derecho a la vida y que de forma explícita "no tenemos cabida en su partido".
ResponderEliminarPP REINA, tan legítimo me parece ir a votar como no hacerlo. Sin embargo, si las cortes son la representación de la voluntad popular cualquier pensaría que los defensores de la vida tenemos muy poca voluntad.
EliminarSi te soy sincera, te confieso que no me fío de ninguno.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo
Amalia, no me extraña; ya han venido tantos a arreglar el mundo...
ResponderEliminarFeliz Navidad. Mis mejores deseos
ResponderEliminarUn abrazo
Amalia, feliz Navidad también para ti y los tuyos.
EliminarUn abrazo grande.